“Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”. Edmund Burke

El mal (del latín malum), es una condición negativa atribuida al ser humano que indica la ausencia de moral, bondad, o afecto natural por su entorno y quienes le rodean; también implica contravenir deliberadamente, usando la astucia, los códigos de conducta, moral o comportamiento oficialmente correctos en un grupo social…

Tal vez por tal razón argumentaba J.J Rousseau que no hacer el bien ya es un mal muy grande. Y quizás cuando el político irlandés Edmund Burke colocó la frase que ahora nos sirve de epígrafe no imaginó que sería repetida, a lo largo de varios siglos, para alertar ante el conformismo, la estulticia, o la indiferencia como la simple reacción de la gente sana ante acontecimientos aberrantes, injustos y canallas que se limitan a pensar, al voltear la vista en otra dirección: “esto no es conmigo”, “es mejor ni opinar”, “él se lo buscó” o «¿Para qué se metió en eso? »

Sabemos bien que el régimen emplea toda su malvada maquinaria en disgregar las fuerzas que puedan poner en peligro su autoridad y poder; y la Primaria es un claro ejemplo de ello. De allí pues, ruin empeño, al dedicarse, mediante viles amenazas, con las que pretenden frenar este cívico proceso que en Venezuela entera se llevará a cabo el próximo 22 de octubre. Por eso echa mano de la represión para controlar y atemorizar a sus oponentes, en cuanto sujeto y organizaciones, y para atemorizar y neutralizar al resto de la disidencia; y de todos aquellos que puedan sentirse identificados con algún aspecto de las personas hostigadas o bien, víctimas de la represión y expresar solidaridad.

De allí esos sentimientos de desaliento, de temor, de angustia y hasta de desesperanza que podrían llegar a paralizarnos, al recorrer ese sinuoso camino de situaciones de incertidumbre o temor que nos conminan a la deserción ciudadana. Para el célebre pensador Spinoza, la razón debería ser una guía para no depender de tan sólo de la esperanza, sino para quebrar el encadenamiento al miedo.

Así las cosas, ante tales amenazas tan solo se impone romper el miedo y seguir luchando. No hacerlo será dejarle el campo abierto al modelo de dominación que nos conduce por tan nefasta ruta. En el ambiente que nos toca vivir, de temerosa incertidumbre y obscuridad, hay que conservar la luz que genera lucidez, que ilumina los caminos arriesgados que hay que recorrer, si no con certidumbre, al menos con dignidad. Ni el miedo, ni la resignación, ni la depresión y menos aún la desesperanza deben ser componentes de la vida de los venezolanos.

Por eso, de la capacidad de resistencia, de la conducción inteligente, de la imaginación crítica, dependerá la existencia del país que anhelamos y merecemos. Este es el tiempo de la verdadera unidad y solidaridad con esos hombres y mujeres que recorren nuestra geografía nacional llevando las propuestas de un país mejor.

Pero, sobre todo, ser solidarios con cuantos están dando lo mejor de sí en esta dura lucha, los que y han arriesgado y arriesgan sus vidas o su libertad, sus bienes y su seguridad, esos conocidos o anónimos que merecen nuestro mayor respeto y nuestro mayor estímulo, solidarios con todos los que están luchando, cada uno a su manera, porque aquí cada uno lucha de acuerdo a las condiciones que tiene para luchar.

Estos son tiempos que nos obligan a tomar conciencia que esta lucha no es fácil, pero que de aquí en adelante ni la indiferencia, la pasividad, la aquiescencia ni el pusilánime derrotismo serán permisibles ni admisibles; son tiempos de exigir a los líderes demócratas unidad, coherencia y direccionalidad, así como firmeza en su accionar, puesto que el derecho de la ciudadanía a escoger la que considere la mejor alternativa, es un derecho inviolable.

Manuel Barreto Hernaiz




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