«Que Dios nos dé ser personas que hacen el bien por el mal y con valores que hacen crecer a los hombres y evolucionar la sociedad». N. Mandela

La nación venezolana está bajo el efecto de terror, pánico, pobreza, descontento, escasez, carestía, desnutrición, hambre, enfrentamiento, discordia, conflictividad, odio, ansiedad, frustración, tensión ciudadana, turbulencia y enturbiamiento social, estupefacción, decadencia, crisis de los servicios públicos (salud, agua, electricidad, gas doméstico, combustibles, telefonía, internet y otros), manipulación psicológica (incluyendo: ideológica).

Violación de los derechos humanos, ausencia del estado de derecho, corrupción, autocracia, grupos armados que ponen en retirada a los cuerpos policiales-militares, fallas en la seguridad humana, ver ondear pabellones nacionales ajenos en las sedes de las entidades oficiales, soberanía pisoteada, una fuerza armada nacional mermada e infiltrada, pero ¡represiva que dispara contra su pueblo!.

Ver compatriotas -indefensos y desarmados- torturados y asesinados, y más efectos devastadores -dirigidos a ninguna persona en particular, que golpean al azar, con una escala y ferocidad inimaginables- que crean gente paupérrima, sumisa, solitaria, sin entusiasmo, aislada, confinada, minusválida, embrutecida, dividida, con incertidumbre y con soportes enclenques de la estructura de la personalidad (como de zombies sometidos y disociados o borregos hambreados y rendidos, tal como plebeyos, vasallos desequilibrados) en un país cuya economía experimenta su peor momento histórico: un todo que causa anomalías no sólo orgánicas, sino de todas las esferas de cada persona, dentro de un escenario donde cada quien se reconoce como un ser vulnerable, frágil.

En la actualidad, ante ese panorama, con las limitaciones existentes en todos los ámbitos debidas: 1- a la gestión política del país en las últimas décadas; y 2- a la pandemia de la ECovi-19 (en inglés: CoviD-19) que alterará el orden mundial para siempre, ¿cuáles son las competencias de liderazgo a poner en práctica por los integrantes del equipo de la salud en Venezuela?

«Liderazgo» es el conjunto de habilidades directivas (acciones, expresiones, silencios, ademanes, atributos, características, cualidades y más) que un individuo tiene e irradia para influir en la forma de ser o actuar de las personas haciendo que éstas procedan (de manera individual, en un grupo o en un equipo determinado) con lealtad y con entusiasmo hacia el logro de sus metas y objetivos.

«Líder» (del inglés «leader»: guía, conductor, orientador) es una persona que dirige a otro(s), mientras que jefe es quien tiene poder sobre otro(s) para mandar su trabajo o actividades. Ser jefe no siempre es ser líder. Tod@ líder tiene gente que le sigue y acompaña.

«Salud» es el estado de completo bienestar físico, mental, espiritual, económico, familiar, social y laboral de una persona y no sólo la ausencia de afecciones y/o enfermedades.

En lo tocante a lo pandémico, la actual no es la primera ni será la última, pero si muestra similitudes y diferencias con las anteriores en las que la gente de los servicios de salud se ubicó sobre las circunstancias excepcionales de esos momentos aciagos, ocupó el puesto debido y desempeñó los roles que le tocó cumplir, incluso a riesgo de la vida y contó con el apoyo de aquellos dirigentes de turno que no sólo proveyeron los recursos materiales y filosóficos, pues también estructuraron equipos de trabajo (de asesoría y de desempeño) con los mejores y más capaces para concebir las decisiones relativas a las acciones que hubo de emprender (según el estado del arte de la época) para ayudar a los más vulnerables, que en esos casos de calamidad pública… ¡lo fueron todos, sin distinción!, actuando en equipo, solidariamente, ocupándose de la economía y de la salud que se caían a pedazos y debían rehacerse, incluyendo a las personas y su integridad individual y contextual: siempre, la reconstrucción debe ser polifacética y empleando útilmente modelos protocolares de evaluación de riesgos.

Un detalle: ahora, esta catástrofe ha venido a comprometer más la poca capacidad de respuesta de los deficientes servicios de salud en este país, pues: 1- siguen presentándose los casos médicos, quirúrgicos, obstétricos y pediátricos de siempre; y 2- desde hace lustros, los suministros médicos son insuficientes para hacer frente a esos casos y lo son aún más ante la creciente ola de casos de la Ecovi-19, en escenarios donde las unidades de cuidados hospitalarios trabajan al límite y más allá.

Entonces, se necesitan líderes emocionalmente inteligentes y capaces de modelar los escenarios y las relaciones que acontecen ahí, defendiendo a todos y al todo, incitando el trabajo cooperativo y complementario, en equipos autodirigidos y de alto desempeño, que informen, entrenen y guíen por la empatía y no por el ego; es decir: sin egoísmo ni egocentrismo.

Tod@s l@s integrantes del equipo de la salud han de reconocerse como líderes de la cuarta revolución de la historia humana (la de la evolución digital que integra la tecnología emergente a la sociedad, al cuerpo humano y demás campos: inteligencia artificial, biotecnología, telemática y más) que necesita un liderazgo especial: muy humano, transparente, honesto, humilde y que sobrepase lo tecnológico.

Se requiere de gente que -para dirigir, encaminar, y no para mandar- se ponga en los zapatos de l@s otr@s, quienes han de ser recibid@s, conducid@s, atendid@s, auxiliad@s y salvad@s con iniciativas que desemboquen en acciones: 1- de contención del contagio, detener su impacto, y revertir su propagación; y 2- de reconstrucción de todos los niveles afectados (en lo material, económico, social, laboral, familiar, biológico, mental, espiritual y más), restaurando la estabilidad, sabiendo que han de entusiasmar a tod@s para dar gracias por estar viv@s, por tener lo que tienen, y para incitar esperanza por la regeneración a partir de la crisis que afecta (una circunstancia en la vida, que hay que sobrepasar, sin estancarse) haciendo siempre lo mejor que se pueda hacer, siendo las personas que se necesita que estén al frente con una guía amorosa, prudente, sutil, racional, corajuda, pulcra, llena de paciencia, sabia, proactiva, justa al caso (con rigor científico y procedimental), sin rendirse, sin parar, y en tiempo real, anhelado el bien y lo óptimo, sin aparentar ilusoria ni vanidosamente -que no haya contraste entre lo de adentro y lo de afuera: de parecer y no ser- ya que no debe haber separación entre lo que representan y la realidad.

Ellos y ellas son quienes están a la entrada de los centros asistenciales (públicos y privados): recepcionistas y administrativ@s, camilleros, camarer@s, gente de mantenimiento y limpieza, técnic@s, enfermeras, bioanalistas, auxiliares (de laboratorio, de enfermería, de administración, etc.) y médicos, todo ese enjambre complejo que se ha preparado para servir bien (¡muy bien!) y que se desliga de individualidades y brilla empeñándose -¡más que nunca!- en ser efectivo, útil, eficaz y eficiente a pesar de las absurdas limitaciones en las que está actuando, comprendiendo que quienes acuden a esos centros están viviendo lo escrito acá (al igual que ell@s), debiendo tener eso muy presente en su mente y alma, por lo cual han de hacer lo que se debe hacer, sin esperar lisonjas, sin rendirse ni agotarse en las duras jornadas que les toca vivir, sin caer en el bullicio del mercado del mundo.

Chichí Páez
gerenciaenaccionve@gmail.com
@genaccion




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