Quienes tuvimos el honor de conocer al maestro Emeterio Gómez, no podemos acusarlo de blandengue o acomodaticio. Desde los tiempo de su juventud en los cuales comulgaba con el credo de la izquierda, hasta abjurar todo vestigio de izquierda postura que sostuvo durante toda su dilatada y fructífera vida académica, este extraordinario hombre de las ciencias económicas nacionales, jamás dejó de decir lo que sentía, a sabiendas del altísimo costo que debió pagar en esta sociedad de silentes. Esta postura de irreverencia no le impidió al maestro Gómez Marcano hacerse de todas las preseas dignas de un académico, de su pluma no cesó de manar una copiosa obra intelectual, entre las que se puede mencionar “Crisis de la Ciencia Económica”. (Caracas Editorial Panapo 1998).

Para el Maestro Emeterio el socialismo y el credo de la izquierda, eran un enfermedad, con síntomas claros y con una terapia para su cura, de acuerdo a su juicio esta patología contaba con muchos inoculados, personajes que estuvieron rumiando sus frustraciones, suspendidos en el tiempo y que luego de más de veinte años regresaron al mundo, absolutamente anquilosados y extraviados de la realidad, dispuestos a aplicar toda suerte de recetas anacrónicas.

Los síntomas del socialismo  son clarísimos y lamentablemente ahora podemos constatarlos de nuevo: El Estado debe resolvernos todo, es decir hipertrofiarse hacerse total, abjurar cualquier iniciativa que parta de la empresa privada o individual, proscribir la competencia y el libre mercado, negar el individualismo.

La cura para el buen Emeterio estaba en la caída del Muro de Berlín, en el desmoronamiento del mundo soviético, en la inminente necesidad del ser humano por ser libre, la libertad como una cualidad estrictamente humana inherente al hombre como género. Este es el verdadero talón de Aquiles para la utopía colectivista, la cualidad libre en esencia del ser humano, por ende todo experimento que embride la lógica del socialismo embrida una intención aviesa por dominar y tiranizar a la sociedad.

En el centro de la condición humana y en estos momentos absolutamente brutales, para la humanidad como género late la incertidumbre, en ese óbice se encuentra la propuesta del economista neo espartano,  desde hace un siglo se da una pugna muy extrema en las ciencias económicas sobre la incertidumbre. Hasta hace cincuenta años, la economía era la ciencia de la incertidumbre, existía una idea muy audaz de que los agentes económicos tenían toda la información perfecta plana y en consecuencia ellos podían tomar sus decisiones. Hasta Keynes esto fue así, el introdujo la idea de la incertidumbre. Y luego von Mises puso la incertidumbre en el centro del problema económico. Sin embargo los puntales del pensamiento liberalista, Friedman y Frederich Hayek, tuvieron importantes diatribas sobre este punto de la incertidumbre y las expectativas. En ese orden de ideas el aporte de Emeterio Gómez reside en un abordaje teológico a la incertidumbre, para el economista y filósofo, el abordaje de la incertidumbre minimiza los efectos de la incertidumbre. La idea de Dios, la idea dura de Dios, es la respuesta ante la incertidumbre, ante el futuro, lo insondable, lo desconocido. Las únicas formas de aproximarse a Dios son la poesía y la religión. Dos formas de aproximarse a esa cara oculta del espíritu.

En este orden de ideas, mi formación espiritual hace tangencia con la propuesta teológica de proxemia a la incertidumbre y por ende del problema económico, a través de la idea dura de Dios y del espíritu humano. Si entendemos por fe la confianza en la potencialidad del espíritu, en el poder absoluto del espíritu humano, pues me puedo definir como un seguidor de la propuesta del maestro Emeterio, todo lo que las religiones le atribuyen a Dios, uno lo descubre igual en el espíritu humano. El espíritu humano es trascendente, uno puede aún identificarse con otro ser humano, tener otredad, reconocerse incluso como hermano. Octavio Paz dio una perfecta definición de espíritu humano. Decía que el espíritu humano estaba determinado por la capacidad de decir no, La posibilidad de romper con todo aquello que te condicione. Lo realmente humano y espiritual es poder hacer humanizar los instintos, poder decir “no” a las pasiones del cuerpo. El espíritu humano es infinito, trascendente y por ende absoluto. Cada día, y en medio de estos rigores universales y locales estoy más cercano a una posición de fe con propósito.

