Ante la pandemia actual, el comportamiento mundialmente lógico es divulgar las acciones de profilaxis, induciéndolas, respaldándolas masivamente, liderando acordemente: dando el ejemplo, pues la salud y vida de todos están en riesgo, pero… en Venezuela, ¿cuál es el comportamiento mostrado por: 1- el status quo regente (SQR), 2- la población en general, y 3- los integrantes del equipo de la salud (IES)?

Mientras en Río de Janeiro (Brasil) se suspende el carnaval y en el mundo se aprieta las tuercas ante la aparición de nuevas variantes del virus (p.ej: un tribunal holandés de apelaciones mantiene en vigor el «toque de queda»: nadie fuera de su casa), aquí se hace todo lo contrario y se anarquiza aún más la realidad del país en el que ya se van notificando más de 400 casos diarios, con 131.828 enfermos y 1.260 muertes desde marzo del año pasado, según datos oficiales. Pero el gremio médico dice que las cifras reales son mayores y que el gobierno las ha reducido artificiosamente.

Quien ocupa el ejecutivo nacional -con su política populista de pan y circo, apelando a la responsabilidad y a cumplir con las medidas de bioseguridad establecidas- anunció la flexibilización del aislamiento durante la semana de los días festivos del carnaval, pese al alto riesgo de contagio que existe por aglomeración desordenada en las fiestas multitudinarias (megarumbas) en calles, plazas, ríos y playas (como en «el entierro de la sardina» en Naiguatá) donde escasean las caretas (tapaboca) y pululan licor, abrazos y libertinaje de ciegos y sordos voluntarios (no hay peor ciego ni peor sordo que quien no quiere ver ni escuchar la verdad: la existencia del contagio, la enfermedad y la muerte por SARS-CoV-2) lo cual hizo presagiar el probable desencadenamiento explosivo de una hecatombe inminente; es decir: ¡la debacle por un pésimo manejo de la gestió epidemiológica!

Así, Venezuela reta al coronavirus en Carnaval y…  luego de él… en las aulas.
Sí, también -invocando las mismas acciones de bioprotección- se anunció el retorno presencial parcial a clases en todos los niveles del sistema educativo a partir de marzo.

Tal retorno -en avalancha- compromete no sólo la seguridad de la salud y vida de los estudiantes (que son potenciales vectores diseminadores desde la comunidad hacia los centros educativos), sino la del recurso humano (docentes, administrativos, obreros, etc.) que no han sido inmunizados contra coronavirus, siendo de la población de 3,5 millones que debe vacunarse prioritariamente, muy especialmente cuando se confirmó la presencia de la variante brasileña (más peligrosa y más grave que la cepa inicial). ¡Vaya comportamiento incomprensible del SQR!

La oposición venezolana denunció que tales decisiones imprudentes abren la posibilidad para aumentar y acelerar el contacto entre la ciudadanía, incrementando así las opciones de propagación, tal como ocurrió durante la campaña para las elecciones de diciembre y con los festejos navideños: se vio no cumplir el distanciamiento requerido ni el uso de tapaboca en medio de una grave situación como la actual.

El comportamiento fructifica, para bien o mal. Hay quien -por más figuración- opina de tratamientos, vacunas y más sin base científica de por medio y desorienta a la población; p.ej: empieza con que el malojillo con limón es 100% efectivo; luego, lo dice de un tal DR10; y cambia -con alarde- al tomillo (carvativir: gotas de José Gregorio): ¡vaya comportamiento!

Se dijo que las 100.000 primeras vacunas Sputnik V son para los sanitarios, maestros y los del «Movimiento Somos Venezuela»; ¿porqué al incluir a los miembros de una corriente política en el grupo de priorizados y privilegiarles junto con los diputados de la asamblea nacional? En el artículo 21 de la Constitución Nacional se establece que no se permitirán discriminaciones que menoscaben las condiciones de igualdad de los derechos de toda persona. El 1-3-2021 fue el «Día contra la discriminación», ¿cómo etiquetar ese comportamiento: anticonstitucional?

En Levítico13, 1-2.44-46 se narra que en la epidemia de lepra el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón o ante uno de sus hijos sacerdotes.

Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!”. Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».

Ahora, así hacen sentir muchos vecinos a quienes son diagnosticados con Ecovi-19 y esto se extiende hasta sus familias, pues se escucha el temor y asco que eso causa. Esto ha motivado que la gente oculte la verdad para esquivar el rechazo, el repudio (la repulsa pública más rotunda), y al devenir la muerte se diga que falleció por un infarto u otro origen: ¡vaya comportamiento de la población en general!
Acaso, ¿son todos los casos debidos al desacato consciente y voluntario a las acciones de profilaxis? No.

Es cierto, hay casos por descuido y/o inobservancia de las recomendaciones sanitarias, pero también los hay por otras causas; p.ej: los IES son como soldados de primera fila y en muchos de sus escenarios de trabajo no les proveen todos los equipos de bioprotección y, a pesar de ello, teniendo plena conciencia del riesgo laboral, asumen cabalmente su misión -la de su llamamiento vocacional, la de su apostolado- llegando a entregar su vida (un tercio de las muertes en Venezuela es de estos héroes y heroínas) procurando contentar en todo a todos, no buscando propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven (como en 1 Cor 10, 31-11, 1): ¡vaya comportamiento: ejemplar! en un país cuyo SQR no dota debidamente los hospitales ni le distribuye los insumos de prevención ni siquiera garantiza el acceso al agua potable para mantener los niveles de higiene necesarios para cortar la cadena de transmisión de la Ecovi-19; realmente, un comportamiento oficial repugnante e inaceptable.

Por su condición de contagiosa, es una enfermedad denunciable (para beneficio social) e inocultable (por entrañar un riesgo mayor) y por eso los IES -quienes, a pesar de los riesgos y en la ruina en que se encuentran nuestros centros hospitalarios, no dejan de luchar por la vida y la salud del prójimo- deben hacer su denuncia obligatoria guardando el secreto médico. Por responsabilidad, no hay cabida a la incoherencia procedimental.

Chichí Páez
gerenciaenaccionve@gmail.com
@genaccio




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