Desde los días de nuestra infancia, aprendimos a admirar a aquel hombre que lo dejó todo, comenzando por sus bienes de fortuna, que eran bastante.  En nuestro espíritu quedó como un “tatuaje de sol” la figura cimera del héroe que no contento con libertar a su patria, (como antes hemos dicho) se dió a la tarea que para aquella época parecía imposible: libertar cuatro Naciones más, y lo logró: Colombia (nombre que él mismo dió al que fuera el Virreinato de la Nueva Granada) para honrar la memoria del descubridor de América, Ecuador, Perú y Bolivia, su creación, pues antes era denominado “Alto Perú”.

Bolívar fue siempre el símbolo heróico de quien murió solo, abandonado y olvidado por todos los que usufructuaron de su egregia figura.  Terminó sus días en la ciudad colombiana de Santa Marta, un 17 de diciembre de 1830.  Años más tarde, sus restos, más bién reliquias, regresaron a su ciudad natal, Caracas, y en su iglesia Catedral fueron sepultados, pero el entonces presidente, Antonio Guzmán Blanco, remodeló la iglesia de la “Santísima Trinidad” y la transformó en lo que hasta hoy ha sido llamado “Panteón Nacional” para que en él reposaran los restos de los héroes civiles y militares de esta patria.

Hasta el año 1999, Bolívar fue el héroe Nacional, el símbolo de la nacionalidad.  Todo venezolano se sentía hijo de aquél preclaro hombre que vivió y murió pobre, pero rico muy rico en admiración y aprecio, quien fué asimismo símbolo de honestidad, pero aquellas palabras suyas que pronunció y escribió: “He arado en el mar” parece que dejaron entrever la tristeza y el desencanto por la escasa valoración que se dió a su sacrificio por todo lo que había hecho por aquellas cinco Naciones a las que arrancó del dominio de la Monarquía española, que lo indujo a decir: “No entiendo porque un hombre por ser hijo de otro hombre tenga derecho a gobernar un país”.  A Bolívar sus aduladores, sus falsos amigos, le propusieron ser rey de aquellos territorios por él libertados.  De plano se negó a aceptar lo que él consideró no era un honor, sino una imposición y con ello se anticipaba al sagrado derecho del pueblo a elegir libremente a sus gobernantes mediante el voto.

Pero a casi dos siglos después, alguien se quiso apropiar de la figura venerada y admirada, del héroe de los héroes.  Hugo Chávez hábil político y mendaz líder, manipulador de los sentimientos patrióticos venezolanos, se dio a la tarea de hacer creer al pueblo de este país que él era otro Bolívar, y el pueblo, ingenuamente, inocentemente creyó aquellas mentiras, en caso contrario no habría aceptado, tolerado, que por sobre Simón Bolívar pasara la grotesca figura de Fidel Castro, que pisoteó por casi sesenta años al pueblo cubano al que ha arrastrado a la esclavitud.  En Venezuela no solo devaluaron el Bolívar hombre, el Bolívar héroe, sino al signo monetario que lleva su nombre, Chávez transformó un héroe en un desencanto, cuando el “chavismo” todo lo llama “bolivariano”, está hundiendo más y más el glorioso nombre en el lodo de la ruina, la escasez y la miseria.

Ya nadie, como antes quiere acordarse del ínclito nombre de “El Libertador”, porque piensa que está convalidando todo el desastre en que éste país se encuentra desde que los mal llamados “socialistas” se apoderaron de lo que iba camino de salir de lo que grotescamente alguien burlonamente empezó a llamar “tercer mundo”.  Regresamos más bien al “ultimo mundo”, desde que el “chavismo”, hincó sus garras con la corrupción a su diestra en el mal llamado “poder popular”.  ¿Cómo puede llamarse popular un régimen enemigo del pueblo? Un amigo no conduce a la miseria, a la ruina, a la escasez, un amigo no conduce al hambre, será amigo de la corrupción y de los delitos de traición a la patria, pero no debe llamarse “poder popular”. La burla y el desprecio más grande que se ha podido “ofrendar” a Bolívar es la destrucción de su nombre que ha quedado en el olvido porque para los venezolanos que hoy por miles abandonan su país, el héroe dejó de ser lo que costó casi dos siglos sembrarlo en sus corazones.

Gobernantes que impiden la libertad de expresión para eternizase en el poder, por simple y elemental vergüenza deben renunciar a continuar usando el nombre de Bolívar para ocultas sus fechorías.  Al apropiarse igualmente de ese nombre, lo están convirtiendo en cómplice de todos sus delitos.  Con “carnet” de la patria no se sacia el hambre que este pueblo padece desde que se sentaron en el poder al que ese mismo pueblo pide a gritos que lo abandonen. P.S.: El nombre de “CLAP” que el régimen da a la “limosna” que en bolsas entrega para sobornar a ingenuos, es una palabra inglesa que significa “aplauso” que es lo que el “chavismo” pide a cambio.  APOSTILLA: ¿Sería posible que un hombre de la “tesitura” de Simón Bolívar acepte que su nombre sirva de mampara al “chavismo” para que oculte todas las tropelías que han hundido a Venezuela en la ruina, en la inseguridad y en la miseria, en que hoy se encuentra y que, de paso, sus “mentores” se hayan apropiado indebidamente de la mayor suma de dinero que la historia de este país recuerde? N.B.: Fundamentándonos en el principio que dice: “Quien no la debe no la teme”, ¿Cómo explica el régimen su decisión de suspender la “señal” de CNN en Venezuela?

 

 

 




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