Aun cuando a nuestra sociedad se le considera portadora de grandes valores humanos y democráticos, con fuertes manifestaciones de solidaridad y vínculos, con un espíritu contestatario y de creatividad, en esta misma sociedad -la nuestra, venezolana- se han desarrollado sectores sociales con crecientes conductas evasivas y de resignación, como si hubiesen aprendido a sobrevivir con escasas esperanzas.

Hay argumentos que aclaran la situación: Vivimos en una sociedad acosada por la crisis económica, con elevada inflación y carencias materiales, con un acentuado deterioro ético y moral, con criminalidad promovida, con estrés social y personal, y con la crisis emocional de muchos ciudadanos. Ante esta situación, los diversos segmentos sociales ven afectados sus sentimientos y pueden reaccionar con violencia, arremetiendo unos contra otros, sin embargo, esta no es siempre la respuesta presente.

Al contrario, ocurre que las presiones y la violencia se dirijan, a veces, hacia ellos mismos. La expresión más devastadora de esta clase de violencia auto dirigida puede comenzar con las evasiones y la depresión pero, finalmente, también podría acabar en el suicidio. El suicidio es, típicamente, violencia auto dirigida: ¡La emprendemos contra nosotros! Pero, los suicidas potenciales a menudo son reconocibles antes de que intenten acabar con sus vidas. En otras palabras, el suicidio, es prevenible. Un buen primer paso preventivo es reconocer las señales de advertencia; y un siguiente paso es obtener ayuda, y asegurarla. Entre las señales de advertencia encontramos la violencia potencial presente en los intentos previos de suicidio, las reiteradas amenazas de cometerlo, los pensamientos suicidas, de muerte, de pasar a “mejor vida”, de dejar esta “sociedad cruel”.

Otra señal de advertencia es el abuso de alcohol o drogas

Es frecuente alegar una vida sin sentido y sin planes, y la insistencia en decir adiós, como despedida dramática y depresiva. Otra señal de advertencia es el abuso de alcohol o drogas, unido a cambios importantes en los hábitos de comer, dormir o hacer vida social. Una señal llamativa de los propensos al suicidio es el aislamiento o retiro extremo, con agudos sentimientos de desesperanza, de resignación, de culpa o inutilidad.

En los pre suicidas que viven en sociedades en crisis, deterioradas, puede verse una progresiva disminución de la responsabilidad, sumada a la indiferencia, ante la cruel realidad social y política; además, un pobre control sobre la conducta personal y social. En las sociedades venidas al deterioro, algunos suicidas aprenden la resignación; por esto, son resignados de sumo cuidado y socio dependencia. Sobre este hecho, Honoré de Balzac (1799-1850) nos alertó cuando dijo que: “La resignación es un suicidio cotidiano.”

 




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