La economía como ciencia, debe y tiene que jugar un rol fundamental en la recuperación de este disparate de país, no basta con estudiar solo los temas de la arrogante macroeconomía, sino trascender al impacto que en materia de toma de decisiones, resolución de situaciones básicas de intercambio y sobre todo fijación de precios, supone vivir en un país sin moneda por ende sin referente para las transacciones y el intercambio comercial elemental, una sociedad por consiguiente sin reservas de confianza, que acude a una muerte prolongada y dolorosa del dinero como institución social.

La totalidad de los colegas, considera que el bolívar se encuentra muerto o al menos en terapia intensiva, son verdades que huelga manifestar la moneda nacional perdió cualidades de reserva de valor y de allí su repudiabilidad, tras el cumplimiento de treinta y seis meses de hiperinflación, una de las más largas y siniestras del planeta, así lo definen“Haslam P yLamberti R 2018 Editorial Cyngular”, en su obra “ Cuando el dinero destruye Naciones”, al asumir que la hiperinflación venezolana es la más larga, compleja, violenta y dolorosa realidad que le haya tocado vivir a un ciudadano y de allí la destrucción de la cualidad vertebral del bolívar ya no es medio de reserva de valor, obviamente dejó de ser unidad de cambio, pues no es capaz de atesorar valor, que a la postre permita adquirir bienes y servicios en el mercado y casi ya no posee cualidades como unidad de cuenta o patrón contable, pues resulta inmanejable para los contadores realizar los registros de operaciones financieras en este foso de nominalidades.

Muchos hemos abordado el tema de la dolarización fáctica, asimétrica y transaccional, pero el tema subyace en el daño microeconómico en lo que corresponde a la fijación de precios y tarifas, los patrones para tal proceso están absolutamente fracturados, vemos como la repudiabilidad hacia el bolívar es tan evidente que ni siquiera se aceptan las conversiones a la tasa del mercado paralelo, el cual en muchas oportunidades ha quedado por debajo del marcados oficial. El Banco Central reitero es un ente incapaz de aplicar una política monetaria coherente, creíble y sostenible, no existe equilibrio de correlación y coexistencia, eso que se define como consistencia dinámica, la emisión de liquidez en el período del 20 de Noviembre al 27 del mismo mes, alcanzó los 9,88%, frente a un agotamiento de las Reservas Internacionales del 0,12%, con lo cual se decanta el camino, hacia este desastre monetario sin precedentes que pone de cabeza la importancia y función del órgano rector, en tal sentido es el Banco Central de Venezuela un amasijo de concreto, en la Avenida Urdaneta del Centro de Caracas.

En medio de este monumental daño, las consecuencias en términos microeconómicos se expanden como un carcinoma sobre la estructura de formación de precios y tarifas, los prestadores de servicios con rentas variables aplican disparates a los precios, de los servicios cuya prestación no ameritan una educación formal o un proceso de capacitación que suponga la inversión de tiempo y dinero, para la formación de haberes y saberes, así plomeros, albañiles, mecánicos, electricistas, servicios domésticos, gastos de condominio y seguridad, son fijados al capricho como si existiera paridad de 1:1, entre el irrelevante bolívar y el dólar.

Estos precios y tarifas son facturados, a una población que devenga rentas fijas las cuales por mucho que empleadores privados intenten bonificar en moneda dura, jamás se equiparan al desaguisado de quienes fijan los precios de sus servicios en dólares, así pues un plomero puede facturar por destapar una cañería de aguas blancas o negras, cifras que oscilan entre cincuenta a cien dólares, un electricista cobra treinta dólares por cada punto de luz, un mecánico entre doscientos a quinientos dólares, mientras un profesional con una carrera larga, no puede facturar más de cincuenta dólares por sus servicios y las bonificaciones en dólares jamás sobrepasan los cien dólares, somos una entelequia social, una economía enferma, esquizoide y desigual.

Cuando se habla y se preconiza,  la tan deseada dolarización vale la pena preguntarse si la misma coexistirá con estas distorsiones, las cuales provienen de un proceso perverso de hiperinflación sostenido, destrucción dineraria y explosión de la estructura de precios, misma que desde luego ha hecho dinámicamente inconsistente a la estructura de asignación del valor, en términos de la más elemental filosofía histórica de la economía, pero que conviene aclarar que es imposible se apliquen efectos de especulación a una moneda como el dólar, la cual mantiene indemnes sus cualidades monetarias, no existe la inflación en dólares, es inaceptable especular en esta moneda, la distorsión subyace en le velocidad de ajuste de los precios domésticos, pero en el País cobrar en moneda externa, como si la misma se tratase de billetes de monopolio, es una praxis por lo menos repudiable, que se anexa al proceso de daño antropológico desde la esfera ética que atenta en contra de la sostenibilidad de la racionalidad del homus economicus.

Bien conviene esta lección, en un país en el cual un docente Universitario a dedicación exclusiva y con categoría titular percibe 4,4 dólares al mes, un país en el cual un maestro devenga 2.5 dólares al mes y un médico adscrito al sistema público de salud, no percibe más de 5 dólares mensual, en el caso de quienes facturan en consultas privadas y tienen especializaciones en áreas muy poco comunes, como es el caso de un hematólogo, no cobra más de 80 dólares la consulta. Mientras tanto el ejercito de los perceptores de renta variable, quienes ofrecen los servicios propios de un oficio, que no requiere profesionalización ajustan precios a valores realmente disparatados sin comprender, que aquellos que les contratan son perceptores de rentas fijas y por ende su radio de acción para hacer frente al monto, de los servicios demandados les deja fuera del mercado.

En fin Venezuela es un país sin moneda y sin confianza, somos un ex país algo que se niega a morir, mientras el caos económico nos sigue sumiendo en confusión como resultado de la neolengua de la dominación, este fenómeno de dolarización absurda seguirá dándose bajo la mirada cómplice del régimen, quien es el gran perceptor de esta renta, a través de las estaciones de servicios dolarizadas en las cuales, no se aceptan bolívares y en el manejo del “Petro”, como emisión de deuda atada a una caprichosa cotización de sesenta dólares, desde cuya postura se estrangula al poco sector comercial y empresarial, quien aún se mantiene en pie.

“Mucha gente quiere que el gobierno proteja a los consumidores. Un problema mucho más urgente es proteger a los consumidores del gobierno.” Milton Friedman

 




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