De eso se encarga la anticipación estratégica. Se trata de un arte, que permite a los gerentes y altos ejecutivos el planificar adecuadamente los próximos movimientos de la organización, contando con datos fiables. www.ifadesa.com

Lo material de todo emprendimiento está representado por una pluralidad de cuerpos elementales que se combinan entre sí (el título de profesional universitario, las oficinas y la maquinaria de la empresa, los productos generados, etc.) y que por sí mismos son sólo objetos «aparentes».

Un título profesional es sólo un pergamino con textos, firmas, sellos y estampillas que confiere una academia luego de constatar que se ha adquirido lo mínimo necesario (conocimiento, habilidades y destrezas) para actuar como tal personaje; ese objeto puede ser colgado en una pared, pero… si se logró sólo para complacer al padre y/o a la madre y quien se graduó decidió no ejercer esa profesión por que se dedicó a otra actividad, ¿de qué sirve ese documento? acaso, ¿da la utilidad que debiera producir a quien se graduó, a su familia y a la comunidad?

En tal circunstancia, ese título es igual a un ratón de computadora en su estuche: ambos son unos objetos materiales y sólo son eso, pero el segundo adquiere un valor y significado mayor -«real»: útil y aprovechable- cuando cobra vida al funcionar con otros elementos del sistema informático (computadora, impresora, monitor, cámara, micrófono y demás aparatos), pero… esto no se queda ahí, pues aún hay más: otros elementos relacionados (la idea, los softwares, las redes comunicacionales, el principio de actividad, el de cualidad, el de perfección y muchos otros) que no son aparentes, sino perceptibles; sin embargo: ¡son los que dan el valor «real» al sistema informático que utiliza el humano que lo usa! Algo idéntico pasa con el título citado: cobra valor «real» al cumplirse la actividad para la cual se confiere. Así mismo es en todo emprendimiento organizacional.

Los principios de actividad, cualidad y perfección han de ser entendidos como ese «conjunto interior-exterior» que encierra la utilización de las cosas y que les es dado por la propiedad del poder accionar. Esto se comprende al abandonar el mundo de lo material (lo aparente y tangible) por otro: aquél en donde corre la idea (la inspiración, la vocación, la motivación), junto con la inteligencia, el pensamiento, las decisiones, la voluntad, el emprendimiento, la tenacidad, la vigilancia, la rectificación y más… que es el «mundo de la realidad» que puede percibirse. La incomprensión de esta verdad lleva a una confusión que puede ser determinante: fatal, pues… conduce a errar.
La tarea es comprender a fondo ese «mundo real» (no palpable e invisible, pero inteligible) donde lo material sólo es el envoltorio que es preciso atravesar para penetrar y llegar a lo substancial.

El verdadero principio rector es exterior a lo material: la idea inmanente -que está presente en lo emprendido desde cuando fue concebida en la mente de quien soñó crear lo implementado- que actúa perennemente y modela, organiza y pone orden, entusiasma y congrega, orienta el accionar y empuja la tarea, vigila y evalúa el avance (logro de las metas), lo redirige (cuando un golpe de timón es necesario) y controla para mantener el rumbo hacia el objetivo final (el propósito que justifica la existencia de lo emprendido), constituyendo así -junto con lo material- un cuerpo vivo cuya tendencia ideal debe ser hacia la perfección suprema.

Ésta es la guía de la construcción ideal que debe lograr todo líder a través de la puesta en marcha de la filosofía organizacional que ha de reunir magníficamente las máximas fundamentales (misión, visión, metas, objetivos estratégicos y/o compromiso) que deberán expresarse repetidamente cada vez que sea necesario para que se fijen en la memoria, dejando una impronta, y lleguen a ser el catecismo ideológico doctrinario en el que se tiene que basar esa moral (de lo que ha de hacerse y lo que debe evitarse) y esa ética (del cómo es el deber ser) que ejercen sus efectos en la mente y -por ende: en el comportamiento- de cada uno de los miembros del factor humano por ser la fuerza orientadora inquebrantable del espíritu anímico que sopla y resopla sobre el velamen de la nao, manteniendo su desplazamiento apropiado, auxiliado por el esfuerzo y el placer, para que arribe con seguridad victoriosa y a tiempo al puerto de destino accesible programado.

Todo lo precedente regala la idea de la necesidad evidente, ineludible y verdadera de la anticipación, ese conjunto de consideraciones y determinaciones que debe preceder toda operación; es decir: formular una planificación táctica de la evolución en cuyo diseño se consideren exhaustivamente todos los elementos (la matriz FODA junto con los principios, los valores y las suposiciones de los imponderables vinculados con el azar: las eventualidades). Todo para posibilitar que la anticipación sea eficaz y eficiente.

La utilidad de la consideración de las suposiciones es grande: por medio de ellas se puede ir a los principios ocultos y formarse una imagen ideográfica de una realidad probable y posible frente a la cual es beneficioso disponer con antelación un plan de contingencia(s) ante lo que escapa a la percepción; es decir: supóngase que un medidor de presión de una máquina industrial se daña de modo inesperado, ¿cuál(es) complicación(es) puede(n) devenir por motivo de no haber contemplado anticipadamente esa situación? Ante tal circunstancia, resulta fácil admitir que cabe verificar constantemente la confiabilidad de los valores que muestra en cada lectura y considerar el desgaste, la fatiga de los materiales, la influencia de factores externos que irrumpen desde afuera (energía, sabotaje, etc.).

Así mismo, acontece con todo emprendimiento; p.ej.: desajustes en la atmósfera anímico-relacional que derivan en conflictos entre las personas (entre los trabajadores y el líder, entre los empleados y la organización, etc.), situaciones cuya atención pide la profilaxis, ya que conviene evitarlas debido a las cicatrices que pueden quedar y que van limitando la fluidez ideal necesaria.

Es de provecho admitir que «nada viene de la nada», siendo esta verdad primordial la vinculable al cumplimiento de «la ley de causa y efecto» (una díada indivisible).

Si algo procediera de la nada, podría devenir per sé; es decir: no necesitaría un germen que fuese el origen de su desarrollo y desenvolvimiento.

Entonces, puesto que nada viene de la nada ni retorna a la nada, muchísimo importa anticipar y pesquisar los principios de los cuales proviene o puede provenir lo que puede entorpecer el logro de las metas y -por ende- de los objetivos, teniendo presente que el pensamiento propiamente dicho no puede captar nada de lo existente (a diferencia del proceder proactivo y asertivo propio de la anticipación), siendo así respecto de lo aparente y de lo real que subyace en lo emprendido.

Si se entiende la coexistencia de lo aparente (lo material) y lo real (no palpable e invisible, pero inteligible) y hay anticipación, teniendo presente la doctrina TAO (Lo abstracto crea lo concreto y lo sutil mueve lo denso), el efecto del azar sobre lo coexistente se reduce estratégicamente y la posibilidad de asistir al éxito es mayor.

Escuche de lunes a viernes a la 1.30 PM el micro-programa “Gerencia en Acción” por Max 929 o por www.maxfm929.com

Chichí Páez
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