“Siempre evito profetizar con anticipación, porque es mucho mejor política profetizar después que el evento ha tenido lugar” Winston Churchill

Escéptico ante presuntas salidas rápidas y más o menos milagrosas, internas o exteriores, creo en la solución política de la ancha y profunda crisis venezolana. Así mismo, hoy veo esa posibilidad más poblada de complejidades que la dificultan y muy probablemente la alarguen.

El domingo 6D cumplió el grupo en el poder su voluntad de realizar un acto electoral abusivo, amañado y truculento. Si se me permite una metáfora deportiva, un torneo invitacional y amistoso. Invitacional, porque el poder se “reservó el derecho de admisión” y sólo pudieron presentarse sus invitados. No digo que todos sean moral y políticamente iguales, no lo creo, pero sí sostengo que era un típico juego amistoso, cuyo resultado no es válido para el “campeonato”, dado que el régimen no ha mostrado la menor intención de aceptar la división y distribución de poderes que la democracia exige y la Constitución manda y allí no hay culpas distribuidas, como puede haberlas en otros aspectos. Por eso, muy a mi pesar como demócrata y creyente en el voto, no voté. Quería hacerlo. Desde 2019 trabajé con otros buscando ensanchar y hacer más segura esa ruta tortuosa; en 2020 mi esperanza estuvo en los esfuerzos de la Unión Europea y los esfuerzos de opositores de indudable integridad y sensatez para mí. Unos y otros fracasaron. El escenario actual resultaba preferible, primero para el plan oficialista y luego para la estrategia de trincheras de partes de la oposición que ahora tendrían que revisarse.

En la Consulta Popular convocada por la Asamblea Nacional participaré, porque no me conformo con que el poder y el mundo “interpreten mi silencio”. Paso por sobre escepticismos por dudas sobre su efectividad, pero la interpreto como una manifestación que deseo fuerte del descontento mayoritario con el presente y la urgencia de cambio en esta sociedad sufriente.

Me temo que nunca sabremos números confiables de participación en uno y otro evento, a los cuales sería injusto equiparar. Uno es desde el poder con todas sus ventajas y coacciones y el otro desde abajo y afuera. A juzgar por las encuestas, me atrevo a afirmar que distintos y enfrentados, sumarán una minoría nacional. La mayoría de los venezolanos no se siente expresada en esas opciones. Ese desencanto palpable es un gran éxito del poder, una victoria pírrica en este round alcanzada a un costo tan alto que le costará mucho encajar. Más allá de apariencias, todos los actores saldrán más débiles de 2020, no todos lo advertirán.

Es un lugar común exagerado pero no siempre calumnioso que la oposición subestima la capacidad oficialista para adaptarse y aferrarse al poder, pero ese grupo a su vez apuesta a que su dominio interno obligará al mundo a aceptarlo y que con recursos como la “ley” antibloqueo podrán atraer inversiones que reanimen la economía y al hacerlo subestima la magnitud de su desprestigio afuera y de la desconfianza que genera dentro del país.

¿Hay oportunidades para la política? Sí. Aunque sean pocas y difíciles, las hay. Hablaremos de eso.




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