«La unión hace la fuerza». Moraleja de la fábula «El viejo y sus hijos»
de Esopo (620aC-564aC) y lema de Holanda.

Los 13 capítulos de «El arte de la Guerra», libro de Sun Tsu (544 aC-496aC, uno de los mejores estrategas y analistas militares), citan las tácticas ganadoras a aplicar en distintos escenarios militares, partiendo de que la guerra es una extensión de la política, y éstas se han implementado no sólo ahí, sino en la gestión empresarial, social, familiar, legal y personal.

Los capítulos son: I- Aproximaciones; II- La dirección de la guerra; III- La estrategia ofensiva; IV- Disposiciones; V- Energía; VI- Puntos débiles y puntos fuertes; VII- Maniobra; VIII- Las nueve variables; IX- Marchas; X- El terreno; XI- Las nueve clases de terreno; XII- Ataque de fuego: y XIII- Sobre el uso de espías. Estos títulos esbozan temas como la gestión y el liderazgo, la matriz FODA y su análisis, el planteamiento y la preparación inteligente para la victoria, la estrategia del engaño, la disposición anímica y de actuación para avanzar en los distintos escenarios, las palabras y demás herramientas como armamento en el campo de batalla, cómo poder vencer sin caer en el enfrentamiento cara a cara: imponiendo una moral dominante, ya que el planteamiento central es «vencer sin derramar sangre».

Para eso, hacer aproximaciones y conocer al rival, sus aberraciones, sus armas, el terreno donde batallar y más detalles.

Hay que recorrer varios para tener el faro necesitado que ilumine la vía conveniente a seguir en un ámbito donde instituciones oficiales están genuflexas y son serviles al «estado» (no pueden estarlo ante la «república» en donde ésta ya no existe -aunque así se denomine al país- ya que «república es una forma de gobernar la cosa pública donde el poder se ejerce de acuerdo con el estado de derecho establecido en una constitución que incluye la separación independiente de los poderes públicos -no siendo ramas de un poder público- y que tiene un jefe ejecutivo electo legítimamente por los ciudadanos -el pueblo- en quienes reside la soberanía y donde se respetan los derechos individuales». Lo cierto es que una república está fundamentada en el “imperio de la ley” y no en el “imperio de los hombres”).

Para no caer en error, se debe recordar que «estado» en lo jurídico-político es el status quo, lo imperante en el presente, relacionado con el contexto del poder para ejercer el gobierno.

Mientras que «gobierno» es el conjunto de personas y entes que manda y dirige lo político, social, económico y la aplicación de lo jurídico sobre el pueblo de un territorio porque ostenta el poder y la autoridad, dos atributos que en los países democráticos son conferidos por los electores.

Hay países en los que el gobierno está usurpado (poseído, gracias a artimañas o procedimientos ausentes en lo constitucional, legal, reglamentario y normativo aprobado por la instancia a la que compete); ejemplos son las dictaduras y tiranías (que no son sinónimos), regímenes abusadores del poder, pues el mando, la dirección y la autoridad se la autoadjudica ilegalmente el dictador o el tirano, respectivamente, quien rige -contra derecho y apoyado por quienes tienen las armas- con una justicia a medida de su voluntad, atribuyéndose ser «soberano» y que actúa disimulando, o de modo abierto o ambiguamente para cometer arbitrariedad, opresión, despotismo y demás crímenes, procediendo como jefe supremo, conformando una autocracia totalitaria escudada tras la imagen ficticia de un supuesto «gobierno del proletariado», viéndose al pueblo realmente inmerso en el oprobio infame, mientras que el mandante y sus séquitos flotan en la abundancia y el servilismo de aduladores de turno que constituyen el trío malvado (dictador/tirano-séquitos-aduladores) de un gobierno del mal que -sin pausa- avanza cada día, valiéndose del arte del engaño (por su efecto mediático).

