En el mundo abunda la gente maliciosa. Los manipuladores son un ejemplo: Influyen para que otra persona actúe según su interés (del manipulador), aunque le causen perjuicios a los intereses ajenos. La manipulación implica un esfuerzo consciente de quien manipula, para obtener beneficios en detrimento de los del manipulado. En mayor o menor medida, todos hemos manipulado (más o menos conscientemente) y seguiremos haciéndolo. Pero existen limitaciones y formas diferentes de manipulación. El concepto de manipulación es tan amplio que puede abarcar desde un simple saludo, según como sea ese saludo, hasta un discurso muy bien elaborado, o la pronunciación de una sola palabra, expresada en el momento preciso, con la gente propicia, y el tono e inflexión de la voz necesitados. Esta adaptabilidad de la manipulación la ha convertido en un estilo relacional excelente, sobre todo para quienes dispongan de condiciones físicas y psíquicas favorables en el manejo del idioma hablado y gestual. A esto, se le suma la fortaleza del empoderamiento de la persona manipuladora, por su condición de ejercer presión y otras influencias, derivadas  de su ascendencia autocrática, y fortalecidas por su posición relacional política.

Es durante sus intervenciones en la acción política extrema, en los procesos económicos quebrados, en los desarrollos sociales distorsionados, y en la manipulación ideológica de fuerte connotación emocional, cuando el manipulador autocrático, populista y demagogo, alcanza elevados puntajes de manejo autocrático de los ciudadanos. Son los instantes del éxtasis y el frenesí, con la promoción de ofertas extravagantes.

Puede centrarse en entretejer ilusionantes fantasías populares, en impulsar  algunas mentiras

Aun con los elevados costos del “sembradío” de consciencias ciudadanas el trabajo de los manipuladores puede llegar a ser relativamente simple, pero motivante para el orgullo del manipulador: Puede centrarse en entretejer ilusionantes fantasías populares, en impulsar  algunas mentiras, en fabular con lo que es real, pero a la vez, inexistente. Para completar, el manipulador necesita estar sobre el nivel psicológico de la gente que le escucha. Para esto, busca “rebajar” a las personas de los niveles de figuración que hayan logrado, y más concretamente, cuando esas conquistas hayan sido el producto del trabajo sostenido, con honradez y grandes esfuerzos. Esta tipo de acción demanda una forma de manipulación fuertemente agresiva; es una acción de violencia, soportado y hasta disfrutado por los seguidores comprometidos, pero que produce “brechas” entre algunos seguidores que no tienen intereses mayores que cuidar o perder. El líder manipulador hábil está consciente de esta realidad sociológica. Esto explica los diferentes modos de violencia que registra la sociedad actual con los gobiernos populistas, en los cuales los valores asociados con el éxito y trabajo se trastocan por “valores” de sumisión, de corrupción, de incondicionalidad y del oportunismo sectario.

Sobre esto sabe mucho toda persona digna, aun cuando su vida, su familia, su patria, sus valores y sus recién nacidos héroes, le sean contados con cuentos de una nueva historia. Para una mayor ilustración, recordemos a Anatole France (1844-1924), el escritor francés, quien especuló que: «una necedad repetida muchas veces no deja de ser una necedad«. También, “una mentira necia”, agregamos acá…




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