Las leyes del movimiento de Newton ayudan a entender lo relacionado con el cambio y la conducta del humano. É. Arenas P.

Sir Isaac Newton (1642-1727; alquimista, filósofo, físico, inventor, matemático y teólogo inglés): «el genio científico más grande de todos los tiempos y también el más afortunado».

En su legado están las bases de la mecánica clásica: las leyes que rigen el movimiento.

Unos dicen que son tres: 1- de la inercia (un cuerpo mantiene su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, a menos que sobre él actúe alguna fuerza diferente de cero);
2- de la relación entre fuerza y aceleración (el cambio de cantidad de movimiento de un cuerpo, por unidad de tiempo, es igual a la fuerza neta sobre él y tiene lugar en la dirección de esa fuerza); y
3- de acción y reacción (para toda acción hay siempre una reacción de igual magnitud, pero de sentido contrario).

Otros añaden una cuarta: de la gravitación (con la que conceptualizó que la fuerza de la gravedad se debe a la atracción que un cuerpo de mayor tamaño ejerce sobre otro más pequeño y ésta actúa a lo largo de la línea recta que une esas partículas de masa que están separadas por una distancia).

Newton dijo que TODOS los movimientos se atienen a esas leyes. De ser así, ¿se manifiestan en el comportamiento del ser humano (CSH)?

La relevancia de las leyes de Newton está no sólo en lo físico, matemático y planetario; son aplicables en muchos ámbitos; entre ésos: al CSH, pues posibilitan deducir y explicar sus fenómenos y la mecánica de su funcionamiento que -en mucho- es rectilíneo e inercial, pues tiende a mantenerse constante con base en la «masa» del centro de gravedad axiológica referencial personal -individual (carácter, temperamento, crianza, convicciones, etc.) y grupal (social, laboral, político, religioso, etc.)- que determina la resistencia al cambio como consecuencia de que el humano es un ser relativista.

Lograr que una persona gire, rote y orbite en torno a unas metas y un objetivo no es sencillo: pide el esfuerzo a ejercer -conveniente y preferiblemente- más por medio del liderazgo de autoridad (con conocimiento, ejemplo, empatía, influencia, consejos, guías y seducción) que a través de mando.

¿Porqué?:

1- por motivo de la inercia (conexa a la zona de confort particular cuyo origen está en lo heredado, vivido y aprendido) se pueden explicar hechos como lo que acontece al querer modificar el accionar de personas con un comportamiento enraizado en errores («árbol que nace torcido nunca endereza sus ramas») o atornillado en la usanza tradicional («loro viejo no aprende a hablar»), pues hay interconexiones neuronales que (por neurobiónica o neuróbica) se estructuran por efecto de la repetición: lo buscado por los músicos al entrenar rutinaria y metódicamente para lograr la ejecución espléndida de una pieza musical.

¿Qué acontecerá si en pleno concierto surge en el pentagrama una nota que no estaba en lo practicado?: la dislocación desastrosa total, el acabose interpretativo.

Del fenómeno de inercia actitudinal deriva el porqué -inicialmente- al tenerse que frenar una conducta… la gente tiende a seguir comportándose como lo usual y… luego -por efecto de una fuerza (basada en decisiones fundamentadas en modificación de reglamentos, normativas, especificaciones, etc., o por argumentaciones, enseñanza, convencimiento, demostraciones, aprendizaje, conveniencia) se la ve cambiar su actitud. Igualmente sucede cuando hay inactividad y se incita al accionar: hay resistencia a moverse y se debe aplicar una fuerza (liderando -motivación, seducción, etc.- o mandando);

2- por razón de la relación entre fuerza y aceleración: de acuerdo con la constante de proporcionalidad, se deduce que a mayor fuerza aplicada mayor debe ser la velocidad en el logro del cambio deseado; de aquí que mientras mayor y mejor sea la calidad e intensidad del esfuerzo del liderazgo o el mando, menor tiempo para lograr lo buscado respecto del CSH.

Se sabe que dependiendo de la correspondencia de la «masa» (el «centro de gravedad axiológica referencial individual personal de principios, valores, educación, instrucción, roce social, paradigmas, experiencias, etc.») con el cambio pretendido, el esfuerzo se demorará menos o más en cristalizar lo deseado: a mayor semejanza entre esa «masa» y el cambio buscado, la velocidad de la modificación es más rápida, existiendo así una proporcionalidad directa entre la correspondencia de esa «masa» con el cambio y la aceleración, y una inversa entre la semejanza y la fuerza necesaria a aplicar.

Cuando se debe cambiar el accionar de un conjunto de personas, hay que aplicar el esfuerzo en la dirección debida sobre varios personajes simultánea, tenaz y sabiamente. La aceleración total del cambio dependerá de la suma algebraica de las velocidades individuales -por las correspondencias y las desigualdades- y de la perspicacia en la aplicación de la fuerza: aumentando la cantidad de favorables («en la unión está la fuerza») y/o reduciendo los desfavorables («desune y vencerás»);

3- por la ley de acción y reacción: si se empuja en una dirección, se presenta una fuerza igual, pero opuesta.

Al lanzar un balón contra una pared, ésta también obra una fuerza sobre él, de igual magnitud, pero de sentido contrario: deformándolo, rebotará y hasta podrá reasumir su forma original. Así ocurre en el CSH: debido a esta ley, indiferentemente del caso (detener o impulsar una conducta), hay que mantener la aplicación de la fuerza necesaria para proseguir hacia el estado deseado con el cambio en pro del cometido, pues siempre hay fenómenos que se opondrán: entre ellos, la resiliencia (la capacidad de un sistema -individuo, comunidad, etc.- de enfrentar episodios difíciles -como: ¡cambiar!- sin que eso signifique una metamorfosis perenne en su estructura o manera de ser); y

4- por la gravitación (fuerza de atracción que se da entre cuerpos que tienen «masa»; es decir: la fuerza existente entre dos).

En lo del CSH, tal fuerza puede ser entre dos o más, estática o variable (rígida, flexible y/o elástica), dependiente de la distancia, del plano o nivel y más; p.ej: del peso específico de la «masa» que entra a participar: razones por las que conviene precisar la afinidad en torno al eje determinante del todo, pues define la propensión de atracción y -por ende- la predisposición de actuación sinérgica entre distintos, de lo que puede inferirse que tal fuerza de acercamiento es proporcional al producto de las «sustancias constituyentes afines» de las «masas» (autoestima, personalidad, intereses, lo que se es en sí mismo, etc.) que deja ver cada cual, lo que permite estimar la situación conceptual hipotética de inclinación anímica (concordia-discordia) para alcanzar el movimiento de orbitación deseado respecto de la misión; el tiempo lo dirá y… «en el camino se ajusta la carga» bajo la conducción de una fuerza influyente, como la del liderazgo o del mando.

A veces, los cuerpos desorbitan (por desorientación, repulsión, desilusión, incompatibilidad, etc.) y quedan fuera del sistema por decisión propia o de otro.

La mecánica clásica y las ideas newtonianas de cómo funciona el universo fueron confrontadas y desmoronadas por Albert Einstein (1879-1955) con sus teorías (general de la relatividad, del espacio-tiempo, de lo fotoeléctrico, de lo gravitacional y la de E=mc²), nacidas de la conceptualización diferente de todo lo cuestionable; quizás por esto quien dice saber todo del CSH es un iluso.

Chichi Paez
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