Foto Archivo El Carabobeño

Adriana Jacotte*

El 16 de junio del año 2020 el periodismo se vistió de luto. Se recibía la noticia del fallecimiento de Alfredo Rafael Fermín González, un hombre que no solo era considerado un periodista nato, de aquellos que atrapa a los lectores en las primeras líneas, sino también, un compañero lleno de motivación con sabias palabras para compartir al que las necesitara y siempre con una anécdota debajo de la manga.

La historia de Fermín comienza el 10 de noviembre de 1944, en Porlamar-Nueva Esparta. En su infancia temprana convivió con su madre y sus dos hermanas, era una familia de escasos recursos y la zona donde vivían se convirtió en el origen de varias historias del periodista.

Su madre murió cuando Alfredo solo contaba con 11 años, quedando al cuidado de la familia Ordaz Rojas, donde la señora Concepción (Concha por cariño) se convertiría en su nueva figura materna.

Más que un periodista, un investigador por naturaleza

Fermín fue impulsado por doña Concepción a estudiar periodismo, debido a que desde pequeño mostraba su pasión por la investigación y lectura, cualidades que destacan en el gremio. Cursó su carrera en la Universidad Central de Venezuela, luego de una pasantíade un año por Sociología. En 1971 pasó a formar parte de la primera generación de periodistas de la casa de estudios.

Su primera conexión con el Carabobeño, según relata su colega Beatriz Rojas en la nota que se publicó el día de su desaparición física, ocurrió en el mismo año de su graduación. El jefe de Información para aquel entonces, el reconocido periodista Salvador Castillo, lo recibiría, colocando una pequeña prueba: redactar una nota sobre la celebración del Día de Valencia. Al día siguiente, el escrito figuró en la portada del periódico. Era la primera de muchas publicaciones del margariteño.

Esa nota sobre el Día de Valencia fue su pase directo a la nómina de El Carabobeño. Los primeros meses trabajó en la corresponsalía de Maracay, donde creó una columna cultural de la región. Luego fue llamado a Valencia y en 1972 Salvador Castillo lo designó para cubrir la fuente de política del estado.

Rojas relató además que en el año 1976 sus esfuerzos fueron reconocidos y se convirtió en el primer secretario de organización del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Carabobo y Cojedes, dónde se encargó del ingreso de sus nuevos colegas en la institución.

Al año siguiente estrenó su columna dominical en El Carabobeño “Hoy y Después de Valencia” espacio donde se dedicó a defender con fervor a la región que lo cobijó.

La pasión por su carrera es un ejemplo a seguir. Amaba El Carabobeño y lo convirtió en su segunda casa, redactaba las notas de la sección de sociales y algunos obituarios, dejando un legado lleno de compromiso, ya que ser periodista no solo era parte de él, sino su ser entero.

Cultura y religión, los puntos fuertes 

Fue devoto a la Virgen del Socorro, ya que de pequeño al momento de operarse de un aneurisma cerebral, la señora Concepción lo llevó a la Catedral de Valencia, donde juntos pidieron a la Virgen por su salud y por su intervención en la operación de alto riesgo, milagro que fue concedido.

Siempre pedía el honor de reseñar los actos de Semana Santa y otras celebraciones religiosas, ya que era gran conocedor de todos los rituales,  devoción que lo acompañó hasta su último aliento.

Su pasión por la lectura lo convirtió en un hombre culto, su trabajo periodístico reseñaba los actos culturales que se realizaban en el estado. Se especializó en Crítica de Arte en la Escuela del Museo de El Louvre, en París, estudios que le permitieron ser parte de la Asociación de Críticos de Arte de Venezuela.

Dedicó gran parte de su tiempo como integrante de la Comisión de Artes Plásticas al impulso del Ateneo de Valencia, en especial al Salón “Arturo Michelena” tomando la presidencia de la institución.

Fue defensor del Ateneo y en sus publicaciones luchaba por preservar el arte y cultura del estado Carabobo. En el Ateneo de Valencia es especialmente recordado por su oposición a la decisión de Luis Felipe Acosta Carlez, hace 13 años, de expropiar el espacio. Su escritura y voz fue la espada que defendió las bellas obras que se encontraban en el Ateneo.

Además ocupó la presidencia del Teatro Municipal de Valencia, donde llevó a cabo una de las mejores gestiones que se han visto.

Importantes reconocimientos

En su labor periodística obtuvo diversos reconocimientos, entre ellos el Doctorado Honoris Causa, de parte de la Universidad de Carabobo, de la mano de la rectora Jessy Divo; La Orden Ciudad de Naguanagua por el ex alcalde Alejandro Feo La Cruz ; se creó en su honor la Orden Alfredo Fermín, única en su clase, del Colegio Nacional de Periodistas, como un homenaje a los 50 años de su labor periodística.

Para el año 2020, unos meses después de su fallecimiento, el Ateneo de Valencia en decisión unánime y por sugerencia de Luis Tomas Izaguirre, creó la Orden al Mérito Alfredo Fermín en su Única Clase, rindiendo honor al constante acompañamiento y defensa que recibió la institución por parte del periodista.

Un gran periodista, una gran persona

Las redacciones de Fermín eran una muestra de su personalidad. Sus amigos y colegas lo describen como una persona entusiasta, humilde, a quien le gustaba comprar dulces y jugos en la panadería más cercana para celebrar triunfos o sobrellevar las tristes situaciones.

Sin duda, es un ejemplo de superación. Trabajaba sin parar por lo que pudo costear sus viajes por Europa, donde se llenó de nuevas experiencias y aprendizajes.

Su muerte, a los 75 años de edad,  dejó un vacío en las oficinas del periódico al que dedicó su vida, que además fue un legado para los nuevas generaciones de periodistas venezolanos.

*Estudiante 5to semestre de Comunicación Social

Periodismo Informativo IV

Universidad Arturo Michelena




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