Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad. Papa Francisco

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para que la humanidad se prepare la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirse de los pecados y de cambiar algo para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comenzó este Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, se hace un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que se debe vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo invita a cambiar de vida. La Iglesia invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Invita a vivir una serie de actitudes cristianas que ayudan a parecerse más a Jesucristo, ya que por acción de los pecados, la gente se aleja más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, se ha de arrojar de los corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen al amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, se aprende a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto se aprende también a tomar la cruz personal con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

Durante este tiempo especial de purificación, se cuenta con una serie de medios concretos que la Iglesia propone y que ayudan a vivir la dinámica cuaresmal.

Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (Lc 1,38).

Asimismo, también se debe intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.
La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de la vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se presentan a diario. De la misma manera, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas ayuda a vivir el desapego y desprendimiento.

De entre las distintas prácticas cuaresmales que propone la Iglesia, Ia vivencia de Ia caridad ocupa un lugar especial. Así lo recuerda San León Magno: «Estos días cuaresmales invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si se desea Ilegar a la Pascua santificados en el ser, se debe poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados».

Esta vivencia de la caridad se debe vivirla de manera especial con aquél a quien se tiene más cerca, en el ambiente concreto en el que se mueve. Así, se va construyendo en el otro «el bien más precioso y efectivo, que es el de Ia coherencia con la propia vocación cristiana» (Juan Pablo II).

Cómo vivir la Cuaresma

1. Arrepintiéndose de los pecados y confesándose
Pensar en qué se ha ofendido a Dios, Nuestro Señor, si duele haberlo ofendido, si realmente se está arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Hay que revisar los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayudarse de un libro para estructurar tu confesión. Se debe buscar el tiempo para llevarla a cabo.

2. Luchando por cambiar
Se debe analizar la conducta para conocer en qué se está fallando. Hacer propósitos para cumplir día con día y revisar en la noche si se ha logrado. Se debe recordar no poner demasiados porque por cuanto a hacer muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Se debe conocer cuál es el defecto dominante y hacer un plan para luchar contra éste. El plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.

3. Haciendo sacrificios
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa «hacer sagrado». Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque se ama, cosas que cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno hay algo que cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se le ofrece a Dios por amor, se está haciendo sacrificio.

4. Haciendo oración
Se debe aprovechar estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que se quiere y que se quiere estar con Él. Se puede ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma.

“En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el ‘agua viva’ de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo”. Así lo explica el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma 2021, titulado ‘Mirad, estamos subiendo a Jerusalén… (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad’.

Chichí Páez
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