A Nicolás Maduro no se le puede desestimar por no poseer un título universitario. En lo académico es un atraso y lo demostró aquella vez cuando confundió las capitales por los estados del país  o cuando disloca las frases al pronunciar un discurso pasional y no racional, al igual que el teniente coronel que le antecedió  en la presidencia de la República y quien sin tapujos le recomendó a la población venezolana votaran por él  para que lo suplantara en la primera magistratura nacional, sin prever el desastre humanitario, social, geográfico y geopolítico que causaría las medidas arbitrarias e inconstitucionales dictadas en el transcurso de su gestión.  O quizá sabía de antemano que su canciller era el único hombre de su equipo de gobierno capaz de violentar hasta lo legal para consolidar el Socialismo del Siglo XXI. Por eso, cada día bofetea los preceptos constitucionales e impone su criterio y lógica comunista para encauzar su gestión hacia el fortalecimiento de los valores revolucionarios, en aras de solidificar el Estado Comunal, con el derribamiento del Estado Federal Descentralizado, consagrado en la vigente Carta Magna.

Nicolás Maduro carece de formación en el cuarto nivel académico. Tampoco la tuvo Carlos Andrés Pérez, pero contrario al actual presidente venezolano,  el ex mandatario del partido Acción Democrática fue un demócrata y un político que respetó sus límites como Jefe del Estado. Un   político  que pese a gobernar en tiempos de la democracia representativa, no confiscó el poder a los otros dos poderes consagrados para ese entonces en la Carta Fundamental de 1961,  el Legislativo y el Judicial, mientras que la visión del primero es sucumbir a sus pies, como máximo representante del Poder Ejecutivo Nacional, a los funcionarios de los demás poderes públicos estipulados en la Constitución de la República Bolivariana, porque no cree en el equilibrio de poderes ni que su gestión debe estar sujeta a controles ni a fiscalizaciones, porque su forma de ejercer el poder es unilateral, autócrata, dictatorial y totalitaria.  Por eso, Maduro convoca, de forma ilegal, la Asamblea Nacional Constituyente  para tener un órgano legislativo paralelo al legal, conformado con su propia gente de partido e ideología,  con el fin de evitar contrariedades en sus políticas y dictámenes públicos, así como con el propósito de no tener obstáculos para avanzar en el objetivo principal de su mandato, la instauración legal del Socialismo del Siglo XXI.

Aunque en los gobiernos del Pacto de Punto Fijo existían aquellos escritorios jurídicos conocidos como las tribus de David, jamás se percató que desde la oscuridad y con elocuente cinismo se transgrediera el texto constitucional para adaptarlo a las exigencias  del mandatario de turno, en aras de que se perpetuara en el gobierno y  rompiera  el principio de alternabilidad democrática que suscribe este sistema de libertades.  En la época de la democracia representativa, la democracia era más sólida que en estos tiempos de democracia participativa, por cuanto esa participación no puede ser espontánea ni contraria a la ideología revolucionaria, porque el destino de los disidentes  es la muerte, la cárcel y la tortura o simplemente la aniquilación como ser humano y ser social.

El primer mandatario venezolano no es licenciado ni ingeniero. Mucho menos un letrado y conocedor de la historia y geografía nacional,  pero en el ámbito político es astuto y calculador. Es intransigente, osado y atrevido, hasta el punto de utilizar todas las artimañas políticas o jurídicas para mantenerse en su cargo como Presidente de la República, Jefe del Estado y Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional.  Esas características quizá  las desarrollo durante   su formación política en la isla de Cuba.  Tal vez por eso, no tiene  escrúpulos para desechar la ley vigente y exigirle a sus acólitos del Tribunal Supremo de Justicia crear un estamento jurídico acorde con su visión totalitaria de gobernar.

A pasos agigantados y sin temor alguno,  Nicolás Maduro avanza hacia la construcción y consolidación del Socialismo del Siglo XXI, al estilo cubano. Pareciera que todo estuviera dispuesto ya para la imposición de ese régimen totalitario que sólo ha originado atraso, hambre, pobreza, miseria y muerte de los venezolanos, pues el haber movido a Delcy Rodríguez hacia la vice presidencia de la República afirma más su forma radical  de hacer política, al tiempo que le permitió a otro personaje aún más radical, caudillesco, vengativo y totalitario, como   Diosdado Cabello, encargarse de la Asamblea Nacional Constituyente, con la finalidad de avanzar en la aprobación de la constitución nacional redactada por los constituyentistas, sin ninguna dificultad. Una constitución de contenido netamente pro comunista, con  restricción total a las libertades humanas, consagradas en la Carta Magna de 1999.

Con la rotación de sus cuadros políticos, Maduro demuestra a los representantes de los países que le han sancionado tanto a él,  como a su esposa, Cilia Flores, compañeros de partido y hasta su más acérrimo contrincante político  muy cercano,  Diosdado Cabello, que esas medidas no le ponen trémulo ni le impedirán continuar con sus aspiraciones totalitarias del poder, aunque para eso tenga que terminar de destruir lo poco que queda levantado en Venezuela. Les da a entender que esas sanciones no les debilitan como político y que hace caso omiso a las serias acusaciones  que sobre ellos pesa en materia de violación de derechos humanos, corrupción y narcotráfico. Posición oficial que revela, una vez más, su sentir antidemocrático, por cuanto un demócrata escucha las quejas,  se aparta del poder y coadyuve con las investigaciones pertinentes para adecentar su política gubernamental y enfrentar dignamente cualquier responsabilidad ante los hechos, tal y como hizo el presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, ante las denuncias sobre el pago de sobornos que le hizo la empresa Odebrecht.

El máximo jefe de Miraflores, al contrario, se ha aferrado más al poder luego de esas acusaciones. Es como si esas denuncias no fuesen con él y los demás sancionados, porque no se cree culpable ni culpa a sus ministros y demás compañeros de gestión y de ideología de todas las desgracias vividas hoy por el pueblo de Venezuela a causa del manejo doloso de los recursos públicos y el enriquecimiento de una nueva élite de la sociedad venezolana, los llamados boli burgueses. Ni él, como presidente de la República ni sus aliados en el gobierno y funcionarios de los demás poderes que le apoyan y le rinden cuentas aunque no les corresponda, no se consideran responsables del mal funcionamiento  del suministro  de electricidad,  agua potable, telefonía fija y telefonía celular, así como la no prestación del servicio de aseo urbano  y demás servicios públicos que fallan constantemente por la falta de mantenimiento e inversión,  pues para huir de sus responsabilidades frente a esa desidia le achacan esas fallas a una supuesta guerra económica y a un sabotaje constante que en 20 años de gobierno no han podido controlar, pese a que muchos funcionarios de las fuerzas de seguridad del Estado aprueban todas esas inconstitucionalidades cometidas desde el Alto Gobierno. Además cuentan con grupos paramilitares que defienden sus arbitrariedades e inconstitucionalidades y fueron creados para defender a ultranza la revolución bolivariana. Frente a tal panorama, cabe preguntarse, podrá Nicolás Maduro implantar el Socialismo del Siglo XXI sin dificultad o son esos problemas el escenario perfecto para instaurarlo?

 




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