Se calientan las calles de San Cristóbal, el estado Miranda, Caracas, Apure, Valencia, Barquisimeto, Cabudare y Maracaibo por el fervor de los opositores en contra del gobierno de Nicolás Maduro, quien cuan gobernante represor y antidemocrático no escucha las demandas de un pueblo hastiado de su desgobierno, sino que manda a activar las tanquetas militares opresoras, con  un nuevo plan asesino llamado Zamora, para liquidar a la ciudadanía que solo exige dignidad para su vida, respeto por la constitución nacional,  restitución de la democracia y las libertades públicas.

Respuesta cobarde de un mandatario que no respeta su investidura presidencia  y actúa en la política tan cual habla, cargado de errores su léxico y de ironía su interpretación a cualquier accionar ciudadano que grita a voces su renuncia y elecciones ya. Por eso, se burla descaradamente del estudiante de la universidad Central de Venezuela, llamado Hans Wuerich, quien se desnudó y  encaramo en una tanqueta de Orden Público de la Guardia Nacional Bolivariana, en la marcha opositora, el pasado 20 de abril, cuando se encontraban en la autopista Francisco Fajardo, para demostrarle al mundo que todos quienes le acompañaban en esa manifestación iban como él,  sin armas bélicas y con la única pretensión de pedir justicia y el regreso de la Venezuela libre, democrática, pluralista y repleta de alimentos hasta para regalar, que la revolución bolivariana sepultó con sus políticas púbicas erróneas.  Sin embargo, lo único que recibió, además de las insolencias del Jefe del Estado, fueron perdigones que tapizaron  su espalda, pero que no puso trémulo su valentía, brotantes de las armas disparadas por militares,  los cuales, al parecer, comen tres veces al día, no les afecta la inflación y la delincuencia no les ha apagado la vida a ningún familiar ni la carencia de dinero,  alimentos y medicinas  existe en sus hogares.

Su visión frente a la crítica, en consecuencia,  es  opresión  y represión bestial a través del aparato represivo del Estado establecido e institucionalizado por quienes  bautizaron a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana como chavista, socialista y antiimperialista.  Y,  muy especialmente, mediante grupos paramilitares adoctrinados y formados por los radicales del gobierno para defender la revolución, masacrando, sin ninguna timidez ni pudor, a quien no comulgue con la perversidad, el cinismo y la esquizofrenia política de quienes desde el Ejecutivo Nacional creen gobernar al país.

Ni tanquetas dirigidas por militares no alineados con los mandamientos constitucionales y    los prescritos por Dios en la biblia,  ni las amenazas cobardes de un  Jefe del Estado que quiere esconder el levantamiento social en su contra con una  cadena presidencial colmada de puras infamias contra un pueblo noble cansado de sus sandeces, o bailando al son de las balas que asesinaron a tres jóvenes, este 19 de abril y otros tantos en las distintas manifestaciones realizadas en el país,  no detiene a esos venezolanos que están dispuestos hasta morir por la libertad y un futuro digno para ellos, sus futuros hijos y nietos. Ni las balas, ni los perdigones y bombas lacrimógenas lanzadas por uniformados de verde y de azul o por ese grupo de delincuentes desarmados moralmente y armados con armas de guerra aportadas por funcionarios del gobierno nacional para defender a la revolución, no amilanan a los marchistas  ni callan su verdad: deseos de vivir en libertad, en paz y sin el hambre a la cual le han sometido los revolucionarios a punta de ineficacia, robo descarado, corrupción, pillaje, arbitrariedad e ilegalidad.

Esos esbirros del tirano que desde Miraflores desmiente el descontento popular e inventa un golpe de Estado que lo quiere tumbar, con apoyo del imperio norteamericano,   disparan  sin entender que se disparan a ellos mismos, porque también en los cuarteles están pasando las mismas necesidades de la población y el  hambre no cesa en sus estómagos, pese a pagar el rancho; reprimen sin entender que por cada bala disparada y  cada bomba lacrimógena lanzada sin medir las consecuencias,  se están creando un prontuario delictivo que no prescribe y se convierte en justicia cuando crujen los tribunales de La Haya. Disparan sin saber que al hacerlo están defendiendo un gobierno que más tarde los asesinara a ellos también o deshonrara como militares, si no acatan órdenes tan iguales o peores que matar, como el traficar drogas y enriquecerse ilícitamente por medio del narcotráfico y la corrupción administrativa.

Será por saber eso que la fiscal Luisa Ortega Díaz sale de su escondite para   expresar tímidamente  la  necesidad que hay de no reprimir las manifestaciones? Ella sabe que en materia de derechos humanos nada es incólume. No obstante, aun sabiéndolo no es capaz de agarrar el toro por los cachos e imponer su autoridad a quienes comandan desde el Poder Ejecutivo la muerte y la masacre de un pueblo que solo lleva la bandera nacional como arma, la carta magna como quía para defender su derecho a la protesta consagrado en su articulado y un clamor a Dios en sus labios para que les resguarde de una bala asesina y mortal.  Será miedo  de perder el cargo que le impiden a la fiscal  ejercer sus competencias sobre quienes mandan en el Poder Ejecutivo?  o será que pretende  pasar a la historia como cómplice y testigo de los desafueros militares, milicianos y policiales? o será que no le importa enfrentar los mismos cargos que en los tribunales de justicia también enfrentaran los colectivos por asesinar a mansalva y sin ningún plurito emocional ni miedo a un cargo delictivo, a quienes consideren enemigos del régimen madurista o la revolución bolivariana?

Durante estos días de protesta ciudadana, el pavimento de  autopistas y calles  de varias ciudades del país quedó manchado de la sangre de jóvenes malvadamente asesinados por el simple hecho de marchar a favor de la civilidad y en contra de una tiranía que les cortó por siempre su respirar y sus sueños y  deja en los venezolanos que aún están vivos en la incertidumbre de lograr sus metas y proyectos, por cuanto la delincuencia, el hambre y cualquier enfermedad les amenaza cada día con morir prematuramente.  Otros fueron obligados a través de balas, perdigones y gases lacrimógenos a  convivir por momentos con bacterias, hongos y la gran contaminación habida en el río Guaire, donde se lanzaron para huir de la barbarie bélica y sin pensar en las consecuencias mortales que su vida tendrá si fueron alcanzados por la putrefacción de ese sistema cloacal.




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