El 5 de julio es una fecha representativa para todos los venezolanos. Un día como hoy, pero en 1811, se declaraba la independencia del imperio español, aunque las batallas para librarnos del yugo se extenderían hasta 1821, con el icónico enfrentamiento en los campos de Carabobo. Los patriotas terminarían por expulsar a las tropas realistas y de a poco se fueron dando pasos para consolidar la república.

Desde entonces la historia ha sido dinámica, bajo una ilusoria soberanía que en la actualidad está más cuestionada que nunca. Si otrora el interés de las grandes potencias se fijó en Venezuela por su pujante industria petrolera, desde la llegada de la revolución chavista se permitió alegremente la injerencia cubana en todos los niveles, beneficiándose de las bondades nacionales, tratando además de instaurar un modelo político/económico que arruinó a la isla caribeña y que lleva por el mismo abismo a la patria de Bolívar.

En este contexto, el 5 de julio debe ser una fecha para reflexionar sobre la nueva independencia que debemos librar. Los venezolanos, por lo menos los que amamos esta tierra, no queremos intervención ni tutela de nadie y, anhelamos una verdadera autodeterminación que no dependa de Washington, mucho menos de La Habana, Teherán o Moscú. La lucha no la tenemos fácil, en especial cuando quienes gobiernan al paíscriminalizaron cualquier tipo de disidencia.

Además,ante cualquier intento de protesta en las calles, los fusiles de las fuerzas de seguridad han sido activados sin piedad, escenificando una represión que dejó centenares de jóvenes muertos durante las manifestaciones de 20014 y 2017. El informe sobre derechos humanos de la Organización de Naciones Unidaslo denunció claramente, pero en Miraflores se hacen la vista gorda y desestiman los señalamientos de Michelle Bachelet, quienalertó que el sistema de abusos y torturas sigue vigente en la administración de Maduro.

Bajo este escenario es agridulce celebrar el Día de la Independencia. Sumado al tema sobre derechos humanos, tenemos un aparato productivo quebrado; extractivismo desmedido haciendo de las suyas en Guayana y Amazonas;indígenas movilizados, muriendo de hambre; universidades asfixiadas, un sistema sanitario sin condiciones; inflación que imposibilita a la mayoría de la poblaciónacceder a una alimentación balanceada. Esta descripción evoca esclavitud, desesperanza, pero también debe alentar el sueño posible en tiempos de adversidad.

Se hace necesario hablar de una nueva independencia que nos libre de la desgracia interna. Siempre hemos dicho que nos quedan reservas morales para mantener vivo el proyecto de la reconstrucción y unión nacional. En las comunidades germinan semilleros y nuevos liderazgos, que bien encaminados y sin dejarse contaminar por ideología absurda, puedan ir consolidando esa marea irreverente, indetenible, monolítica, que no temblará para enfrentar a quienes creen que Venezuela es un establo familiar, unicolor, donde todos piensan igualito.

 




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