Foto Rafael Freites

Agustina Araujo tiene sus raíces bien asentadas en Venezuela. No tiene tíos terceros ni tatarabuelos españoles, italianos o colombianos. Sus nexos familiares son todos criollos. Pero está por establecer una conexión histórica con Sudáfrica. Ella aún no lo sabe. Solo espera con impaciencia por una tarjeta que la separaría de quienes no la tengan en su cartera, tal como sucedió con el apartheid, cuando solo unos cuantos privilegiados de piel blanca podían gozar de ciertos beneficios. Un documento de identificación como el Carné de la Patria bastaba en ese momento.

Ella se mueve con el sol. Trata de ir en sentido contrario para que las ramas de uno de los árboles de la plaza Bolívar de Valencia le den sombra. Está sentada en los bordes de una de las jardineras. No hay flores ni plantas, solo tierra y algunos desperdicios. Está ahí desde las 3:00 a.m. y ya tiene ocho horas esperando que la ingresen en el sistema.

Una joven contemporánea con su hija la atendió. Fue amable. Comenzó a hacerle preguntas a las que Agustina respondía “no” casi sin pensarlo, mientras se secaba el sudor de la frente. Ella no cumple con el perfil. Solo se dejó guiar por uno de los mensajes oficiales que invitan a toda la población a sumarse, y por su necesidad de obtener algún tipo de ayuda para la crisis presupuestaria que viven en casa. Pero el plan no está elaborado para venezolanos como ella.

La muchacha del otro lado de la computadora también sudaba. Tenía gorra y franela roja que la identificaban como militante de la juventud del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). No pudo llenar con un “sí” ninguno de los campos de las misiones sociales creadas por el Gobierno, como Barrio Adentro, Hijos de Venezuela, Madres del Barrio, Ribas, Negra Hipólita, Robert Serra, Sonrisa, Milagro, Alimentación o Nevado. Agustina no es parte de ninguna de ellas.

Siguió intentando:

¿Pertenece a algún movimiento social? – No-

¿Partido político? – tampoco -, insistió.

¿Otras organizaciones como el Frente Francisco de Miranda, Unamujer o la Central de Trabajadores Socialistas?  – Nada de eso –

¿Es parte o responsable de alguna vocería en Consejo Comunal o Comuna? – No –

¿Pertenece a la estructura del CLAP? – Ni siquiera llegan a mi casa-, replicó

Lo siguiente ya parecía obvio: “Usted no cumple con los requisitos para obtener el carné”. En ese momento Agustina solo pensó en el tiempo perdido. Estuvo a punto de molestarse, pero solo sonrió:  “No me dieron el carné porque no soy una de ellos”. El apartheid se adelantó en su caso y en el de al menos dos de cada 10 valencianos que hacen la cola para aprovechar los “beneficios” de una promesa, de la que nadie conoce detalles. Ella, simplemente, fue excluida.

Aunque el mandatario Nicolás Maduro llamó a toda la ciudadanía a “contarse” en el registro del Carné de la Patria, la promoción que es difundida en los medios de comunicación del país es clara. En 39 segundos se hace la invitación: “A ti que eres beneficiario de algunas de las misiones, o servidor del Estado, que disfrutas de una pensión, miembro de una comuna, consejo comunal, o que participas en el consejo de la patria, te invitamos a las plazas Bolívar de todo el país, a los nuevos urbanismos de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), a los corredores de Barrio Tricolor, las Bases de Misiones y a otras 24 instituciones del Estado. La patria quiere saber qué necesitas, quiere que puedas disfrutar de todos los beneficios que te brinda la revolución (alimentación, educación, seguridad, salud) desde el 20 de enero hasta el 5 de febrero te esperamos para que obtengas el Carné de la Patria, para vivir mejor”. Fue un detalle que Agustina obvió.

 

PROCESO INTERMITENTE

Carmen Medina sí hizo caso a todas las palabras de ese mensaje propagandístico. Ella ha llenado cada planilla que ha llegado a sus manos bajo la promesa de que su vida cambiará. Le han ofrecido casa, alimentación, salud y educación. Por eso aparece inscrita en varias de las misiones y fue una de las creadoras del consejo comunal de su sector, al sur de la capital carabobeña. Aun así, sigue viviendo bajo el mismo techo que comparte con sus dos hermanos, cinco sobrinos y cuatro hijos, debe hacer cola dos veces de semana para intentar comprar algunos kilos de comida, no consigue las medicinas al enfermarse ni es atendida en el módulo Barrio Adentro por falta de insumos, y no se pudo graduar de la Misión Ribas porque sin explicación fue suspendida en su comunidad.

