“Les invito a poner en el corazón de nuestra oración a nuestra Venezuela herida, maltratada, traicionada y saqueada hasta más no poder y para que cesen las burbujas de la falsedad económica que pretenden ocultar al mundo la precaria situación en la que están inmersos la mayor parte de nuestros hermanos venezolanos” 

Palabras de Monseñor Víctor Hugo Basabe, arzobispo de Barquisimeto, en la homilía antes de iniciar la procesión de la Divina Pastora”

Es tan dura la realidad que vivimos a diario en este nuestro injusto país, que la posibilidad de revivir el calvario de nuestro señor nos compele a buscar en ese insilio necesario, del cual nos hablaba el buen maestro y académico, José Rafael Herrera, en su columna para el diario el Nacional, el auxilio de la lectio divina, la oración auxiliada bajo el amparo de las santas escrituras.

Esa acción de lectio divina nos la facilita nuestra Iglesia Católica, única, santa y apostólica, entendiendo la gravedad de la situación de este país trocado en pretorio para el flagellum de una sociedad exigua, lacerada, humillada y saqueada, que desesperadamente vuelve los ojos al altísimo para que en desesperado tumulto de suplicas suban al cielo y a los pies del altísimo.

Esa desesperación en la oración suplicante ha llevado a los Obispos de nuestra fe a que, inspirados por el paráclito, realicen esta lectio divina, con alcance universal, para que este pueblo sumido en toda suerte de iniquidades, al cual se le ha obligado a deformarse, a postrarse  y suplicar dádivas, entienda que es mandato de Dios vivir en dignidad, asumir el camino sinodal que no es otro que hacerse parte activa en la denuncia valiente del atropello y, bajo el amparo del Espíritu Santo y Jesucristo Dios, hijo y trino, clame a viva voz y ordenar en el nombre de Jesús de Nazareth: ¡Levantarse y andar!.

En esta lectio divina, trocada en exhortación pastoral con motivo de la CXIX Asamblea Ordinaria Episcopal, recuerdan los Hechos de los Apóstoles recogidos en el Nuevo Testamento, específicamente en Hechos  3.6, que nos cuenta como Pedro y Juan subían a la hora novena al Templo y hallaron a un hombre impedido de andar de nacimiento, quien deshumanizado les tendió la mano para pedir una limosna. Ante ese cuadro y habiendo ya recibido los dones del Espíritu Santo, Pedro la piedra de la Iglesia de Cristo, sobre la cual no prevalecerá el infierno y sus huestes, le respondió: “ No tengo oro, ni plata os daré lo que sí tengo fe y alzando la mirada al cielo, expresó a viva voz: En el nombre de Jesús de Nazaret ¡Levántate!”.

Luego de ese momento aquel hombre con sus miembros deformes tuvo la posibilidad de erguirse en sus plantas rectas, sanas y sobre sus piernas andar, saltar y alabar el santo nombre de Dios. Había dejado de estar postrado, lo abandonaba la parálisis física, podía valerse, estaba curado en el nombre del unigénito hijo de Dios, la postración que le impedía andar y asumir una vida digna le eran ahora ajenas, desaparecía el entumecimiento.

Este pasaje de los hechos nos recuerda que Dios no se olvida de nosotros, no nos abandona, pero también nos compromete a actuar en consecuencia, con valentía, sin miedo, haciendo sinodalmente lo que nos corresponde desde cada ámbito de nuestra vida civil, religiosa y humana.

¡Cristo vive!, así lo decía San Juan Pablo II en aquel terrible escenario del dolor de la tiranía de Pinochet, en un encuentro con la juventud. Nuestra valiente e inspirada conferencia episcopal nos facilita la lectio divina, en un exhorto como el gesto de la Verónica que enjugó la cara de un Cristo, sangrante, sudado y humillado. Ese mismo Nazareno es llevado todos los días de estos veintitrés años al Gólgota, donde es despojado de las vestiduras. Allí padece en las camillas de los hospitales, templos del dolor, donde se suplica por un calmante. Allí es clavado en cada diálisis que se deja de hacer, en cada niño que muere por falta de medicinas y en los dolores de los  ancianos, esos que están postrados, enjutos y yacientes de dolor.

Frente a este cuadro de postración dolorosa y de indiferencia social entonces era menester que los Obispos, varones en Cristo, nos recordasen los hechos de los apóstoles quienes, confiados en los dones del Espíritu Santo, lograron sanar al inválido de nacimiento y además tomar esa lectio divina y hacer un exhorto social, para desentumecer a una sociedad lisiada en pobreza de lengua y espíritu.

Estos valientes pastores de una grey lacerada, aplastada bajo el peso de un madero para el tormento, presentan una urgente exhortación a despertar, volviendo a la frase de San Juan Pablo II, en su segunda visita a Venezuela “Despierta y reacciona”. No podemos asumir posturas acomodaticias, individuales y egoístas, en la exhortación pastoral los Obispos miran una realidad lacerante que es incompatible con la élite atada al “capitalismo socialista salvaje”, ese que se constituye en ofensa para nuestros educadores, personal de salud, obreros, trabajadores informales y pensionados que intentan subsistir con unos ingresos paupérrimos que hacen que las desigualdades sean escandalosas.

