Sara Pacheco
Desde uno de los edificios más altos del casco central, La Catedral de Valencia se muestra imponente. Su restauración, casi terminada, le regala a la ciudad un motivo para sonreír y recordar los tiempos mozos de tan importante sector. Sin embargo, observando desde el mismo punto, los rancheríos distraen la vista. Desde hace alrededor cinco años las casas coloniales han sido invadidas.
El exterior no muestra irregularidad. Parecen casonas en un estado deteriorado por los años, pero las latas de zinc se asoman a saludar a los curiosos. “Horrible”, lo describió el dueño de un negocio cercano, mientras Lorena Aguilar, vecina, relataba el incremento de índices delictivos en la zona, presume por las visitas forzosas.
Yo llegue hace 11 años al centro. Esto no estaba así, yo creo que este año ha sido el peor. De repente ves un terreno vacío y al día siguiente te das cuentas de los techitos que son casas, comentó. Las calles Colombia y Martín Tovar son las más afectadas.
Dueños de manos atadas
Esperanza Ganche y su familia son dueños de una vivienda en La Candelaria. Hace algunos años el tío que residía falleció. Mientras le hacían reparaciones para vender la casa, una señora con su familia ingresó arbitrariamente. Desde entonces han luchado por recuperarla, a pesar de denunciar ante fiscalía, no llegaron a algún acuerdo. Lo peor del asunto para la señora de 71 años, es que los actuales ocupantes alquilan cuartos. “Un día yo me voy a ir al Trigal a invadir una casa. Cuando me digan algo responderé: ¿por qué no sacan a las personas de mi casa?”.