Cuando se habla de regimenes autoritarios, por lo general se habla de esos gobiernos donde los tre poderes -ejecutivo, legislativo y judicial- están concentrados en una sola persona al extremo de que una repartición de poderes, en sintonía con el concepto democrático de Montesquieu, es considerada una debilidad. En sintonía con ese concepto entonces, pueden considerarse regimenes autoritarios, el comunismo, el nazismo, el fascismo, el franquismo, etc.

Sin embargo, según un notable politólogo italiano, Sergio Romano, ex embajador en Washington, habría que hacer una distinción, establecer una jerarquía del mal y aclarar algunos puntos cuya presencia y consiguiente influencia en esas formas de gobiernos autocráticos es determinante. Por ejemplo, según la autorizada opinión de Sergio Romano, el comunismo es un régimen dictatorial por antonomasia porque no solamente ha suprimido el disentimiento popular, considerado una manifestación  herética y perjudicial para el país y, por lo tanto, inconcebible en un régimen autoritario, sino ha prohibido las prácticas religiosas, ha reducido al mínimo las preferencias individuales, ha nivelado culturalmente, moralmente y economicamente  la gente hacia abajo y, cosa sumamente importante, ha abolido la propiedad privada, sustento y fundamento de una sociedad democrática. Y todo eso lo ha podido lograr con la fuerza  –  no había otra alternativa  –  concentrando todo el poder en un solo partido, amordazando la Iglesia, censurando los medios de comunicación social.

Sergio Romano hace hincapié sobre los efectos traumáticos de la supresión del “derecho de propiedad” porque considera que un ciudadano carente de ese derecho natural, no tiene motivaciones para luchar, no tiene nada que defender, porque  la propiedad crea el derecho, produce una pluralidad de leyes destinadas a regular ese derecho, a regular los contratos, a resolver las divergencias que puedan surgir,

Los regimenes comunistas entonces han sido y son totalitarios sobre todo porque han suprimido ese derecho de propiedad y, despojando  el individuo de sus bienes, por supuesto legalmente adquiridos, lo han empobrecido, moralmente, economicamente y culturalmente, haciendolo débil, indefenso y vulnerable.

Si esa definición es justa – y desafío a cualquiera a rebatirla-  el régimen nazista, aunque brutal, policíaco, represivo, racista y criminal, ha sido menos totalitario del comunismo porque, manteniendo ciertos lazos con la vieja tradición de la sociedad clásica alemana, ha respetado la libertad de religión y no ha suprimido el derecho de propiedad. Ni se diga del fascismo que aún aplicando en muchos aspectos los métodos de un sistema totalitario, ha contraído compromisos significativos con importantes instituciones italianas, como la Iglesia y la industria permitiendo ciertas libertades inimaginables en un régimen comunista. Lo mismo podríamos decir por el franquismo y por otros regimenes autoritarios latino americanos.

Para salir definitivamente del yugo del “totalitarismo  castrista soviético” entonces, es necesario reglamentar el derecho de propiedad y crear en la mentalidad de la gente el concepto de que el ciudadano es propietario y emprendedor y que la función del Estado no es la de ser empresario expropiando empresas, sino la de reglamentar las actividades de las mismas empresas para evitar abusos y aprovechamientos indebidos. Y mientras no adquiera esa mentalidad moderna y liberal, cualquier medida tome será vana e ineficaz.

Desde Italia – Paolo Montanari Tigri




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