Los nombres de las víctimas están pintados en el frente del local. (Foto AFP)

AFP

Un cementerio de zapatos ennegrecidas hiela la sangre. A poco de cumplirse diez años de la tragedia, todo sigue como aquel 30 de diciembre dentro de Cromañón, la discoteca de Buenos Aires donde murieron 194 jóvenes y un millar fueron afectados por el incendio que desató una candela.

Los nombres de las víctimas están pintados en el frente del local, precintado para preservar pruebas hasta agotar instancias legales por los tres únicos encarcelados tras el hecho.

En la lista faltan los 16 sobrevivientes que se quitaron la vida durante estos diez años.

Más de un millar sufrieron asfixia o debieron ser hospitalizados por el humo tóxico de los paneles acústicos derretidos por el fuego.

«Muchos tenemos secuelas permanentes, físicas y psíquicas, hay quienes viven ‘empastillados’ (tomando medicamentos psiquiátricos), los fantasmas de Cromañón están siempre», dice a la AFP Ayelén Stroker, quien tenía 15 años entonces y había ido a ver a Callejeros, su banda rockera favorita, cuando la discoteca se convirtió en trampa mortal para unas 3.000 personas.

Minutos después de iniciado el concierto de Callejeros, una bengala lanzada desde el público incendió el revestimiento plástico del techo, se cortó la luz, el aire se volvió tóxico y la salida de emergencia estaba cerrada con candados.

Adentro había el triple de personas de lo permitido por una combinación funesta de codicia empresarial, corrupción policial y la cómplice ‘vista gorda’ de funcionarios de supervisión.

«Me caí y desde abajo de una pila de pibes (muchachos), ya no podía gritar. Me aferré al tobillo de uno al que sacaron y eso me salvó para que no me dieran por muerta, sino hubiera sido un cadáver más en la vereda», cuenta Ayelén.

Todavía recuerda detalles, olores y gritos sufridos de aquella noche de horror cuando colapsaron los servicios de emergencia y víctimas y vecinos oficiaron como los primeros socorristas.

En las paredes oscurecidas por el humo negro quedaron las huellas de las manos de quienes buscaron desesperados y a tientas la salida. Hay zapatos (calzado deportivo) por todas partes, escombros, cenizas y un tendal de candados y llaves sobre la barra de tragos.

«Adentro todo está igual, pero afuera hay un antes y un después de Cromañón», asegura Ayelén.

Los culpables, la justicia

El juicio realizado en 2009 llevó a la cárcel a los seis músicos integrantes de Callejeros, su mánager, el gerenciador y promotor cultural, el dueño del local, un subcomisario, dos policías y tres funcionarios de la alcaldía.

También provocó la destitución en un juicio político del entonces alcalde de la capital argentina, Aníbal Ibarra, absuelto luego por la justicia.

Sin embargo, una década después, apenas siguen presos el mánager de Callejeros y su baterista, aunque por otra causa, ya que fue condenado a prisión perpetua por haber prendido fuego y matado a su mujer en 2010.

A principios de diciembre y luego de un sinfín de dilaciones judiciales, el empresario textil dueño del local se les sumó en prisión.

Omar Chabán, mítico promotor de rock en Argentina y gerenciador de la Cromañón, murió en noviembre pasado a los 62 años a causa de un cáncer mientras cumplía la condena a 10 años y 9 meses por estrago culposo.

«Tengo miedo de que me linchen», había dicho Chabán en su última entrevista desde la cárcel.

En cambio Aníbal Ibarra «se lavó las manos», dice Ayelén. El exalcalde nunca dejó la política, volvió a ser legislador y aspira a ser nuevamente jefe de gobierno de Buenos Aires en 2015.

Una resolución de la Corte Suprema de agosto pasado dejó en libertad a 10 de los detenidos y sus condenas quedaron bajo revisión, entre ellos Patricio Fontanet, exlíder de Callejeros, quien volvió a cantar en público, aunque con custodia por miedo a represalias.

Diez años después

Una marcha, una misa en la Catedral, una suelta de globos y el clamor de justicia de manifestantes volverán a marcar el martes próximo un aniversario de la tragedia ocurrida en 2004.

«A veces sentís culpa de seguir vivo, a veces llorás, pero en estos diez años de lucha creo que logramos algo: crear conciencia», cuenta Ayelén.

En su opinión le debe su vida «a la solidaridad de los pibes que se cansaron de entrar a rescatar gente y de tanto entrar, algunos no salieron más. Nos salvamos entre nosotros o no nos salva nadie, el Estado no nos cuidó, por eso pasó Cromañón», afirmó.




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