En el devenir de los tiempos, la cultura empresarial ha edificado un monumento a un mito, el súper-líder, un ser que, para muchos, es la imagen inmaculada de la sabiduría y la clarividencia, que se eleva sobre la humanidad en un pedestal de perfección inalcanzable J. Alemany, Business Humanizer

En lugar de idolatrar al líder por aquello que hace bien, es fundamental reconocer y valorar su humanidad, sus imperfecciones y sus capacidades para crecer y aprender.

Un liderazgo auténtico y efectivo se basa en la empatía, la humildad y la capacidad del líder para crear más líderes. Para crecer y, como resultado, hacer crecer a los demás. En ese sentido, reconocer los errores y aprender de ellos es fundamental para convertirse en líderes.

El liderazgo implica descubrimiento y mejora continua, de aquí que un auténtico líder siempre esté dispuesto a explorar, tropezar y aprender.

El liderazgo real es orgánico o, dicho de otra manera, debe ser transmisible y sostenible, más allá de quien desempeñe el papel de líder hoy. Ninguna organización que aspire a sobrevivir en el largo plazo puede, ni debe, hipotecar su futuro en la figura de una única persona. Un auténtico líder sabe que su principal función no es lograr resultados, sino dejar un legado que trascienda de él mismo una vez concluya su periodo al frente de la organización.

El auténtico liderazgo es imperfecto.

De ahí que, si se tuviera que elegir dos habilidades que ayuden a convertirse en líderes, sin duda ésas serían la inteligencia emocional y el pensamiento crítico: la inteligencia emocional permite reconocer y gestionar las propias emociones y las de los demás, y es fundamental para establecer relaciones sólidas y saludables con el equipo.

El pensamiento crítico ayuda a analizar y evaluar información de manera objetiva y a concebir y adoptar decisiones informadas y razonadas.

Ambas habilidades permiten abordar las propias imperfecciones y aprender de ellas; conviene hacerse de ellas, en lugar de intentar mantener una falsa fachada de perfección.

La principal tarea de un líder.

Si hay algo que un líder hace a lo largo del día es, sin duda, concebir y adoptar decisiones que afectan a otras personas y para acoger buenas decisiones se requiere de un pensamiento crítico sólido. El pensamiento crítico es un proceso mental que permite analizar, evaluar y sintetizar información para llegar a una conclusión lo más informada, racional y objetiva posible desde tres puntos de vista: el del retorno, el de la legalidad y el de la ética.

De los líderes no se espera que sean inequívocos o que satisfagan las necesidades de todos, ya que eso es literalmente imposible. De un líder se espera que conciba, adopte e implemente decisiones justas y equilibradas, y que antes de hacerlo analice las posibles repercusiones para todas las partes implicadas, anteponiendo el bien común a su interés individual. Por eso, un líder que no ha trabajado su pensamiento crítico corre el riesgo de patrocinar decisiones basadas en emociones o en información sesgada, lo que puede llevar a la organización a un auténtico desastre.

El culto al súper-líder ha generado un panorama en el que la autenticidad y la humanidad se desvanecen en búsqueda de una ilusión de perfección que ha llevado a olvidar que liderar es un arte que brota de la humildad, el aprendizaje y la empatía.

Como afirmaba Prometeo, robar el fuego de la sabiduría de las manos de falsos dioses y devolverlo a la humanidad, hay que permitir que el liderazgo florezca dentro de cada ser humano cuando la necesidad aflore.

La clave para desentrañar la auténtica esencia del liderazgo como fue mencionado anteriormente, reside en el desarrollo de la inteligencia emocional y el pensamiento crítico, habilidades que permiten al líder comprender y gestionar las emociones propias y ajenas, y engendrar y poner en marcha decisiones informadas y equilibradas, respectivamente. Así, el líder se convierte en un faro de sabiduría y guía, sin caer en la trampa de la arrogancia y la infalibilidad.

El liderazgo personalista, de aquéllos que se consideran seres excepcionales, no hace más que mermar la competitividad y sostenibilidad de la organización que presuntamente lideran.

Se debe educar a líderes que, lejos de enaltecerse como seres especiales, entiendan la importancia de nutrir un ecosistema en el que todos puedan crecer y prosperar. El líder genuino deja un legado que perdura más allá de su propia existencia, como un algarrobo, del que cada semilla tiene la capacidad de crecer tanto o más fuerte que el árbol del que cayó originalmente.

Abandonen la idea de que la perfección es una meta a alcanzar y comiencen a abrazar la imperfección de la propia humanidad. No olviden que, cuando el líder se vuelve más humano, los humanos a su alrededor se vuelven más líderes.

¿Hora de reflexionar?

Aunque durante muchas décadas se pensó que para liderar hacía falta poseer un coeficiente intelectual más alto que el de los seguidores, la realidad es que si hay una inteligencia que un líder debe aprender a desarrollar y practicar, ésa es la inteligencia emocional. Ésta permite reconocer, comprender y gestionar las emociones propias y de los demás, lo que, a su vez, se traduce en una mayor capacidad para construir relaciones positivas, para gestionar conflictos y resolver problemas.

En un mundo cada vez más incierto, complejo y cambiante, en el que todos viven con las emociones a flor de piel, la inteligencia emocional se ha convertido en una habilidad clave para cualquiera que aspire a ser reconocido por los suyos como líder. Ser capaz de influenciar e inspirar a las personas que rodean es el primer pilar del liderazgo en el mundo actual.

Buscar la perfección lleva hasta a enfocarse en detalles triviales y a malgastar la energía, lo que puede terminar generando ansiedad, frustración y desmotivación. Invertir en desarrollar la inteligencia emocional permite descubrir aspectos fundamentales de la personalidad, además que ayuda a mejorar la capacidad para conectar con los demás en cualquier ámbito de la vida, no sólo el profesional. Cabe recordar que ser humilde es mantenerse con los pies en el suelo, pues HUMilde deriva de HUMUS, voz que significa “suelo” (lo que nunca se debe abandonar, lo cual se logra evitando creerse un dios (un súper-lider).

A un recurso humano muy bien integrado, alineado y con muchos líderes (no “caciques”) -donde cada cual esté bien capacitado para cumplir la misión desde su rama fuerte del quehacer- le resulta fácil llegar a ser un equipo auto-dirigido, de alto impacto y excelente desempeño, donde cada líder sabe que el liderazgo más difícil es… ¡liderarse a sí mismo!: una misión que es muy bien conducida por PF-Consultores (nuestro aliado en formación del mejor recurso humano) y cuyo instegram es: @Pfconsultoresve

Nuestros contactos: twitter: @genaccion; instagram: @gerenciaenaccionve; facebook: gerenciaenaccionvzla; y whatsapp: 58424 411 5051.

Escuche el microprograma “Gerencia en Acción”, a la 1:30 pm de lunes a viernes por MAX FM 92,9 o por www.maxfm929.com

(*)Escrito de Jordi Alemany, Business Humanizer y autor del libro «Liderazgo Imperfecto». ORH. Observatorio de RRHH y adaptado por el equipo de GA a la filosofía editorial de este espacio.




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