Entonces, entendiendo todo lo anterior, es fácil admitir que dichas condiciones hay que encararlas con armas y estrategias idénticas, distintas y superiores… sin equivocar el plan de combate. Hay que saber jugar ese ajedrez, asumiendo la responsabilidad propia y la que toca adjudicarse por los demás, lo cual pide madurez, siendo miembro del equipo social compacto en el que cada cual -a manera de engranaje perfecto y lubricado- tiene su lugar y tareas para triunfar, incluso renunciando a la ambición particular y al propósito individual para alcanzar y cuidar lo que debe ser el objetivo común, lo que pide enfrentar desafíos y problemas que deben superarse sin dejarse encerrar en sí mismo (dos ejemplos: 1- lo de Crimea, en 1945, cuando Franklin Roosevelt (Estados Unidos de América), Sir Wiston Churchill (Gran Bretaña), y José Stalin (Rusia) convinieron seguir actuando juntos -y: alineados- contra Adolfo Hitler (el enemigo común que quería gobernar al mundo) para someterle y… a pesar de todo… ¡lograrlo!, y 2- lo hecho en la quinta «Puntofijo», Sabana Grande, en Caracas, en 1958, por Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (COPEI) y Jóvito Villalba (URD), al convenir la participación gubernamental equitativa para conseguir la sostenibilidad de lo ideado): entonces, hay que hacer política de verdad, hablando claro y pisando tierra, haciendo «cabecera de playa», sabiendo que hay que insistir y resistir, protegiendo contra amenazas, para crear certidumbre y confianza, sin fomentar falsas expectativas que terminan en desesperanza, ya que se está en guerra asimétrica: esto debe entenderse para avanzar constantemente, es la premisa determinante… ¡no permitir desunión ni caer en una congelación política ni diplomática, sino crear un factor de poder con aliados!

En los escenarios irregulares (oclo y autocráticos), ¿qué es característico? Usualmente, el perfil de un país donde se ve: 1- que quienes juraron defender (hasta con su vida) la constitución y besaron de rodillas al pabellón nacional no lo hacen, pues forman parte de quienes la vejan; 2- que quien ocupa la silla del jefe ejecutivo (alias «número uno») se aferra a ella luego de un proceso electoral alejado de lo estatuído en el ordenamiento legal (este último no puede etiquetarse como «vigente», pues todo hace entender que es «letra muerta» debido a abuso y desuso); 3- que los magistrados de su corte judicial superior no satisfacen los requisitos para su postulación, escogencia ni juramentación por una asamblea constituyente que le hace la comparsa al «número uno»; 4- que hay varios parlamentos (uno constitucional, resultante de un proceso democrático válido y reconocido internacionalmente; y dos más, creados arbitrariamente: uno «constituyente» y avalado por la corte espuria, que simula ser lo que no es, y otro que nació para desplazar al primero sin que haya documento que dé testimonio de su validez); 5- que impera lo dicho por José Stalin («No importa quienes voten, sino quien cuenta los votos») y que existe un cuerpo electoral cuyos integrantes máximos fueron designados por un ente que no tiene atribuciones para eso y lo hizo mientras el legislativo competente cumplía los pasos para ello; 6- que la instancia electoral de esa corte superior asignó nuevas autoridades ad hoc en la junta directiva de partidos políticos de oposición y progobierneros, para su reorganización y les atribuyó potestad sobre sus siglas, símbolos, tarjeta y sedes, socavando la credibilidad en lo político; 7- que en el territorio nacional hay bandas armadas (en las ciudades) y fuerzas paramilitares (en las zonas fronterizas), ambas respaldando al régimen que ostenta el poder; y 8- que las cifras de la pandemia dadas por una comisión presidencial difieren de las del instituto de higiene y las de los gobernadores y alcaldes, llegándose a pedir la renuncia de quien encabeza al instituto. Sólo 8 pinceladas que dibujan donde toca batallar: un estanco de arenas movedizas, fermentadas y pútridas, pues lo establecido en la constitución, en las leyes, reglamentos y normas se los salta el adversario ¡a la torera..!

Ya se sabe mucho y para romper ese status quo y salir de ahí… toca considerar sus debilidades (cada vez mayores) y fortalezas (cada vez menores), y diseñar y actuar sin cesar, como lo propuso Sun Tsu y lo hace entender Esopo en su fábula, siendo lo planteado por el lema holandés: ¡juntos, hasta… lograrlo!

Para lograr una gestión exitosa, es imprescindible la unión del todo y la alineación de los recursos (tangibles e intangibles: filosóficos, humanos, financieros y demás) dentro de una estrategia coherente y con una sola agenda con los aliados.

Bien claro lo dijo Simón José Antonio de la Trinidad en su lecho mortal de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia: -«¡… que cesen los partidos y se consolide la unión!».

Chichí Páez
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@genaccion




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