“Cristo tuvo adversarios y murmuradores, ¿y tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores?”

Tomás de Kempis

Para los católicos, el dogma de la resurrección de Cristo luego de su dolorosa pasión, es un poderoso mensaje de esperanza, nuestra creencia es profundamente esperanzadora capaz de vencer hasta a la muerte, ese tránsito absoluto de la muerte puede ser vencido a través del amor y la fe, hace 2024 un carpintero de Galilea, nos legó la buena nueva de sus evangelio, su vida hecha palabra santa, vuelta buena nueva, su recorrido divino hecho hombre y su brutal y dolorosa pasión, creo necesario sin caer en profundizaciones teológicas de la cristología, que la idea de que Jesús murió en la cruz es una antinomia, Dios no podía morir por medios humanos, sencillamente él entregó su espíritu al consumar su obra redentora, encomendando su espíritu al padre.

La tradición fuente, de construcción de creencias católicas nos narra que cristo, se le apareció en éxtasis a san Bernardo de Claraval y cuando este le preguntó cual era su herida más dolorosa, Jesús le refirió que era la de su hombro derecho, hecho jirones hasta exponer los huesos tras el peso de la Cruz o del patíbulo, en esta herida subyacen nuestros pecados e iniquidades, de hecho, Jesucristo dejó una oración para honrar esta herida a los hermanos de la orden de San Bernardo.

¡Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios!, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por el peso de vuestra Cruz que abriendo vuestras carnes desnudó los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto se compadeció.

También yo, ¡oh carísimo Jesús!, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra Cruz por mi salvación ¡Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra Cruz, ruégote con mucha humildad, ten piedad de mi pobre criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el camino de la Cruz.

Las penas de Jesús en el calvario fueron indecibles, pero aclaró que el no murió en la cruz, entregó voluntariamente su espíritu pues el era Dios, de esa forma reivindicados nuestros pecados decidió volver al padre, dejando la esperanza de su resurrección, el mensaje de que el “amor vence siempre”, el amor es capaz de vencer a la guadaña de la muerte, dejar yermo al sepulcro y dejar solo unos lienzos doblados que alguna vez conservaron los restos bañados en sangre, sudor, lágrimas y linfa de un cuerpo inerte.

Las palabras del Ángel a las tres Marías, ¿Por qué buscan a los vivos entre los muertos?, fueron la premonición del milagro, el señor había resucitado en su cuerpo glorioso, con las señales visibles de su pasión, pero había vuelto, acallando las risas del maligno que se jactaba de haberle vencido

Es este el mensaje fundamental, la maldad es jactanciosa, perversa, abyecta y audaz, jamás se imaginó la victoria de Cristo sobre la muerte, la buena nueva de que el amor vence todo y es superior a todo.

La idea de esta columna es que, en medio de estos terribles momentos, volvamos la vista a Cristo, confiemos en él, entreguemos nuestros agobios a su amparo y esa llaga dolorosa, que en ella encontremos refugio, ningún hombre es superior a Dios, “Cristo parecía inerte en la cruz, en algunas situaciones el mal parece vencer, pero Dios siempre puede más” .

En esta fecha la más importante para los católicos, Cristo es la esperanza del mundo, el bálsamo de nuestros agobios, la carga de nuestras cruces, esas que abren más la llaga de su maltrecho hombro derecho, tengamos fe con propósito de salir de la oscuridad, abracemos a cristo, vivamos el dolor de nuestra santísima Madre y acompañémosla lagrimosa, dolorosa y sola ante el madero de la cruz, para vivir la alegría de la roca movida del sepulcro, recordando siempre que Cristo es amor, verdad, inicio y fin y libertad.
¡Aleluya!, en medio de esta secuestrada Venezuela, fe en medio del dolor de la separación, esperanza en las ergástulas y también fortaleza cardinal, para aceptar la voluntad de Dios.

Al ser perseguidos por defender la dignidad del hombre, pronto seremos saciados de nuestra sed de justicia y de libertad, el señor esta con nosotros y con el nuestro espíritu, no son jaculatorias vacuas, son verdades axiológicas y tangibles, entereza, fe, valentía, justicia y fortaleza para enfrentar el mal.

El tiempo es de Cristo, quien venció a la muerte, sufrió injusta prisión, pasión y muerte, confiemos pues en sus tiempos y en su justicia perfecta e inexorable.

Finalmente nosotros sabemos que el cruel no tiene nombre, pero sí tiene nombre su destino, en Cristo, por Cristo y Con Cristo, no tengamos miedo, encomendados al sangrante corazón de María entreguemos nuestras terrenales angustias y vivamos una santa y esperanzadora Pascua de resurrección, pues la maldad, el miedo y la oscuridad no son para siempre y no soportan la luz de Cristo Jesús.

Referencias:
Claraval, B. d. (2010). Oración a la Llaga de Cristo. Siervas de los corazones traspasados de Jesús y María. Bogotá.
Wojtyla, K. J. (1987). https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY
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