“Calentamiento global” y “cambio climático” son conceptos paralelos, que se refieren tanto al incremento acelerado de la temperatura terrestre, observados en los últimos siglos, como a los cambios y efectos derivados, en general, de la alteración del sistema climático de la Tierra. Ese sistema climático presenta evidencias de calentamiento en los océanos y la atmosfera, y muestra una fundición sostenida, con deshielos, en amplias zonas de las regiones polares, asunto sin precedentes conocidos desde la década de los años 50 del siglo pasado.
Contraria a esta visión, y en paralelo, está la posición de quienes niegan estas ocurrencias, y las consideran especulaciones distorsionadas que persiguen intereses diversos, tanto por parte de personalidades y expertos, como de instituciones políticas, financieras y científicas. A estos opositores se les señala como partidarios de una «teoría conspirativa del calentamiento global». El término «teoría conspirativa del calentamiento global» se ha utilizado, en forma peyorativa, por quienes estiman que hablar de una hipótesis del calentamiento global del planeta es un fraude, fabricado por razones financieras, y/o por intereses políticos e ideológicos. Quienes lo soportan, prefieren usar el término inglés «hoax», y «farsa» o «fraude del calentamiento global», en español.
Los conceptos, posiciones y acciones, con relación a las alteraciones funcionales del sistema climático de la Tierra, conllevan una extrema responsabilidad planetaria, con alcances éticos y morales inocultables. Estos conceptos, al igual que las posiciones que se adopten, como las acciones que se emprendan o dejen de emprenderse, influirán en positivo o en negativo en el destino del planeta, en la historia de las civilizaciones, en el hábitat de los seres humanos, y en la flora y fauna.
¡La trascendencia del problema es enorme, y es una constante en nuestros días: ¡En todos lados se habla de ecología agonizante! Suenan alarmas en nuestro amenazado planeta. No es una moda de intelectuales criticones, no es una posición “avanzada” de gente de las artes, ni es otra demostración de la soberbia izquierdista de estudiantes universitarios. Hablamos de la amenaza de muerte y extinción real de gran variedad de especies, y hasta de perjuicios físicos y geográficos al planeta. Es un reto de responsabilidad ciudadana y a las civilizaciones que hemos desarrollado.
¿Estamos preparados para afrontar el reto? En un lamento hiriente ante las evidencias, Robert “Bob” Hunter (1945-2005), periodista critico canadiense fundador de Greenpeace, ecologista, activista, ambientalista, pero fundamentalmente enamorado del planeta azul, se expresó en alerta, cuando dijo: “¡Qué triste será cuando el último árbol sea cortado, cuando el último río desaparezca envenenado en lodo químico, y cuando el último pez aparezca muerto en una playa contaminada; descubriremos, entonces, el drama de saber que no podremos comernos el dinero que hemos amasado”. ¡Descubriremos con mucho pesar, entonces, que somos muy ricos, pero sin capacidad de comprar felicidad o belleza! …
Ante la realidad siniestra de un planeta cuyos responsables mayores debaten confundidos, sin acertar sobre cómo defenderle en su futuro y existencia, ni sobre cómo llegar a coincidir en el diagnóstico sobre la salud planetaria, no nos queda otra salida que aprender a defender la vincularidad entre los seres humanos y la naturaleza. Esto significa mayores compromisos hacia el ambiente, en su plenitud originaria. Pero significa, además, esclarecer nuestra consciencia ante la naturaleza y la vida. Sólo asi podremos -el planeta y la diversidad de vida que lo habita-, continuar el viaje infinito hacia el futuro. Sólo asi, planeta y vida armonizarán sus esencias para avanzar hacia sus destinos… ¡Solamente asi!