Fabio Solano || Solanofabio@hotmail.com

“Este modelo en su agonía arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó a la clase media…” Al fin alguien decía algo lógico, y se atrevía a señalar públicamente el desastre, aunque le faltaba todavía más. Federico estaba en su apartamento, cercano a la universidad donde impartía clase. Desde su pequeño balcón había visto como Menem lograba imponer una paridad de peso igual a dólar. Igual vio venir la debacle con de la Rúa. Era profesor de economía y conocía bien las consecuencias de proseguir con un modelo que no servía.

“Quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben, parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de poner en marcha la economía…”. La voz del nuevo Presidente, Eduardo Duhalde, intentaba tranquilizar a la población. Cuarenta muertos en los saqueos y disturbios. Y todo el desastre que implicó tres presidentes en quince días, ameritaban mucha precaución. Argentina estaba al borde de la anarquía. El estallido social y el estado de sitio decretado por de la Rúa, eran una muestra de lo que nunca debió haber pasado. Federico intentaba analizar lo sucedido, sin caer en lo teórico: “El problema con los políticos es que siempre ponen a la economía en un segundo o tercer plano. Es igual que cuando se planifica una batalla: El general sabe bien que no saldrá como se cree, y por eso debe tomar previsiones. En economía hay que tener siempre un camino lateral, un plan b. Pero a los políticos sólo les importa el control de la masa en cuanto a votación. Y cuando se enfrentan a la realidad, resulta que no tienen salida. De la Rúa prometió que seguiría con la paridad, y lo cumplió, pero las condiciones no eran las mismas. Vino la debacle y en un santiamén 81 mil millones de dólares se fueron del país”.

El nuevo Presidente terminó su alocución y Federico bajó el volumen del televisor. Eso lo hacía a menudo para ver sólo los gestos de los que aparecían en pantalla. Se lo enseñó una novia especialista en lenguaje corporal. Y ahí estaba Duhalde, recibiendo el saludo de la llamada sociedad. Empresarios, políticos, parlamentarios, sacerdotes, todos le daban la mano, pero las sonrisas escaseaban. Y no era para menos. Ahora debía enfrentarse a una de las peores crisis del país, cuando el gobierno saliente, que duró dos años y diez días, lo dejaba prácticamente en el suelo. El profesor de economía seguía recordando: “El corralito fue el detonante. De pronto, ante la fuga de dólares, el antiguo ministro de Menem, Domingo Cavallo, aplicó la restricción. El peso era igual al dólar, pero los argentinos sólo podrían sacar de sus cuentas 250 pesos semanales, mil dólares al mes. La clase media se vio camino de la ruina. La prohibición afectó de inmediato lo poco que quedaba de producción, y comenzó la escasez de alimentos y la especulación”.

–Parece mentira que en pleno 2001 regresáramos a las cavernas. El 16 de diciembre comenzaron los saqueos un tanto dispersos y el 19 la ola de violencia llegó a Buenos Aires. Esa noche de la Rúa decretó el estado de sitio, y comenzaron a contarse los muertos. La gente no hizo caso del estado de sitio y salía a enfrentarse con la policía y los militares. El 20 de diciembre fue el baile final: En la Plaza de Mayo, con represión a los manifestantes, transmitida por la TV. La protesta fue creciendo. A las cuatro de la tarde de la Rúa, anunció que no se iba. A las siete firmó la renuncia. Esa noche asumió el presidente de Senadores, Ramón Puerta y el 23 un designado, Adolfo Rodríguez, pero dimitió el 30 por falta de apoyo político. Encabezó entonces el presidente de Diputados, Eduardo Camaño y el 2 de enero asumió formalmente la presidencia Eduardo Duhalde. Vamos a ver como lo hace, porque sin dólares no hay economía que sobreviva, no en esta parte del mundo. 




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