Las «polis» (conglomerados humanos, ciudades) cambian menos que cada quien y esto, ahora, no es favorable. Adaptémonos a la realidad que hemos visto: ¡somos frágiles, muy vulnerables! y el cambio no puede ser improvisado. E. Arenas P.

Nótese que el título específica «desconfinamiento» (antónimo de confinamiento, que es aislamiento), debiéndose partir de que todo confinamiento no es cuarentena, pero toda cuarentena sí implica confinamiento. «Cuarentena» es el aislamiento durante el tiempo necesario (no «predeterminado») al que se somete a humanos y/o animales procedentes de zona(s) donde hay una(s) enfermedad(es) infectocontagiosa(s) y a los portadores de ésa(s) con el fin de evitar la diseminación del agente nocivo a los seres sanos.

Lo que se ha hecho ante la Covid-19 (enfermedad causada por el
SARS-CoV-2) no sólo es «cuarentena» de l@s CONTAGIAD@S, sino también un «confinamiento» -¡por primera vez en la historia de la Medicina!- de toda la población de SAN@S, implicando lo que por ello pueda venir en el futuro.

A veces, el futuro es esperable, pero no siempre es así. La incertidumbre (la falta de seguridad o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud por los riesgos que puede haber y/o por las equivocaciones en las que se puede caer) suele presentarse en circunstancias difíciles y hay que decidir asumiendo las consecuencias que derivan de las decisiones que se adopten, cuyo precio a pagar puede ser muy alto.

Ante esto, se hace necesario mantener el entorno «controlado» (en «expectativa armada»), con un plan de actuación de respuesta inmediata ante las contingencias probables para -al menos- estar en capacidad de mitigar el efecto adverso de lo que pueda presentarse, sabiendo que esperar que las previsiones se cumplan al 100% es un error grave y una pérdida de tiempo.

Gestionar la incertidumbre implica aceptar las fallas como parte de los procesos de gestión, pues son elementos fundamentales de mejora. El error surge como un efecto o resultado indeseado por una acción o gestión incorrecta que rompe la seguridad del logro adecuado y deseado.

La relajación de la rigidez de las normas sanitarias del confinamiento es un proceso que debe empezarse a vislumbrar, entrañando una serie de incógnitas relacionadas con el riesgo de exposición a la probabilidad de contagio con el SARS-CoV-2 y esto puede verse seguido de una segunda ola de casos de la Covid-19 con la posibilidad de tener que retornar a la cuarentena y al confinamiento (acciones de mitigación). Por esto, el desconfinamiento ha de ser gradual (por fases escalonadas), asimétrico (por regiones territoriales, pudiéndose llegar hasta el extremo parroquial), coordinado (ciñéndose a requisitos específicos con base en indicadores que conformen el «cuadro de mandos de la gestión»), y flexible (con posibilidad de retorno a la fase anterior si se detecta algún inconveniente en la progresión), extremando las acciones de prevención, pues más gente en la calle puede causar más enferm@s en los hospitales.

Por todo lo precedente, como toda buena gestión, la del desconfinamiento postpandémico debe tener requerimientos que han de ser satisfechos a cabalidad para su iniciación, y un conjunto de indicadores cuantitativos y cualitativos, mecanismos de monitoreo y de control que permitan actuar inmediatamente para corregir cualquier desviación indeseable en el avance por el camino diseñado.

El «cuadro de mandos de la gestión» conviene que se maneje mediante los postulados del «cuadro de mando integral» (el Balanced ScoreCard, modelo propuesto por Norton y Kaplan), una metodología de seguimiento a la gestión aplicable en todos sus niveles (estratégicos, tácticos y operativos) que sirve como el marco referencial de trabajo (adaptado necesariamente -en este caso- a la circunstancia pandémica) que se usa para definir y hacer el seguimiento al cumplimiento o alcance de las metas formuladas en el plan por el cual se irá rebajando progresivamente el confinamiento restrictivo -implementado para enfrentar la pandemia actual por el coronavirus- conforme vayan mejorando las condiciones de seguridad para la salud de la población.

Se escucha decir «jamás seremos los mismos de antes» y hay quienes lo dudan, pero también se oye «vamos de retorno a la normalidad, tal como éramos antes» y esto último es imaginable: ya se verá que van a empezar los apretones de manos, abrazos, besos y quién sabe cuánto más que no hubo durante la cuarentena y el confinamiento (gracias al distanciamiento interpersonal); la idiosincrasia venezolana hará que eso acontezca y vale preguntar si se tiene consciencia del riesgo en el cual está cayéndose debido a estos gestos. Como muestra fehaciente de que así son los nativos, basta un botón: los montones de desperdicios fétidos -llenos de roedores e insectos rastreros y voladores- que en plena pandemia ocupan aceras y demás espacios públicos: los funcionarios de los entes oficiales que deben cuidar la higiene ambiental no cumplen con su misión, dando cabida a quién sabe cuál emboscada a la salud pública. Si ese botón es insuficiente, aquí otro: ¿cómo pensar que la población se comportará de un modo ideal si al caminar en estos días por el centro de Valencia, entre las avenidas Cedeño y Lara, se ve todos los negocios abiertos, la gente aglomerada y sin tapaboca? ¿Sobre quiénes recae la culpa: en gobernantes y/o en gobernados? Se ve que hay ignorancia, falta de compromiso individual, incumplimiento de las atribuciones, y desacato a las leyes, normas y protocolos de actuación.

Una segunda ola de casos (como acontece en Wuham y en Korea del Sur) sería un problema cuyas dimensiones son impredecibles, pero no abrir las puertas de entrada hacia la «nueva normalidad» daría cabida a una mayor crisis económica que la que cursa desde hace tiempo y caer en caos sociopolítico. Hay que ser prudentes, pero la peculiaridad del venezolano hace que no sean así y esto lleva a anticipar que habrá delito e imprudencias.

Por todo lo expuesto aquí, los integrantes del equipo de gestión de dicho proceso han de actuar comprometidamente en la formulación, implementación, monitoreo y control de la «hoja de ruta de la gestión», quienes han de actuar siempre con libertad para emitir «voto salvado, escrito y justificado» y/o dimitir al cargo desempeñado cuando no se esté de acuerdo con lo que se va a hacer, teniendo como premisa que el precio a pagar por una equivocación es muy grande, pues son vidas humanas, razón por la cual las decisiones pertinentes se han de adoptar con base en lo recomendado científicamente por médicos (epidemiólogos, sanitaristas, virólogos, entre otros) y mediante un modelo que no sea por «consenso» (resolución de los órganos colegiados que se emite por consentimiento entre todos los miembros del conjunto humano, donde quienes no están de acuerdo con ella… ¡callan ante el público su inconformidad!), pues en estos asuntos toca asumir ética, moral y legalmente de manera individual (no tras el parapeto de «acto colegiado») la responsabilidad por las consecuencias derivadas de las decisiones adoptadas en tal instancia.

Chichí Páez
gerenciaenaccionve@gmail.com
@genaccion




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.