El llamado es a que todos nos levantemos y requiramos vivir con dignidad, solo el maligno nos quiere ver derrotados, desesperados y vencidos. Dios nos quiere prósperos, alegres y felices, la nueva élite del socialismo capitalista es ofensiva frente al entumecimiento de pensionados postrados en cama, enfermos sin medicinas, maestros trocados en mendigos. El camino es sinodal, aportando lo mejor de nosotros en cada escuela, en cada universidad, en la vida cotidiana, para hacer todo lo mejor que podamos. El exhorto se resume a que no quede ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ninguna persona sin dignidad, ningún trabajador sin derechos, ningún niño sin infancia y ningún anciano sin una venerable vejez.

No hay medias tintas en las luchas legitimas por los derechos conculcados, son un problema político que nos atañe a todos por igual. No se trata de establecer espacios estancos entre lo gremial y sindical con lo político, pues esta gestión no comprende el manejo político. Atropella y escandaliza con su estilo de vida de sultanes a los millones de hermanos que huyen del hambre, del terror, de la indiferencia. Sus lujos conseguidos con el erario público son duras bofetadas para maestros y profesores que subsisten y cuyas vocaciones han sido arrolladas por el peso de la imposibilidad de vivir con una limosna.

Esta gestión de gobierno creé que valemos 25 USD y nos dan una dádiva de 580 bolívares, en un bono a la guerra económica, pero lo que se exige son condiciones decentes de trabajo, seguridad social, salarios dignos, transporte y no limosnas convertidas en zapatos de cartón para los descalzos maestros miserables. No hubo inicio de clases en el subsistema de educación, pues el hambre imposibilito los métodos de enseñanza, además luchar por defender los derechos es una forma de educar para ser ciudadanos y no esclavos.

No es política lo que se hace, las reivindicaciones laborales, civiles y humanas son connaturalmente políticas le corresponden a la polis, a la sociedad, no hay manera de separarlas, por mucho que la ratio técnica quiera imponer formas al pensamiento con sentido moral, ético y ciudadano.

No me robaran la esperanza, no me doblegarán el espíritu y menos me quitaran el relato. Por el contrario, en medio de la inmundicia, de la afrenta y el riesgo seguiré formando ciudadanos libres, plurales y respetuosos del otro, seguiré siendo dueño de mi relato y jamás claudicaré a ejercer coqueteos y proxemia con los autores de tanta maldad, con quienes han hecho que siete millones de venezolanos sean extraños en una sociedad de extraños. No seré cómplice del abandono de los restos de los antepasados, ni de los adioses de quienes jamás se podrán ver, no estaré señalado por la historia como cooperante del llanto que ahoga no poder abrazar a la madre, al hermano, al hijo. De esas tropelías me declaro inocente.

Para la angustia de quienes pactan e intentan separar lo gremial de lo político, seguiré señalando que esta situación de mendicidad es una consecuencia de quienes manejan el poder, seguimos teniendo las peores condiciones políticas, sociales y económicas y esas son la causa de nuestra ruina como educadores, es imposible enseñar si no somos capaces de exigir un legitimo derecho, que nos ha sido expoliado.

Finalmente y ante el exhorto de la Conferencia Episcopal repito las palabras de Cristo, Talita Cumi, que en arameo significan “Niña a ti te digo levántate y anda”, pues así como la hija de Jairo volvió de la muerte, la justicia, la libertad y la democracia harán lo propio y allí seremos pesados por nuestras obras pues es palabra de Dios: por vuestras acciones os conoceréis y, en lo personal, no me conocerán por estrechar la mano, tener proxemia y simpatías por nuestros verdugos, esos que nos entumecieron y de cuyos dolores saldremos bajo el comando, de San Pedro “!Levántate en nombre de Jesús de Nazaret!”, así comenzaremos a caminar sobre nuestras piernas y a dar pasos sobre la ética y la moral, esa que no se finge, se practica.

El exhorto es a caminar en la verdad, en la justicia y en la unidad sinodal, pues es imposible separar el drama de la miseria gremial de los trabajadores, de un evento político para no contravenir a quienes han destruido a la escuela y la universidad. Reitero no les daré mi odio, no les obsequiaré mi rendición, seguiré denunciando, pues solo en Cristo está la verdad y la vida.

Los hechos de los apóstoles, que intitulan el exhorto de la Conferencia Episcopal Venezolana, subyacen el mensaje de que el enemigo malo desea vernos pobres, abatidos, vencidos y derrotados. De la mano de Dios y de Santa María de Coromoto yo me mantendré de píe, exigiendo, arengando y empujando los caminos hacia un mundo mejor. Vale más la oración con acción, que la simulación creyente del fariseo, que engaña y se envilece.

Como corolario de advertencia citaré al maestro José Rafael Herrera, una de las más calificadas mentes en materia filosófica, para indicar lo siguiente: “Nadie puede humillar sin exponerse, tarde o temprano, va a pagar por ello el correspondiente costo político. Ese es, sin absoluciones, el auténtico precio de la historia”

“Nuestra Sociedad está paralizada por la inercia y la resignación por la desesperanza, por la experiencia acumulada de múltiples carencias, contradicciones reiteradas, violaciones impunes de los derechos fundamentales, mentiras flagrantes, promesas incumplidas” CEV Asamblea Ordinaria CXIX 12/01/2022




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