Casa de los Celis, en la calle Soublette con Comercio. Foto Luis Cabrera

Inicio de la década de los 70. 4:00 de la tarde. En la Plaza de Toros Monumental de Valencia no cabía un alma. Toreaba Manuel Benítez, “El Cordobés”´y un gentió quería disfrutar de la magistral faena del diestro español.

Este espectáculo taurino fue el primero en lograr un lleno total en esta plaza con capacidad para 25 mil personas, inaugurada en 1968.

Hay una máxima según la cual todo tiempo pasado fue mejor, y los valencianos lamentan que se pueda aplicar perfectamente a nuestra ciudad, al menos en cuanto a espectáculos públicos se refiere. Sobre todo esos que se montaban en la plaza de toros y que ya quedaron atrás, pero no en el olvido para mucha gente.

De esas vivencias y de las infraestructuras que los cobijaron hoy quedan muy pocas en pie y las que existen evidencian un grave deterioro producto de años de abandono.

Los amantes de la tauromaquia recuerdan las faenas protagonizadas en la década de los años 70 por grandes astros como Antonio Ordoñez, Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Paco Camino y Diego Puerta entre otros, muchos de los cuales salieron en hombros de la plaza.

En los 80 continuaron las grandes corridas de toros, que incluyeron la presentación de Bernardo Valencia, José Ortega Cano y Cristina Sánchez, entre otros.

Archivo El Carabobeño

Pero la plaza no solo sirvió de escenario para las corridas, sino para otro tipo de espectáculos musicales. El sábado 3 de octubre de 1973 se presentó Santana, y si bien es cierto que el músico no logró un lleno total del coso, por lo menos lo hizo con tres cuartas parte. Fanáticos de diferentes estados del país y hasta de naciones cercanas, comenzaron a llegar a Valencia dos días antes.

Las desaparecidas Ferias de Valencia incluyeron presentaciones de famosos artistas en la plaza, sobre todo después que el exalcalde Francisco “Paco” Cabrera procediera a su remodelación.

La del tenor Luciano Pavarotti, junto a la Orquesta Sinfónica de Carabobo y la Filarmónica de Carabobo fue una de las más memorables.

El público valenciano también se deleitó en la plaza con las presentaciones de Juan Luis Guerra, Carlos Vives, Juanes, Oscar D´ León, Cheo Feliciano, Gilberto Santa Rosa, el mimo Marcel Marceau, Simón Díaz, Alejandro Fernández, Servando y Florentino, Simón Díaz y Soledad Bravo entre otros.

Uno de los últimos espectáculos presentados, en el año 2012, fue el del afamado director de orquestas, Gustavo Dudamel, acompañado por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Sinfónica Juvenil de Carabobo, que atrajo la atención de espectadores de distintos estratos sociales.

La plaza sigue en su sitio, pero lamentablemente en los últimos años no se le ha dado uso alguno, en cuanto a espectáculos públicos se refiere. En la actualidad estamos en medio de una pandemia, pero cuando pase, las autoridades  deberían tomar en cuenta que la población necesita recreación.

A la plaza de toros de Valencia no se le da ningún uso. (Foto Bryan Pinto)

El Hipódromo de Valencia

A pocos metros de la plaza de toros está el Hipódromo Nacional de Valencia. Los amantes del hipismo celebraron por lo alto cuando esta estructura fue inaugurada en el año 1983.

Todos los fines de semana, pero sobre todo los viernes, este espacio con capacidad para 18 mil personas, recibía a cientos de fanáticos del hipismo, quienes se distribuían en las dos tribunas para ver las carreras y, por supuesto, apostar.

Las carreras eran a las 7:00 de la noche, pero a las 5:00 de la tarde ya se dificultaba conseguir un puesto en los espaciosos estacionamientos.

El Clásico Hipódromo Nacional de Valencia se jugó en el año 1983 y lo ganó el caballo Tintoreto, conducido por Angel Franlcisco Parra. La narración estuvo a cargo del inolvidable Ali Khan, al igual que la de muchas otras.

 

Foto archivo El Carabobeño

Con bastante regularidad los fines de semana se organizaban clásicos en nombre de diferentes instituciones públicas y privadas de la ciudad, por lo que allí concurrían personalidades del mundo político, cultural, económico, social y hasta universitario.

Los asistentes disfrutaban de poco más de dos minutos de emoción en cada carrera.

