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Foto referencial.

No es casualidad que la mayoría de los alimentos exhibidos en los anaqueles del país sean importados. Ya no existe la escasez de hace cuatro o cinco años. La realidad ha cambiado en perjuicio de la producción nacional, cuyos trabajadores la están pasando muy mal.

Solo unos cuantos sobreviven. Lo hacen porque les apasiona su labor, porque honran un trabajo que ha trascendido varias generaciones, y porque creen en la recuperación de la economía del país.

Pero no ha sido fácil. Todo se ha conjugado para que el sector de la producción agroalimentaria esté prácticamente en la quiebra desde que el presidente fallecido Higo Chávez, con el argumento de la soberanía alimentaria, expropiara tierras y hasta las empresas que proveían de insumos básicos como fertilizantes.

El resultado es la realidad actual: Una caída de más de 70% de la producción de alimentos en los campos venezolanos.

De acuerdo a las cifras de la  Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), el autoabastecimiento de seis  productos básicos durante este año, es preocupante. Solo se logró cubrir el consumo de 13% de maíz, 20% de arroz, 15% de caña de azúcar, 19% de carne bovina y33% de pollo.

La comparación de la producción de 2020 con 2008 es dramática. La de maíz cayó en 86%, arroz en 81%, caña de azúcar en 78%, café en 73%, carne en 40% y pollo en 71%.

Para el presidente de Fedeagro, Aquiles Hopkins, la soberanía agroalimentaria no es una realidad. “Lo que procesa la agroindustria de lo que sale del campo, es apenas 33% de su capacidad. Tenemos dos tercios ociosos, por eso se consume mucho producto importado”.

Producción y consumo empobrecidos

El empobrecido poder adquisitivo de los venezolanos también ha sido una variable determinante. Ya no se come como antes ni en las mismas cantidades. Esto provoca que los esfuerzos de incrementar la producción sean en vano.

El más reciente informe de Fedeagro indica que cada habitante del país comió, en promedio, 34,1 kilos de pollo al año entre 2005 y 2007. Ese número se incrementó progresivamente para llegar a su pico máximo de 49,6 kilos per cápita entre 2001 y 2013. La disminución fue después imparable para llegar a la realidad actual de 5,9 kilos de pollo que consumió cada venezolano en 2019.

Lo mismo pasó con rubros como el arroz, cuyo consumo per cápita pasó de 16,3 kilos en 2005 a 18,8 en 2019; el trigo varió de 35,9 a 23,4 kilos por persona; mientras que las grasas vegetales pasaron de 16,3 a 13,2 kilos durante ese mismo periodo de 14 años.

“La caída del consumo de alimentos refleja tragedia que vivimos los venezolanos que se suma a la producción. Hay algunos indicadores muy preocupantes porque, por ejemplo, el consumo proteico está por debajo de límites que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.

Una nueva realidad

A todas esas complicaciones se suman otras condiciones adversas. En Venezuela no hay quien les suministre los insumos necesarios para trabajar el campo. “Pequiven no está produciendo, y con la expropiación y destrucción de Agroisleña no tenemos proveedores internos”.

Es por esto que deben organizarse para importar, a través de sus propios medios, lo querido para seguir con su labor de producción.

Pero eso no es todo. La falta de combustible y las medidas restrictivas de la cuarentena los ha afectado. “Nosotros somos un sector prioritario y podemos seguir trabajando, pero sin gasolina para movilizarnos no es fácil”. Además, las fallas constantes de los servicios públicos como agua y electricidad también atenta en contra de su actividad diaria.

Tampoco cuentan con el respaldo de financiamiento de la banca. “Antes la cartera de créditos para el sector agroindustrial era de mil 300 millones de dólares al año, ahora es de 20 millones de dólares con los que podemos traer dos barcos de insumos que no alcanzan para cumplir con la producción. Estamos huérfanos”.

Un 2021 de retos

Aunque el panorama no es alentador, el sector se prepara para enfrentar los retos del 2021 de la mejor manera, tomando en cuenta aspectos favorables como que 17 de 23 estados del país tienen actividad de producción agropecuaria con impacto en 80% de economías regionales, y que en su mejor época representó 30% del empleo del país.

Actualmente, el sector agrícola vegetal tiene un  potencial nueve millones de hectáreas, y se usa solo un millón y medio. “Otros países de la región no tienen esa ventaja de expansión agrícola y podemos ser potencia productora de alimentos”.

Para ello, la alternativa es el financiamiento internacional, que tiene opciones de apoyo al sector privado de Venezuela, así como el relanzamiento de la bolsa de productos e insumos agropecuarios que impulsa mercado de capitales. “Todo esto mientras sucede el cambio político y económico que necesitamos para poder acudir a nuestras instituciones”.

La propuesta de Fedeagro es sembrar menos para mantener la producción o aumentarla. “Estamos trabajando a pulmón, no tenemos soporte ni sistema de financiamiento. Estimamos crecer 25% en cereal, arroz y caña de azúcar, con tecnología, sin sembrar mucho pero sembrando bien, mientras que en rubros cárnicos dependerá del poder adquisitivo de los venezolanos y, más allá del esfuerzo que hacemos, no es sencillo”.




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