No me gusta especular en los escritos, y prefiero hacer afirmaciones demostrables o sobre temas que sean públicos, notorios y comunicacionales. Pero la negativa de la hegemonía a permitir que se realicen las consultas populares, elecciones o referendos dispuestos en la Constitución, bien pudo haber sido una “recomendación” final del finado Fidel Castro para sus delegados en Venezuela.
Se sabe bien que los hermanos Castro nunca permitieron unos comicios en Cuba, desde que llegaron al poder en enero de 1959. Sospechosamente, el promotor de un referendo para una transición democrática en Cuba, Oswaldo Paya, murió en un accidente de transito en una carretera solitaria del interior de Cuba… Y también se sabe que Fidel le “aconsejó” al nicaragüense Daniel Ortega que no hiciera las elecciones presidenciales de 1989, que por cierto perdió frente a la candidata de la unidad opositora, Violeta Chamorro.
Ortega aprendió la lección, y cuando logró retornar al poder, con el apoyo de un sector minoritario del electorado, fue truqueando las cosas para irse quedando en la presidencia, por las malas y las peores. Tan es así que en la actualidad, la oposición no-oficialista del régimen sandinista, está ilegalmente ilegalizada, si cabe la expresión. Más o menos como se pretende hacer aquí. ¿Coincidencias? No parece.
Luego de la derrota histórica de la hegemonía roja en las elecciones parlamentarias venezolanas, de diciembre de 2015, el “consejo” de Fidel pudo haber encontrado oídos muy abiertos en la jefatura del país. Cuando el rechazo social se hizo tan vasto, que ni con fraudes estructurales se podía garantizar un resultado favorable, se acabó la ufana consigna de las diversas elecciones impulsadas por la hegemonía. Del llamado “socialismo de siglo XXI”, se borró la cara electoral.
Y así pretenden seguir controlando al país, sin consultas populares que expresen la voluntad de la población. Si eso no es despotismo, entonces nada lo es. Que ya con el predecesor lo era, pero con el sucesor se nota más. Puede que todavía haya gente de buena fe que no se termine de dar cuenta, pero no es por falta de evidencias del despotismo, que éstas las proporcionan Maduro y sus colaboradores, mañana, tarde y noche.
No podemos saber a ciencia cierta si la oscurana electoral fue, en efecto, la última o de las últimas ordenes de Fidel Castro a sus partidarios venezolanos. Lo que sí sabemos es que no se vislumbran elecciones en el horizonte nacional.