«¿Cuándo?,¿en qué momento mi patria dejó de ser ‘tierra de gracia’ para transformarse en esta desgracia?» Laureano Márquez

En 1498, cuando Cristóbal Colón desembarcó en las costas orientales de nuestro país, quedó deslumbrado del imponente paisaje, con caudalosos ríos, inmensos árboles, abundante fauna y una comunidad aborigen de rasgos físicos “bien parecidos, atentos y cordiales”. Usó la denominación de «Tierra de Gracia» para narrar a la Reina Isabel, las bondades de lo que había descubierto en su tercer viaje.

Quinientos veinticinco años después, y rememorando aquella admirativa expresión con la cual Colón plasmó lo hermoso de nuestro territorio, un excelente equipo de planificadores que acompañan a María Corina Machado en la ardua labor de sacar nuestro país del terrible marasmo de más de dos décadas de infame gestión gubernamental, nos presentan una interesante propuesta denominada “Venezuela Tierra de Gracia”, para «recuperar el país y guiarlo hacia el crecimiento, el desarrollo y la riqueza, gracias al trabajo honrado y constante de nuestra gente, con una ruta realista, factible y solidaria que reúne las medidas más pertinentes y eficaces para superar el fracaso socialista y convertir a esta nación en una sociedad libre, en el menor tiempo posible »

Y es que ya resulta el clamor del 80% los seres que habitamos este espacio del globo terráqueo, otrora llamada “La Tierra de Gracia”, ubicada entre los paralelos 1 y 13 de latitud norte y entre los meridianos 60 y 73 de longitud oeste, hoy conocida como Venezuela, que no merecemos la miserable situación que este régimen nos obliga a soportar, como tampoco aceptamos sumarnos a esa lamentable diáspora, que nos presentan cual lamentable anatema.

La Tierra de Gracia que anhelamos y merecemos, debe ser ese espacio sin intolerancia, sin opresiones; bregador y competidor, donde más que derecha o izquierda, haya prosperidad; donde no se persigan las personas por expresar sus ideas sus legítimas opciones; o por reclamar sus derechos; esa Tierra sin presos políticos; sin tiranías y sin tiranos, sin despotismo, ni totalitarismo; donde el Estado no se confunda con el partido que gobierna; y en el cual los gobernantes que no vivan declarando la guerra – ni siquiera verbal – a quienes se opongan a sus designios. Una Tierra en la que se otorguen las condiciones necesarias para que los ciudadanos vivan dignamente: con trabajo, salud, vivienda; y, sobre todo, solidaridad, lo que nos permitiría alcanzar la verdadera independencia individual, enmarcado esto en una economía humana y asentada en valores. Una Tierra con un sistema judicial que garantice las libertades y responsabilidades individuales y en la cual que exista seguridad jurídica que incentive la inversión externa.

Ahora bien, para alcanzar esa Tierra de Gracia debemos apartar la abulia, la estulticia, la negación de utopías, la escasez de ideas y sueños; dejar atrás la indiferencia o el temor que pueda invadirnos y sumarnos a esa Gran Alianza Nacional de la cual nos hablaba recientemente el buen amigo Julio Castillo; o bien poner nuestro granito de arena, con nuestro entusiasmo y compromiso, en ese plan de recuperación nacional contemplado en “Venezuela Tierra de Gracia”.

Manuel Barreto Hernaiz




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