Alrededor de 80 familias viven desde 2018 en lo que sería el Centro Comercial Nueva Granada, cuya construcción paralizó hace casi una década. Desplazados por la crecida del río Caroní y guayaneses que no pudieron pagar alquiler en dólares, son algunos de los ahora residentes de lo que llaman Villa Venezuela.

Ausencia de servicios básicos

Según la Encuestadora de Condiciones de Vida (Encovi) para 2018 estimaron que un 10% de la población vive en viviendas edificadas con materiales precarios, 10% en condiciones de hacinamiento y 11% no cuenta con seguridad jurídica sobre la propiedad. Todo esto, consecuencia de la emergencia humanitaria que tiene a un 94% sufriendo insuficiencia de ingresos económicos. Los habitantes de esta invasión se encuentran formando parte de esta estadística, reseña Correo del Caroní.

zuela en uno de sus trabajos mencionó cómo la corrupción en materia de salud se situaba en distintos focos, entre ellos: la construcción y reparación de infraestructura hospitalaria, selección a conveniencia de proveedores, importación, distribución y mantenimiento de equipos médicos y medicinas y uso político de los programas de salud, que dejaron como consecuencias un aumento de enfermedades y pocas medidas de control y prevención.

Centro Comercial Nueva Granada

Entre dos urbanizaciones del noreste de Puerto Ordaz, al lado de lo que otrora fuese el próspero Delicateses La Fuente, estatizado en 2010 y hoy en ruinas, una alta maleza rodea la infraestructura de lo que sería el Centro Comercial Nueva Granada: una estructura comercial de tres niveles, y estacionamiento vertical, hoy convertido en refugio de unas 80 familias que han hecho de la obra gris su nueva casa y bautizado con el nombre de Villa Venezuela.

La empresa Promotora Granada, propiedad del editor del diario Nueva Prensa de Guayana, Rubén Gamarra, y su entonces esposa, Jalousie Fondacci, comenzó la obra en 2006 en uno de los mejores momentos del sector construcción en Ciudad Guayana. Tras la muerte de Gamarra en 2008, la estructura quedó a medio concluir y, después de un litigio legal, la compañía pasó a manos de sus herederos.

Casi 10 años después de la paralización, el centro comercial fue invadido y bautizado como Villa Venezuela. En principio, por desplazados de Puerto Libre y Los Monos, afectados por la crecida del río Caroní. De acuerdo con los residentes, las pocas respuestas habitacionales del Estado no les dejaron otra opción que migrar a donde -al menos- tuvieran un techo.

Villa Venezuela está dividida en dos sectores: en el medio de los dos edificios hay un espacio de tierra y piedras en el que niños juegan a las metras, cerca de la alcantarilla en la que desemboca una parte de las aguas negras de la estructura.

l salario mínimo integral es de tan solo 450 mil bolívares (6 dólares) de acuerdo al último aumento realizado por el Ejecutivo nacional.

El edificio más cercano a la entrada principal es el más afectado. En los pisos de arriba, la lluvia ha ocasionado que el techo se debilite, toda la humedad ha traído consigo gran cantidad de moho, lo que ha repercutido con enfermedades respiratorias. Las edades son variadas. Desde recién nacidos hasta personas mayores de 70 y 80 años, quienes son los más afectados por los brotes de enfermedades que en Villa Venezuela surgen.

Las servicios básicos son escasos, para el agua tan solo tienen acceso a una tubería que no alcanza para abastecer a todas a las familias, por ello, tienen que hacer uso de tambores y pimpinas que les permitan recoger al menos mientras se pueda. A pesar que muchos saben que el agua no tiene estándares mínimos de calidad, son pocos quienes pueden pagar agua potable, lo que ha traído consigo innumerables enfermedades. Bronconeumonía, sarna, dengue, paludismo, vómito, diarrea y hasta llagas en la piel son las principales afectaciones que repercuten a esta comunidad, niños han quedado complicados al no haber garantías de salud y no poder costear medicamentos y atención médica privada.

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