La materia negra que cohesiona al chavismo es el poder. Sus disputas llegan hasta donde pongan en riesgo su conservación. La pugna actual, implica a dos polos que expresan la raíz de las discordancias: el de quienes proponen ajustes al modelo ante sus consecuencias destructivas y la presión internacional y el de quienes convirtieron en su interés principal obtener riquezas de la corrupción y otras actividades delictivas.

La lucha interna se desenvuelve, con sus grises, en cuatro instancias: en las altas esferas; en instituciones con miembros detenidos en esta operación; entre militantes intermedios y en la base popular chavista. La motivación principal, los efectos buscados y el límite establecido son diferentes en cada instancia.

La versión oficial apunta a mafias burocratizadas que propaganla corrupción por todo el cuerpo del Estado. Lo que Maduro devela no es solo una traición al proyecto sino también una muestra de su descomposición. Sus decisiones van más allá de la detención de un chinito, pero no está claro si solo perfeccionael rutinario simulacro de lucha contra la corrupción o si es unmovimiento del presidente para iniciar un juego contradictorio hacia una apertura que le interesa al régimen.

Este segundo rumbo es positivo para el chavismo y beneficioso para la oposición y el país. Le conviene a Maduro porque le permitiría aparecer como el presidente que conduce un esfuerzo para corregir a una revolución que fracasó. Puede lograrlo si da señales fuertes de adhesión a los valores democráticos, abandona el cepo estatista y desplaza la visión de socialismo de la eliminación de la propiedad privada a la creación de empleo, revalorización del salario, seguridad social confiable, sistemas eficaces y modernos de salud, educaciónde calidad y acuerdos con todos los sectores involucrados en la generación de riqueza privada y bienestar social

No es la única opción del régimen. Puede continuar su plan de debilitar y promover la división de la oposición, lo cual le podría darle el triunfo, pero no gobernar para asumir su desafío histórico personal: convertir al chavismo en una fuerza democrática de cambio, una exigencia de sectores chavistas minoritarios y una aspiración que se abre paso subterráneamente.

La cruzada le permite al presidente candidato lograr cuatro propósitos: recordar quien es el que tiene la mano de hierro; lavarle el rostro al gobierno para mejorar su imagen internacional; rescatar y ampliar sus apoyos electorales en el chavismo y recomponer la relación de fuerzas con una alianza interna que aumente su poder de decisión. Pero el quinto, que nunca es malo, podría ser formar parte del grupo de presidentes progresistas de América Latina.

Estos son escenarios probables. La oposición no debe reducir su análisis ala versión lucha entre bandas, porque aun si es cierta ignora que el reparto viene del poder. Es una respuesta que deja de lado el sentido político y desvía el análisis de cómo obtener provechos para la estrategia global de ir a unas elecciones con chance de victoria, con soluciones viables, un discurso que emocione y una voluntad de entendimiento entre oposición y chavismo.

La situación propicia pasar de la contemplación a mover un mensaje positivo hacia el territorio bajo dominio oficialista y hacia los mayoritarios sectores independientes indispensables para materializar el triunfo posible. Tenemos mucho por corregir ahora para ganar después.




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