(Foto referencial)

Para el doctor en ciencias, Gustavo Manzo, desde el 5 de Julio de 1811, cuando efectivamente se materializo por primera vez el  compromiso de aquellos venezolanos de la época con la República como forma de gobierno, nunca antes nos encontramos tan cerca del oprobio autoritario y del mal como expresión de formas colectivas del comportamiento.

Entendida esta última, desde la perspectiva de Hannah Arendt; el mal como banalidad convertida en mentira constante, en violación recurrente y carencia de formas elementales de arreglos pacíficos para un pueblo  que desaparece entre la diáspora, la hiperinflación y desinstitucionalización.

Manzo, profesor de la Unimet  y la UCV, sostiene que no se trata de una versión más de opinión, desde la conducta negativa aprendida o determinista, sino de la narrativa producto de la observación científica de cuatro lustros en los cuales la cultura del conocimiento, la libertad de expresión información y opinión han quedado desencajados de la normalidad y cotidianidad de aquél país que en su momento dictó pauta democrática, instituciones de primer mundo servicios públicos de calidad, educación apropiada en todos sus niveles y crecimiento económico.

Observa que se rescata de la Declaración firmada en 1811, un pequeño párrafo expresado mediante un anhelo ferviente y constante que a viva voz clama frente a la realidad concreta: “América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y conservación; como España pudo reconocer, o no, los derechos de un rey que había apreciado más su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba.”

El docente se pregunta ¿Cuándo seremos dueños de nuestra suerte, la de nuestros hijos y familias? frente a las sociedades con ejes relacionados a la cultura del intercambio como forma de hacer política, el populismo, el militarismo, el culto a la personalidad, el mal como estructura central que se convierte en banalidad.

Doctor Gustavo Manzo, docente universitario (Foto Archivo)

¿Cuándo dejaremos de ver las fotos de alcaldes, gobernadores, diputados y concejales en anuncios, afiches, habladores, redes y el marketing político que tiene como fundamento la personalidad simple, llana, sin pasión que se mueve en la línea trazada desde el sistema sin importar si está bien o está mal?

Gustavo Manzo medita que si el mundo transita por la sexta Revolución Industrial ¿En cuál punto se encuentra Venezuela respecto al centro de los acontecimientos actuales y cómo nos vemos desde la declaración de independencia?

Añade que la cruzada independentista se renueva en diferentes aspectos quizás retomando valores y principios no tan actuales, pero que permitirán fundar la piedra angular de un verdadero giro como raza y gentilicio.

El culto a la verdad, la necesidad de justicia, la erradicación de la corrupción y la reinstalación de elementos que deben estar presentes en todo momento, son el norte a practicar.

Añade que se hace imperante retomar el concepto de ciudadano y ciudadanía y ¿por qué no? Así como en 1999 se refundo la república y el Estado, cosa que verdaderamente ocurrió,  pero no para bien, “hoy en un nuevo aniversario de la firma del acta de independencia podemos devolver a nuestros espíritus esa renovación tan necesaria, no para nosotros mismos, sino para las generaciones por venir”.

Estima que no podemos ofrecer al futuro un país sin producción, y que todo lo importa. Tampoco puede ser nuestro legado la diáspora cuyos números frente a la cifra negra, debido a  la salida sin puntos de control, no nos permite afirmar con absoluta certeza cuantos venezolanos se han ido.

A su juicio, la obligación es reencontrarnos con lo bueno que hay dentro de nosotros, rescatar lo perdido y partir a la reconstrucción.

Salir del autoritarismo enraizado es el primer paso aunque en muchas mentes exista la diatriba del ¿Qué primero?: Libertad o democracia. Esta última sin el ámbito necesario para crecer y desarrollarse no podrá restablecerse.

Observa que la idea, forjándose meses después de aquél julio de 1811, se convirtió en la primera Constitución, “La liberal”, pero se deformó en un camino que ha dejado 27 constituciones a su paso.

“Esto demuestra que no es una Constitución lo que hace falta y nuestro problema, aunque en el fondo el Derecho como sistema requiere atención, no es palmariamente jurídico sino político. Se trata de un verdadero propósito de cambio que se materialice no en el papel sino en cada alma que habita estas tierras”.

El profesor Manzo considera que se debe servir, proteger, acompañar y trabajar sin descanso por valores y principios que se orienten al bien y que contemplen la alteridad como esencia fundamental del ser humano dignificando el significado de la persona humana.

De manera tal que, al salir del laberinto de la falacia del círculo vicioso que nos lleva a pensar que, con un cambio de Constitución o con una ley, podemos resolver aquello que nos aqueja, cuando realmente el trabajo se orienta sobre cada individuo para reinventarse en su idiosincrasia y su identidad, es el derrotero que nos impela este 5 de julio de 2021.

El acta fue redactada por Juan Germán Roscio y Francisco Isnardi.

Subraya que se trata de aceptar que más de 20 años de revolución alcanzaron para llevarnos a un punto de no retorno, en el cual podemos seguir desmejorando, pero sino encontramos el camino, las generaciones por venir tendrán hipotecado su presente en el futuro.

“Se trata de aceptar que hemos fallado pero encontrando la nobleza que llevamos dentro para poder pararnos, limpiar nuestro calzado y volver a comenzar. Volvamos a comenzar”.

El acta se encuentra en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, en Caracas.

FIRMA DEL ACTA DE LA INDEPENDENCIA

El 5 de julio de 1811, se firmó el Acta de la Independencia de Venezuela. Es un documento redactado y firmado  en el que representantes de siete de las diez provincias pertenecientes a la Capitanía General de Venezuela , reunidas en Caracas, declararon su independencia de la corona de España.

Wikipemia registra que se estableció una nueva nación basada en principios republicanos y federales, aboliendo para siempre la monarquía bajo los valores de la igualdad de los individuos, la libertad de expresión y la prohibición de la censura.

Consagra además el principio constitucional y se opone radicalmente a las prácticas políticas, culturales y sociales que habían existido durante trescientos años en la América española. La Declaración es notable por ser el primer caso de una colonia española de América que declara su independencia absoluta. ​

Las siete provincias explicaron sus razones para esta acción, entre ellas, que era funesto que una pequeña nación de Europa gobernara las grandes extensiones del Nuevo Mundo, y que Venezuela había recuperado el derecho a la autonomía después de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, los que condujo a la ocupación del trono español por la dinastía francesa Bonaparte.

Esta inestabilidad política en España dictó que los venezolanos debían gobernarse por sí mismos, a pesar de la hermandad que compartían con los españoles.

Las tres provincias restantes no participaron en el Congreso Constituyente, debido a su decisión de permanecer bajo la autoridad de la Corona Española representada por el Consejo de Regencia de España e Indias.

La nueva nación que esta declaración proclamó sería la Confederación Americana de Venezuela, posteriormente con la promulgación de la Constitución Federal de 1811 oficializaría el nombre de la nación como Estados de Venezuela.

Fue redactada por Juan Germán Roscio y Francisco Isnardi, ratificada por el Congreso el 7 de julio de 1811, y pasada al libro de Actas el 17 de agosto de 1811, en Caracas.

Cada 5 de julio se celebra como el Día de la Independencia de Venezuela. El Libro de Actas original del primer Congreso de Venezuela que contiene la Declaración se encuentra en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, en Caracas.

 

 

 

 




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