Pasan los años, cambian las condiciones socio-económicas de los países pero la extrema izquierda nunca ha cambiado en el curso de la historia. Se murió Stalin, desapareció la URSS, se cayó el muro de Berlín, ya no existe (oficialmente) el partido comunista, dejando en su lugar una serie de partidos con razones sociales distintas, que se declaran falsamente “democrático, han aparecidos en la escena política líderes nuevos bajo diferentes banderas pero la esencia negativa de la izquierda ha permanecido intacta.

Y cuando hablo de “esencia negativa” me refiero a la intolerancia hacia los que son diferentes, que piensan distinto, al convencimiento de ser los mejores, de tener siempre la razón, al miedo de enseñar lo podrido que tienen por dentro, al rechazo a confrontarse con todos los que ponen en tela de juicio la superioridad de los “rojos-rojitos”, a la rabia, al rencor, a la repulsión, al odio, a la excomulgación para todos los que no están dispuestos a someterse a las órdenes del líder del momento, a la falsa presunción de considerarse democráticos.

Y así, con esa  petulancia típica de las personas engreídas que no aceptan el diálogo porque se consideran en lo justo, no han tomado conciencia de que convertir al pueblo con falsas promesas, con ofrecimientos falaces, con engaños, en una masa al servicio de una idea  irrealizable o de un mito representado por el líder del momento,  es la antítesis de la misma democracia.  Winston Churchill, primer ministro  inglés durante la segunda guerra mundial,  solía decir que el social comunismo es un sistema cuya filosofía es el fracaso, su credo la ignorancia, su prédica la envidia, y  su “virtud” (puesto entre comillas) la distribución igualitaria  de la miseria. Y la historia le ha dado la razón porque desde octubre de 1917, fecha de la Revolución rusa, en ningún país regido por una administración de extrema izquierda, desde la URSS soviética hasta todos sus ex países satélite ubicados del otro lado de la cortina de hierro, desde la Corea del Norte hasta la Cuba castrista y ahora la Venezuela del socialismo del siglo XXI, ha habido paz, libertad y prosperidad!

Y así el color “rojo rojito”, símbolo de esa ideología totalitaria destinada inevitablemente al fracaso, ha contagiado toda la vida nacional, la seguridad, la propiedad privada, la familia, la educación, la magistratura, la cultura. Y lo grave, lo inmensamente grave es que todavía hay gente, incluyendo profesionales y gente preparada, que no han tomado conciencia de que el comunismo ha sido una ruina moral, ha sido una monstruosidad en el signo de la mentira para ocultar alevosamente cualquier forma de verdad!

Desde Italia – Paolo Montanari Tigri




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