Francois Revel, filósofo y periodista francés (1924–2006), en su libro “El conocimiento inutil”, decía que la primera de todas las fuerzas que dirige el mundo es la mentira. La gente necesita que le hablen, que le prometan, la gente necesita creer en algo, así sean mentiras, ya que la necesidad de creer  – decía Revel  –  es más fuerte que la necesidad de saber, porque el corazón del hombre necesita creer en algo y cuando no encuentra verdades, entonces cree en mentiras.

Es evidente entonces que para que la gente pueda creer en esos ofrecimientos engañosos  y comportarse en consecuencia, en el momento en el cual se le pide su consenso, es imprescindibile tener el control total de todos los medios de comunicación, en primer lugar para evitar que haya voces discordantes que disientan de esas mentiras y que pongan en tela de juicio esas afirmaciones alevosas y populistas y luego para permitir que, a través de una campaña continua y sumamente incisiva, se pueda condicionar la forma de pensar de esa pobre gente porque así como la verdad triunfa por si misma, las mentiras siempre necesitan complicidad. Ahora bien, ¿cómo se consigue ese control total de los medios de comunicación?

Pues, hasta el siglo pasado se lograba a través de una rígida e inflexible censura, prohibiendo, de una manera taxativa, so pena de un castigo que podía llegar hasta la cárcel, publicar noticias contrarias a la ideología del régimen y no previamente aprobadas por el gobierno. Era una forma represiva contra la libertad y la dignidad del hombre vigente en la Alemania de Hitler, en la Venezuela de Pérez Jimenez y, por supuesto en todos los países comunistas, desde la URSS de Stalin hasta la Cuba de los hermanos Castro. En este siglo XXI,  en cambio, en el falso respeto por una seudo democracia, esos gobiernos autoritarios, recurren a métodos alevosos y, en nombre de una parecencia de democracia logran, de una forma engañosa y fraudolenta, el mismo control absoluto de todos los medios de comunicación, pero sin hacer recurso a esa censura ofensiva puesta en acto por esos dictadores sino, por ejemplo, no renovando el permiso a una emisora televisiva o, de una forma completamente mafiosa, obligando a los dueños de los periódicos o de las cadenas televisivas de la oposición, a vender sus acciones al gobierno haciendo, como decía Don Corleone, alias el padrino, una oferta a la cual no podía decir que no!

El “modus operandi” es distinto pero el objetivo es el mismo: acallar la oposición…y todo en el  nombre de una falsa democracia sin tomar conciencia de que la voz del silencio es mucho más elocuente y, a veces, mucho más convincente que tantas palabras al viento!

Desde Italia  –  Paolo Montanari Tigri




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