En una democracia, ejercer el derecho al voto significa salir de la casa el día de las elecciones, dirigirse al sitio asignado por la autoridad y depositar una papeleta, tocar una pantalla o levantar una mano. Hacer un poco de cola, conversar con los paisanos de adelante o atrás, tomarse un refresco y ya. Listo el pollo; de regreso a casa, a esperar los resultados para celebrar si ganó el propio o refunfuñar cuando fue otro el favorecido. O ir a cenar, acostarse a dormir y esperar el día siguiente a ver cómo terminó la contienda.

En una dictadura, el asunto es muy diferente. El derecho al voto no comienza ni termina con el toque de pantalla o el depósito de la papeleta, por la simple razón de que el derecho al voto empieza a ser violado desde el mismo momento en el que una autoridad electoral dirigida por el gobierno convoca unas elecciones fuera de tiempo, inhabilita candidatos y mueve circuitos a su antojo, para continuar la violación con un sistema de conteo controlado por los que mandan y totalmente opaco para quienes no están en la cúpula del poder.

Durante la campaña electoral, no faltaba más, las dictaduras irrespetan sin el menor recato los derechos de los ciudadanos a elegir sus gobernantes. El uso grosero de recursos del Estado, el cuasi monopolio de los medios de comunicación y la fuerza y el chantaje contra los opositores son apenas algunos ejemplos de la desigualdad que se impone cuando las elecciones se celebran (“celebran” es un decir) sin las libertades más esenciales.

El día del sufragio ocurre el clímax de la trampa, y por supuesto el cierre con fanfarria de la violación. Además de la continuación del abuso oficial, los acarreos de gente, las marramucias en los centros de votación y todo lo que ya conocen los que viven bajo un régimen opresor, el desenlace final es que los números se sacan del sombrero del dictador. Si hay que inventar votantes, se inventan; si conviene ganar por poquito, se gana por poquito; si la estrategia es ganar por paliza, mande usted señor. Incluso si conviene perder se pierde, que ya se encargarán los mandamases de cortarle las alas a los que se crean ganadores: todos recordamos lo que pasó a partir del 15D de 2015

En las supuestas elecciones que tienen lugar hoy en Venezuela, la razón que esgrimen quienes van a participar es la defensa de su derecho al voto. Pero en estos tiempos, a la sociedad lo que le toca defender es algo mucho más grande que el permiso de marcar un nombre en una pantalla: es el derecho a vivir en democracia, el derecho a la libertad, a la dignidad, a la vida, a tener derechos.




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