Añoranza es recordar con nostalgia, con pena la ausencia de algo o alguien muy querido. En Venezuela es la pérdida de algo o alguien que nos hace falta, algo que se nos va de las manos, cuya ausencia nos cuesta recuperar, aunque mantengamos la esperanza de que algún día volverá, por muy difícil que resulte solo nos basta pensar que algún día la tengamos de regreso. Unos pensaran que no está lejos ese día, otros dirán que es imposible que retorne.

Quienes vivieron la oprobiosa dictadura de Juan Vicente Gómez narraban los amargos días cuando arrastraban una pesada bola de hierro en las lúgubres mazmorras del tristemente célebre “Castillo” del vecino Puerto Cabello, otros ya se habían despedido de este mundo por negarse a compartir la torpe doctrina del llamado “hombre de La Mulera”. Quienes “saboreaban”, ¡por fin! los aires de la libertad porque el inefable dictador ya había muerto y las arteras dolencias que los aquejaban les concedían pocos días de vida, añoraban la Venezuela aun nostálgica de aquellos lejanos días de calles silenciosas y pocos pobladores que carecían de lo más elemental. Quienes sabían de aquellas ergástulas gritaban a viva voz que Venezuela nunca más padecería una dictadura que mantenga a aquel país que llevó la libertad a cinco Naciones de este Continente. ¡Laus Deo!




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