Aunque en San Juan Pablo II encontramos un esfuerzo plausible para rescatar la noción de razón, es a partir de la filosofía post racionalista que queda demostrado que la razón no puede ser más analítica o instrumental. No puedes acercarte a Dios por la vía de la razón. Así queda abolido totalmente Santo Tomás de Aquino, en cualquier momento la iglesia católica tendrá que echar por la borda la idea racional de Dios. Santo Tomás adelantó una cristianización de las ideas aristotélicas y son estas últimas las que están en crisis. Lo que hoy está en discusión es la razón aristotélica y la platónica, la posibilidad de comprender al mundo a partir de la razón, La razón está en quiebra.

De esa quiebra de la razón, desde esa idea de disrupción en cuanto a la capacidad de entender el mundo y sus complejidades, basados únicamente desde la postura racional y a la  luz de ser una sociedad expoliada, vapuleada, asaltada y arrinconada por una idea torpe, arcaica y ruda de la realidad, la única vía de abordar estos momentos de entronización cruel de la incertidumbre la encontramos en la fuerza del espíritu humano, en su absoluta capacidad de ser infinito, trascendente, resiliente y antifragil, aproximándonos desde este locus de abordaje espiritual, hacemos tangencia con la idea del concepto universal de Dios como un mecanismo que atenúa la entropía, la optimiza y nos aproxima al orden o sintropía, para funcionar social e individualmente.

 

Si bien es cierto que la pandemia ha puesto todo de cabeza, no es menos cierto que las hostilidades de la crisis de la verdad, de la razón, de la moral y por añadidura de la política y la economía, con las cuales hemos acudido a este proceso colectivo de naufragio, nos han trocado en una sociedad fallida, sin capacidades para explicarnos este inmenso proceso de destrucción de lo tangible y lo incorpóreo, aquí en nuestro país la idea anacrónica del socialismo ha logrado pervertir físicamente, políticamente, éticamente y humanamente, todos los flancos de la vida social de la república.Somos una sociedad sin pulso democrático, ni libertario y podría afirmar que adolecemos de pulso humano y razonable, imbuidos en un proceso sistémico de fomento al odio, de lapidación a la alteridad y a la diversidad, somos cada vez más torpes para reconocer y reconocernos y para tener vínculos con la racionalidad, en tal sentido parece que lo que aun subyace indemne es la capacidad absoluta del espíritu humano y por ende la idea de Dios.

A diario escuchamos que somos una sociedad con miedo. ¿Cómo se nos puede juzgar por tener miedo?, hemos vivido subyugados por la arcaetización del lenguaje, por la desconfianza hacia el otro, por la fractura a la otredad y por ende por el quebranto a la alteridad, incapaces de reconocernos entre iguales, acudimos a la fractura de la sociedad y de su capital, eso todo lo aceleró la presencia de la incertidumbre y el miedo al futuro que nos llevó al callejón ciego del chavismo, al naufragio social. Destruidas todas las instituciones y arrasadas todas las formas racionales de operatividad social, solo nos queda la idea de la fe y el refugio en Dios, no en una suerte de apología religiosa, sino en el entendido del concepto absoluto, infinito y trascendente del espíritu humano, el único medio plausible y apropiado para aproximarse a Dios y evaporar el miedo y la incertidumbre.

Quiero culminar este artículo recordando al buen maestro Emeterio, el filósofo de la libertad, el irreverente profesor que siempre dijo lo que pensó, para hacer a sus estudiantes libres por convicción y por decisión, aquel quien nos enseñó a pensar de manera innovadora y a la vez, vivió de manera coherente, poniendo en paz sus principios con sus acciones, siendo un verdadero hombre de fe inquebrantable y no de posturas simuladoras, frente a la idea de Dios, de esa enseñanza con el ejemplo surge esta advertencia que nos hiciera en 1999, sobre el riesgo de Hugo Chávez, en el poder:

“Creo que Chávez puede tirar a este país por un despeñadero. Tuve la oportunidad de conversar con él  personalmente y por televisión, y a finales de febrero Chávez tenía unas ideas más atrasadas que la de los dinosaurios» Emeterio Gómez.

Esta advertencia no solo se materializó se hizo real, Chávez nos defenestró a un abismo, su escasa inteligencia  y su infinita carencia de sentido común, nos robaron el futuro, hicieron palmaria la afirmación de la quiebra de la razón y nos han sumido en el miedo general. Solo nos queda refugiarnos en lo absoluto del espíritu humano, en su infinita capacidad y encontrarnos con Dios.




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