Desesperanzada, fue el viernes 27 de enero a la plaza Bolívar de Valencia. Ya una vecina le había dicho que debía llegar temprano, tanto que le sugirió amanecer en el lugar. Con dos niños pequeño prefirió irse desde San Blas, donde vive, a las 6:00 a.m. Al llegar la cola era de más de tres cuadras. Se puso al final de la fila y le marcaron en el antebrazo el número 796. Sabía que tardaría, pero sin empleo y con necesidad de tener una ayuda decidió quedarse. A las 8:00 a.m. debía iniciar el proceso. Pero bajo el toldo blanco dispuesto desde el 20 de enero en el sitio no se instalaron las máquinas. Algunos operadores llegaron y se encontraron con la misma sorpresa. “Vengan al mediodía”, fue la orden de uno de ellos.

Carmen una vez más hizo caso. Aprovechó de ir a preparar almuerzo cuidando el 796 en su brazo. De regreso la situación era la misma. “Las computadoras se las llevaron para que los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) iniciaran la carnetización”, dijo uno de los encargados de la jornada. El mandatario nacional había dado la orden desde Miraflores un día antes. Quienes esperaban desde la 1:00 a.m. se molestaron. Protestaron. Y solo consiguieron que a las 3:00 p.m. le llenaran, a menos de la mitad de los presentes, una planilla con sus datos con la promesa de finalizar el proceso el domingo, día en el que Carmen decidió amanecer sobre uno de los bancos para obtener el carné que aún no sabe para qué usará. “Dicen que es para muchas cosas. Pero ya veremos”.

El lunes 30 un grupo de cerca de mil personas amaneció en la plaza bolívar. Su objetivo era el mismo: Tener en sus carteras el carné. No lo lograron. Ese día tampoco se instalaron las computadoras en el lugar. Julio Ascanio fue uno de los que durmió en el piso bajo el monolito y a las 7:00 a.m. decidió seguir la recomendación de un funcionario de la Guardia del Pueblo que se paseaba por la zona: “Vaya a Ciudad Chávez. Allá también hay jornada”. No lo pensó mucho y se fue a la comunidad emblema de la GMVV en Carabobo. Al llegar no vio cola y supuso que la información que le había dado el uniformado era falsa. Se acercó y le preguntó a un grupo de guardias nacionales que custodia la entrada del urbanismo por el operativo: “Compadre venga mañana, hoy la gente está descansando porque tuvo mucho trabajo el fin de semana”. La recomendación de los militares concluyó con un: “Debe venir de madrugada”.

En la plaza Bolívar de Guacara también comenzó la inscripción en el sistema el 20 de enero. María Polanco decidió irse desde Naguanagua hasta allá porque un familiar le comentó que la cola era más corta. Fue el fin de semana. No tuvo suerte. “Se acabó el material para la impresión y muchos nos quedamos sin el carné”. Ella también perdió un día completo como Maritza Oropeza, quien el lunes se fue al módulo Canaima, muy cerca de su casa, al sur de Valencia, donde supuestamente estarían los integrantes del CLAP cumpliendo con el proceso. Esperó junto a más de 500 vecinos y nadie llegó ni a darle información.

Coordinadores del proceso en Valencia explicaron que la dinámica implementada establece que solo viernes, sábados y domingos estarán en la plaza Bolívar. De martes a jueves los operativos son exclusivos para funcionarios de instituciones oficiales. El apartheid en Venezuela ya se muestra sin máscaras.

ANTECEDENTES EN NEGATIVO

En Cuba sucedió. La población no puede comprar alimentos ni artículos de primera necesidad sin la libreta de abastecimiento. Fue creada en 1962 para regular mes a mes lo que los habitantes de la isla adquieren en los establecimientos. Lo que recibe cada ciudadano ha sido con el tiempo más insuficiente.

En Venezuela se han dado varios intentos. La regulación de venta de productos una o dos veces por semana de acuerdo al terminal del número de cédula fue uno de los más sutiles. Le siguió la incorporación del captahuellas y la conexión entre los establecimientos que impide que durante un mes el cliente repita la compra de algunos rubros básicos.

El Carné de la Patria será único e intransferible para cada venezolano. A diferencia del cubano, que es un documento de papel,  es una tarjeta electrónica, que permitirá hacer transacciones de compra sin necesidad de efectuar pagos en efectivo. El Gobierno espera entregarlo a 15 millones de personas que dependen de las pensiones y misiones sociales. Ese es plan. Solo para ellos. El resto quedará excluido, al mejor estilo del apartheid sudafricano.




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