Foto Archivo El Carabobeño

No hay dudas de que Alfredo Fermín fue un destacado gremialista, por eso no faltaba casi nunca a los actos centrales de la celebración del Día del Periodista. Ese fecha era especial para él porque podía compartir con sus colegas un momento distinto.

Como es de imaginar, los oradores de orden siempre variaban, pero Fermín se las ingeniaba para que le dieran un derecho de palabra, para allí expresar su malestar por el atropello que en cumplimiento de sus funciones, hubiese sufrido algún comunicador social.

A pesar de sentirse mal de salud, el año pasado asistió a la misa que en honor a los periodistas se ofició en la catedral.

En la década de los 90 en Valencia se organizaba un sinfín de celebraciones para homenajear a los periodistas, de las cuales disfrutaba Alfredo Fermín junto a sus colegas

Quienes lo conocían sabían que era bromista cien por ciento, a pesar de su apariencia de seriedad. En medio de chistes criticaba a quienes se aparecían en fiestas a pesar de no figurar en la lista de invitados. De allí salió el famoso Sipem, Sindicado de Invitados Por Ellos Mismos, cuyos integrantes no simpatizaban con los chistes de Alfredo, pero se hacían los desentendidos.

En El Carabobeño Fermín fue el propulsor de las celebraciones en honor a los periodistas, porque consideraba que se debía festejar con quienes en la calle eran la imagen del periódico. Comenzó aportando  la merienda mientras contaba anécdotas a sus compañeros, generalmente sobre el ejercicio de la profesión. Posteriormente la empresa se encargó del festejo y se hacían fiestas por todo lo alto, con grupos de música en vivo incluidos.

Fermín tampoco desaprovechaba esa oportunidad para pronunciar un discurso para destacar la labor de los comunicadores sociales, además de agradecer el gesto de El Carabobeño hacia sus periodistas.

Otra celebración que disfrutaba a lo grande, era “el amigo secreto” en diciembre, pues hacía de las suyas. En una oportunidad se puso de acuerdo con el reportero gráfico Carlos Blanco para jugarle una broma a la periodista Claudy Morales.

Cada vez que Claudy se asomaba a la caja de regalos se encontraba con cosas como unas chancletas de plástico, dos ñames, un coleto o un rallo, lo que por supuesto causaba sensación en la redacción.

A otro periodista le llevó un enjuague bucal para que combatiera el mal aliento. Se puso cerca de la caja para escuchar lo que dijera cuando recogiera el regalo, y así supo que le habían recordado a su madre, pero igual se reía.

Hoy Alfredo ya no está, pero su recuerdo se mantiene. En la celebración del día del Periodista su alegría y sus anécdotas seguirán presentes.

 

 

 

 

 

 

 




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