“El amor exige libertad, exige desapego de todo afecto mundano”
Tomás de Kempis.

Se aproxima la semana santa, los católicos nos preparamos para la introspección de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo, en esta oportunidad me estoy esforzando por intentar llevar la espiritualidad a la cotidianidad de nuestras vidas, no el vano ente momentos desesperados, es menester sacar en procesión a las imágenes veneradas, mostrarnos el santísimo, en donde reside Jesús en la hostia como lo hiciera SS Francisco I, en una plaza de San Pedro sola asolada por la pandemia homicida del COVID 19, en 2020, ante la desesperación absoluta hay que volver los ojos a Dios, realizar la oración en metodología de reflexión ante nuestras flaquezas, miedos y temores.

Vivimos terribles momentos, pero como grey cristiana, no podemos caer en desesperación, por el contrario el llamado es para apoyarnos en la omnipresencia de Cristo, en la ubicuidad de Dios y en la inspiración del paráclito, el sermón de la montaña contiene importantes lecciones de vida, se creé que este sermón se hizo en una loma cerca del mar de Cafarnaúm, justo en ese lugar Nuestro Señor, nos enseñó a orarle a su padre y nos indicó la regla de oro “trata a los demás como quieres que te traten a ti”, justo en esa enseñanza del sermón de la montaña se subsumen los preceptos para la articulación de los derechos del hombre, en la metafísica de las costumbres.

“Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley”, este es el principio de la nostredad y el pilar fundamental de los derechos del hombre, Jesucristo, es más que un reformador social, mucho más que un revolucionario, es Dios encarnado, hecho hombre a imagen y semejanza del Padre, cuya venida vino a reivindicar a la humanidad, entonces cuando no nos queda nada en la vida, cuando el terror y la oscuridad acechan, solo nos queda Dios como bálsamo y consuelo, pero también como fuente de virtud para la fortaleza ante el mal.

Las escrituras del evangelio de Mateo, nos narran como Jesús se dirigió a los asistentes al sermón de la montaña: Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.
Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo:
De la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros.

En cada bienaventuranza, nos identificamos, en nuestros dolores y agobios, en estos 25 años de horror, hemos llorado, asumimos posturas de mansedumbre frente a la furia de un régimen irascible, tenemos hambre y sed de justicia, pero pronto seremos saciados, asumamos la misericordia con quien cae en desgracia, quien es perseguido, vilipendiado y calumniado, Jesús es la luz del mundo, la verdad el principio y el fin, asumamos como nuestra la máxima de Karol Wojtyla (SS Juan Pablo II):

¡El amor vence siempre! … ¡El amor vence siempre, Como Cristo ha vencido, el amor ha vencido, el amor vence siempre, aunque en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas pueda parecernos impotente, ¡Cristo parecía impotente en la Cruz! ¡Dios siempre puede más!.

Nos sentimos impotentes, frente a la desmesura del poder, ante los horrores del hibris o la desmesura del orgullo, pero jamás debemos sentirnos impotentes, cristo seis terribles horas en una cruz, para vencer a la muerte, resucitar y darnos cabida al reino del Padre, la espiritualidad no está reñida con la aceptación de la maldad como gestión económica, que busca destruir la dignidad de la persona humana, por el contrario, la espiritualidad permite la solidaridad, para vencer las estructuras de pecado, enquistadas en las sociedades tras la malignidad.

Nuestro país saqueado hasta sus entrañas, derrumbado en minas de oro trocadas en tumbas bajo la égida de la ilegalidad, con hambre, sin moneda, sin salario, donde muchos tienen nada y pocos tienen mucho, reinando la iniquidad y la injusticia, aún en medio de estas terribles situaciones arde la llama de Cristo, redentor del Mundo, principio, verdad y vida.

Finalmente, esta columna no cede, su espacio del análisis económico a un tema espiritual, los mixtura, los asocia, pues la espiritualidad católica es connatural al ser humano y todas sus obras, ya que el hombre es creación divina, ante cualquier desesperación, temor, horror, oscuridad o maldad, volvamos los ojos a Cristo y a su Santísima Madre, tabernáculo impoluto de Dios, en su dimensión humana y terrena, no en vano, la teología ha de estudiarse de rodillas ante la magnificencia de la consustanciación del cuerpo y la sangre de Cristo, tras la hostia.

X @carlosnanezr
IG @nanezc
Referencias:
Kant, I. (1946). Fundamentación de la metafisica de las costumbres. Buenos Aires: Espasa Calpe.
Mateo. (1996). Evangelio según San Mateo (1:12). México: Las Paulinas.
Mateo. (1996). Evangelio según San Mateo (7:12). México: Las Paulinas.
Wojtyla, K. J. (1987). https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY




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