Alfredo S. Flores | @alfredoflores96

Hace exactamente un mes, el 16 de abril, la tierra en Ecuador tembló por más de un minuto. 661 fallecidos fue el saldo que dejó el terremoto, según La Secretaría de Gestión de Riesgos de la nación sudamericana.

A 30 días exactamente del movimiento telúrico aún son muchos los que lamentan la cifra de víctimas, y según información oficial son 17 mil 638 personas que aún se recuperan físicamente de los daños que les generó el desastre natural.

Aunque la mayoría de los afectados fueron los ciudadanos ecuatorianos, y en segundo lugar colombianos, con 11 fallecidos, muchos venezolanos soportaron la furia de la naturaleza que hizo batir los suelos de la nación ecuatorial.

Los últimos años la diáspora venezolana que se ha generado a causa de la crisis económica y la convulsión política ha llevado a muchos compatriotas a empezar una nueva vida en el país hermano, que pese a ser su Gobierno aliado político del venezolano, ha mantenido políticas económicas distintas; la dolarización y el  crecimiento sostenido de su economía hace a ecuador una república atractiva para los que emigran de Venezuela.

Nuevas oportunidades, nuevos desafíos

Luisana Ayala Giannini es venezolana y vivió el terremoto en Manta, lugar donde reside desde hace casi un año, decidió irse de Venezuela por la inseguridad y por la crisis económica. “Tenía mi negocio, un salón de belleza, pero todo estaba tan caro que no me alcanzaba para mantener a mis hijos”, explica. Decidió cerrar su empresa en Venezuela e iniciar de cero con sus tres hijos en Ecuador.

El día del terremoto se encontraba con su hijo menor, y al iniciar este detalló cómo al tomar a su pequeño con las manos el suelo lo tambaleaba en zig zag. “Yo estaba en el segundo piso de mi casa, me dio temor salir a la calle, me podía caer un poste encima”, relata.

Al culminar el terremoto su casa quedó afectada y los nervios en espera de réplicas no cesaron. Luisana recordó como la noche siguiente al sismo los vecinos de su urbanización decidieron dormir en la piscina del conjunto residencia, como medida de resguardo.

“Fue una experiencia difícil que nunca había vivido, vi como edificios de 5 pisos se redujeron a uno y como los techos de las casas quedaron a 30 centímetros del suelo”, rememora, sin embargo, aunque dice haber visto de frente una situación que calificó como debastadora, no volvería a Venezuela en este momento.

Esta venezolana asegura que pese a la complicada situación que enfrentó con sus hijos, las instituciones públicas y privadas, así como las organizaciones no gubernamentales actuaron rápido; no faltó comida ni agua.

Señala que en Venezuela el caso hubiera sido distinto. En Ecuador tiene la seguridad que pese a los desastres naturales podrá dar de comer a sus hijos, mientras que en Venezuela eso se pone entredicho.

Más probable morir en Venezuela

Al igual que Ayala Giannini, otro venezolano que reside en Ecuador, Harold Brandt, técnico medio en Turismo, quien aseguró que no se devolvería al país por un acto de la naturaleza que no se puede prever. Es firme al expresar que es más probable que muera en Venezuela por el simple hecho de tener un celular.

“En Venezuela me puedo morir de hambre”, asevera. Conoce cómo está la situación, siempre está en contacto con toda su familia que aún vive en el país; sus hermanos, su padre y su madre, espera que pronto alguno de sus parientes pueda ir a donde él vive ahora, pues cada vez la situación económica empeora.

Sin embargo, Harold reconoce que la situación en su país se puede mejorar, pero considera que llevará tiempo corregir la crisis generada según dijo por directrices y políticas equivocadas.

No volvería por ahora

“No me devolvería, por ahora”, dice Emily González, estudiante valenciana que hace 2 años decidió dejar el país en busca de mejores oportunidades.

Explica que en Ecuador el sueldo no es de reyes, con su trabajo ha logrado tener calidad de vida y seguridad, no cambiaría por nada poder salir a las calles sin preocupación de vivir las consecuencias de la delincuencia.

Considera como importante que con su sueldo le basta para pagar su educación y poder traer comida a su casa, cosa que en el país petrolero cada vez se le hacía más complicado. “Si aquí pierdo lo que tengo por un terremoto sería una causa natural, pero en Venezuela sería por causas políticas y de salubridad”, sentenció.

Solidaridad para exportar

La solidaridad del venezolano también se hizo sentir el mes siguiente al movimiento telúrico, Julio Flores relata cómo en representación de la Fundación de Rescates Sólo Emergencias, parte de la federación venezolana de búsqueda y rescate, visitó el oeste de Ecuador para prestar ayuda a los afectados.

Aunque la brigada en la que participó estaba entrenada para prestar servicios de primeros auxilios como paramédicos, tuvieron que hacer reconocimientos en distintas zonas afectadas como Jaramijó, un poblado de escasos recursos que se vió muy afectado.

Flores cuenta como pudo ver la necesidad de frente. “Aunque uno recibe entrenamiento y está consciente de que verá necesidad, lo más difícil como humanos es ver a niños suplicando por agua”, confesó.

No obstante, el rescatista que formó parte del equipo que llevó a Ecuador ayuda en nombre de Carabobo, destacó el accionar inmediato por parte del Gobierno ecuatoriano, estimó que fue oportuno y que en ningún momento faltaron recursos.

Hoy por hoy Julio Flores, quien tiene varios años de experiencia trabajando en situaciones de riesgo, reflexiona sobre qué pasaría si en un país con escasez de medicinas y de alimentos ocurriera una situación parecida, tal hecho sólo puede calificarlo con dos palabras: “una catástrofe”.




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