Tomando en cuenta el artículo anterior podemos afirmar que nuestro organismo se encuentra constantemente sometido a un estado de estrés mínimo,  que ante determinadas situaciones reacciona y se ajusta de una manera adecuada, lo que trae efectos beneficiosos para la persona, pero si por el contrario sobrepasa nuestra capacidad para generar una respuesta acorde, trae como consecuencias daños importantes no solo orgánicos sino psicológicos y emocionales.

En este contexto se suscriben los conceptos de eustres que se define como estrés bueno y distres que es definido como estrés malo.

Cuando nos encontramos sometidos a cualquier situación de vida que percibimos como amenazantes, se desencadenan todos los mecanismos, destrezas y habilidades que tenemos para hacerle frente a dicho estresor. Al salir airosos y superar este momento de estrés el mismo se transforma en un estado de bienestar, paz, armonía y felicidad, que refuerza nuestra capacidades, autoestima y nos reafirma como personas. Esto es lo que se conoce como eustres.

Si por el contrario nos vemos expuesto a demandas cada vez más exigentes y sostenidas, donde nuestros sistemas de adaptabilidad, resistencia y respuesta se ven sobrepasadas sobreviene lo que denominamos distres.

En consecuencia el estrés es una situación normal, fisiológica, donde existe una interacción entre las demandas del medio, bien sea interno o externo y la persona, y se ponen a prueba todos nuestros recursos, con la finalidad de mejorar cada vez más nuestra capacidad de adaptabilidad, respuesta y acción, lo que nos lleva a optimizar todos nuestros sistemas de trabajo  y control, con el fin de estar preparados para mantener un equilibrio tanto orgánico, como psicológico, físico emocional y espiritual.

De eso se trata, de mantener siempre un estado de equilibrio que nos permita poner en práctica de una forma  justa y adecuada todos nuestros recursos cognitivos, orgánicos y emocionales, con el fin de dar las respuestas acordes y conseguir un estado permanente de confort.

Todo esto  nos llevará a tener conductas y accione ajustadas a las exigencias, tanto de nuestro medio interno como externo, con una asertividad, proactividad e interacción que elevará al máximo todas nuestras capacidades como persona, generando un estado optimo de vida para nosotros y nuestro entorno.

Si por el contrario perdemos ese equilibrio, bien sea porque la carga es demasiado pesada y la hemos llevado por mucho tiempo, o porque nuestros sistemas se han ido desgastando, comenzamos a tener signos de debilidad, agotamiento y cansancio, que nos llevan a cometer errores, a tener desajustes físicos, emocionales y cognitivos con expresiones muy diversas que van desde dolores musculares, cefalea, inapetencia, desgano, irritabilidad, mal humor, insomnio, ansiedad, agitación, labilidad emocional, disminución de la lívido, y muchos otros.

Todo esto nos llevan aún más a un estado de inestabilidad y desequilibrio, creando un círculo vicioso que condiciona  a mantener el estado de distres.

Busquemos siempre equilibrar la balanza, manteniendo una vida saludable, cuidando nuestro cuerpo y nuestra mente, rodeándonos de personas valiosas para nuestras vidas, afrontando nuestros retos uno a uno, viviendo un día a la vez y mostrándonos a nosotros mismos todo lo que en realidad tenemos, una grandiosa existencia y un horizonte infinito por recorrer.

 




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