El Tiempo (Colombia): Cumbre de Venezuela, las cartas que se juegan Bogotá, Caracas y Washington
Noche del sábado 22 de abril. Reunión del presidente colombiano, Gustavo Petro, y su canciller, Álvaro Leyva, con la Delegación Internacional de la Plataforma Unitaria venezolana / Foto: Cortesía (Cancillería Colombia)

En Bogotá empezó a escribirse, la noche de este sábado, el prólogo de la llamada «Cumbre de Venezuela», que a instancias del gobierno de Gustavo Petro y con la bendición de Washington se realizará el martes con la participación de cancilleres de una veintena de países y de la Unión Europea.

Petro programó una reunión previa con los opositores de la Plataforma Unitaria que, aunque no lo ven neutral frente a Maduro —le ha hecho ya cuatro visitas desde agosto, cuando asumió la Presidencia— también consideran, en su mayoría, que de Bogotá saldría una oportunidad de retomar los suspendidos diálogos de México y, sobre todo, de volver a posicionar el tema de la democracia en Venezuela en la parte alta de la agenda internacional.

Las expectativas y la lectura de la realización de la Cumbre no son las mismas en Caracas, Bogotá y Washington. Así, en Casa de Nariño la presentan como una reafirmación de lo que el presidente Petro calificó, tras su visita de esta semana a su homólogo Joe Biden, como la llegada de Colombia “al centro, en un papel de liderazgo frente a los grandes problemas de la humanidad”.

Como estaba cantado y como él mismo lo reiteró en campaña, Petro posicionó a Maduro en el eje de su política internacional. En ese sentido, buena parte del discurso internacional del Colombia ha estado centrado en ‘vender’ otra imagen del chavismo, y eso pasa no solo por buscar el levantamiento de las sanciones sino por lograr que parte de los centenares de millones de dólares que cada año destina la comunidad internacional para la ayuda a los migrantes que huyen de Venezuela, incluso, sean manejados por Caracas.

Las relaciones binacionales

La narrativa del régimen dice que la diáspora de más de 5 millones de venezolanos se debe no a la crisis política, social y humanitaria y a la represión desatada por el chavismo, sino a los efectos del bloqueo impuesto por EE.UU. y la Unión Europea. Colombia ha comprado esa historia y por eso en varios foros internacionales el canciller Álvaro Leyva ha fustigado a los que llama “enemigos de Venezuela”.

Hasta ahora, el restablecimiento de las relaciones Bogotá-Caracas ha pasado por una aún muy tibia reactivación de las relaciones comerciales y por el silencio total frente a temas críticos como la protección de Maduro al ELN y las disidencias de las FARC y, también, los nexos de fichas de ese Gobierno con los narcos colombianos y la nula cooperación judicial para combatir las bandas de delincuencia común y del narcotráfico que se mueven entre los dos países.

Ahora bien, el gobierno de Petro pretende tender puentes con una oposición que lo ve con desconfianza, sobre todo por las declaraciones y la actitud del embajador en Caracas, Armando Benedetti.

Con el alto riesgo de que al final, como lo señala el internacionalista Rafael Piñeros, se termine solo en una jugada para “subirle el perfil a un gobierno dictatorial para que sea admitido de nuevo en el escenario latinoamericano”, EE.UU. y los líderes de la oposición se han decidido por apostarle al pragmatismo y por eso han apoyado la Cumbre.

¿Cómo evitar que, como ya pasó, Maduro termine recibiendo oxígeno político —y esta vez económico, de entrada más de 3 mil millones de dólares— a cambio de unas nuevas elecciones amañadas, como las de 2018? Es la pregunta que se hacen los representantes de los países que han aceptado la invitación.

La bendición de Biden

Aunque la participación estadounidense se daba por descontada, la decisión de Biden de enviar a varios de los hombres fuertes de su política hemisférica a Bogotá puso de relieve el interés que le pone este gobierno demócrata a la resolución de la crisis en el vecino país, al igual que las coincidencias con el nuevo mandatario colombiano.

La delegación estará integrada por Jon Finer, asesor adjunto en el Consejo de Seguridad Nacional; Juan González, el asesor de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental, y el exsenador Chris Dodd, quien fue nombrado por Biden como asesor especial para las Américas. Si bien no vendrá el secretario de Estado, Anthony Blinken, sí es una delegación muy robusta y que le habla al oído al Presidente estadounidense.

¿Y qué pasa en Caracas?

En Venezuela, la oposición tradicional no es el único actor contra el oficialismo. Hay al menos tres grupos: la Plataforma Unitaria –presente en el diálogo en México–, la oposición radical y la llamada Alianza Democrática.

Retomar el proceso de diálogo en México es uno de los intereses de la Plataforma, integrada por los principales partidos opositores como Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo. Por su parte la Alianza, con partidos judicializados y arrebatados por el gobierno de Nicolás Maduro a sus integrantes originales, insiste en que sean incluidos en cualquier iniciativa de negociación al considerarse los “opositores reales”.

En otra esquina están las organizaciones más radicales, como Vente Venezuela, encabezada por la opositora María Corina Machado, quien ha cuestionado no ser invitada a la conferencia. Estas diferencias de criterios muestran la fragmentación de la oposición frente a un oficialismo liderado por Maduro, que ante la opinión pública se representa sólido.

En la calle la gente poco sabe del encuentro. La despolitización ha hecho que el interés de los ciudadanos en el proceso de diálogo se haya perdido. Los que tienen conocimiento del encuentro consideran que “es más de lo mismo”, sin posibilidad de reales cambios.

Lee el reporte completo en El Tiempo (Colombia).




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