Con el paso del tiempo la actividad hípica en la ciudad fue decayendo y con ello las instalaciones del hipódromo. Aunque amantes de esta actividad señalan que se está recuperando para abrirse de nuevo al público.

El Teatro Guaparo

Si hubo un cine que se consideraba de lujo en Valencia, ese fue el Teatro Guaparo,  en la avenida Bolívar norte. Los mejores estrenos estaban destinados a esta sala, a la cual podía asistir quien tuviera para pagar la entrada, pues no había otro tipo de requisitos para ingresar. El público tenía especial preferencia por este cine, además de las películas que proyectaba, por el confort que ofrecían sus espacios.

El estreno de películas como Terremoto, en el año 1974; Tiburón, en el 1975 y E.T en el 1982, hicieron que en los alrededores del teatro se formaran grandes colas de espectadores, durante horas, para entrar.

 

El Teatro Guaparo abandonado por completo. Foto Luis Cabrera)

A principio de la década de los 90, la edificación fue cedida a la organización Pare de Sufrir, que por cierto tiempo realizó allí sus actividades religiosas, pero luego fue abandonada. Allí se encuentra la estructura, deteriorándose poco a poco, como una especie de monumento a lo que en otrora fuera uno de los sitios de esparcimiento preferido por los valencianos.

El público tenía a su disposición, en las décadas de los 70 y 80, varias salas de cine. Frente a la plaza Bolívar estaba el Cine Centro, en una esquina el Teatro Imperio y un poco más allá, por la calle Constitución, el Cine Tropical, aunque este último de menor renombre.

Los autocines de Valencia

En Valencia hubo también varios autocines: Cinecar en la avenida Paseo Sesquicentenario; Cineauto Autocine en Guataparo; Movilcine, frente a la urbanización Kerdell; La Florida, en la avenida Lisandro Alvarado y Castillito, en San Diego.

 

Fachada de lo que fue el autocine Guataparo. Foto Luis Cabrera

El último en construirse y también en desaparecer fue el autocinema de El Trigal. Los años de esplendor de estos espacios dieron paso al abandono, característico de muchas infraestructuras de la ciudad

Lo que queda de lo que fue el autocinema Guataparo. (Foto Luis Cabrera)

En la avenida Bolívar también estaba el Cine El Viñedo, el Teatro Alfa, H.S Center. En el centro comercial Siglo XXI de La Viña, también estaba otra sala de cine, que sumados a los autocines, conformaban una gran variedad de este tipo de atracciones, para que el público escogiera.  Ahora a Valencia solo le quedó el Cine Patio Trigal.

Teatro Imperio

El antiguo Teatro Imperio sin actividad. (Foto Luis Cabrera)

El Teatro Imperio fue tomado en el año 2005, por un grupo denominado Frente Revolucionario Artístico Patria o Muerte, Frapom, que se apoderó del espacio para que allí funcionara el Teatro Insurgente Cristóbal Ruiz, que hasta los momentos ha tenido prácticamente nula actividad.

Además de los cines, los jóvenes de los 70 y 80 podían acudir a las discotecas Safari, Le Chat, Barbarela, La Sorciere y Ross and Flawer, entre otras, de las cuales solo queda Le Chat.

Un sitio de especial predilección por la juventud de esa época, fue el Terminal de Guataparo, ubicado en el noroeste de la ciudad, donde se concentraban todos los fines de semana no solo gente de Valencia, sino de otras ciudades cercanas.

Era lo máximo disfrutar de espectaculares fiestas en ese sitio, teniendo como fondo el dique de Guataparo. Este reservorio de agua aún permanece en el mismo sitio y es utilizado para alguna prácticas deportivas, pero las instalaciones del club se encuentran completamente deterioradas. Incluso le falta parte del techo.

El Terminal de Guataparo fue escenario de grandes fiestas valencianas. (Foto Luis Cabrera)

Son recuerdos memorables de la Valencia de ayer. No se trata de intentar volver al pasado y que la ciudad no cambie. Claro que debe cambiar pero positivamente, sin dejar que se pierdan espacios que sirven para la distracción de la ciudadanía y que pueden ser recuperados por el bien de todos.

Además, el aporte histórico de muchas de estas estructuras compensa los recursos a invertir. Ahora hay mayor población que en las décadas de los 70 y 80, pero menos sitios para disfrutar y para aprender.

 




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