Un disparo en el costado izquierdo que le perforó el corazón recibió Carlos David Vivas Azócar, obrero de 19 años de edad, al ser despojado de la bolsa de alimentos del CLAP, el martes a la 1:00 p.m. en Las Cuatro Esquinas, sector La J, en La Vega.

El joven vivía con sus padres y otros cinco hermanos en el barrio Los Mangos, de la misma parroquia. Desde las 8:00 a.m. aguardó junto con su madre y su pareja, que tiene tres meses de embarazo, a que les entregaran las dos bolsas de comida.

Vivas le había manifestado a su madre que tenía mucha hambre y por eso se adelantó con la bolsa camino a su casa, pero se detuvo un momento a descansar, cuando lo abordaron dos delincuentes en una moto. No saben si se resistió a entregar la bolsa, pero le dispararon y se llevaron el pesado paquete. A una hermana que intentó interponerse la apuntaron con el arma.

Un vecino observó cuando un hombre corría llevando en sus manos un kilo de arroz. Quizá aprovechó algo en el reparto.

Vivas Azócar agonizó en el piso y murió. A su pareja que logró llegar a su lado, le dijo “me duele mucho el pecho…este hombre me mató…..dile a mi madre que la quiero mucho…que se cuide”.

A las 2:00 p.m. el cuerpo fue llevado a la morgue. Funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas hicieron varios allanamientos en busca de los homicidas, detuvieron a dos hombres, pero los dejaron ir porque no eran los que buscaban.

Los delincuentes intentaron quitarle un anillo de oro y plata que llevaba Vivas Azócar, pero no pudieron sacárselo y se lo dejaron a mitad del dedo.

Carlos Vivas Ortega estaba totalmente devastado ayer en la morgue mientras hacía los trámites para llevarse el cuerpo del segundo de sus seis hijos. «Tengo 26 años de casado, primera vez que le pasa algo a uno de mis hijos, mis muchachos son sanos, honestos, trabajadores. Si supiera quién le hizo esto a mi hijo, mire… uno es padre, sería capaz de todo. Pido justicia, que esto no quede impune”.

Vivas Ortega no tiene dinero para pagar el entierro. Le estaban cobrando 50 millones por el funeral y 17 millones por el terreno en el Cementerio General del Sur. En la morgue le dijeron que no tienen urnas para donación en este momento.

El muchacho estaba desempleado, metió papeles para trabajar con su cuñado en una pizzería que está en remodelación y eventualmente ayudaba a su papá a coser zapatos en la plaza Miranda. «El trabajo está muy difícil, si llegaban dos pares de zapatos, el cosía uno y yo el otro. Yo solo pido que me donen una urnita sencilla, no importa que sea de hojalata, la más barata, para poder llevarme a mi hijo, velarlo y enterrarlo al lado de los restos de mi papá que murió hace muchos años, porque no tengo dinero para comprar un hueco».

El Cicpc realizó un operativo en la zona, identificó a los homicidas y busca a uno de ellos apodado “el gato”.

 




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