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La profunda crisis que aqueja a Venezuela trajo como consecuencia escasez y hambre, lo que a su vez ha llevado a familias enteras a buscar restos de alimentos en los basureros y, muchas veces, a pelear con otras personas sin recursos, por un desecho comestible o algún material reciclable que se pueda vender.

Al conversar con algunas de las personas que hoy en día hurgan en la basura, muchos aseguraron a Efe que aunque hay muchos basureros, no cualquiera es provechoso.

Los desechos de restaurantes, panaderías y mercados son los más buscados 

Los «mejores» lugares con «comida buena» son aquellos en los que restaurantes, panaderías y mercados vierten sus desperdicios, y son justamente estos los territorios más concurridos y más peleados por los necesitados, y también por algunas bandas que, aseguran, se aprovechan de la situación de ellos.

Los horarios de estos establecimientos son más que conocidos por quienes buscan comida y se atrincheran alrededor para escarbar en cada nueva tanda de desechos.

Los infortunados narraron que ha habido enfrentamientos entre quienes tienen hambre cuando los negocios tiran sus desperdicios, y que hay algunos «abusadores» que sacan provecho de la situación y preparan bolsas de «comida» de la basura para venderlas a quienes no lograron conseguir nada.

Una mujer de 26 años que dijo llamarse Brayan vigila autos en el centro de Caracas y vive en situación de calle desde hace casi un año, aseguró a Efe que por su zona son 45 las personas que están en la misma circunstancia, sin trabajo, muchos con niños y todos sin nada qué comer.

«Yo me la quemo (lucha) aquí todos los días, peleando por una bolsa porque yo sé que viene comida cocida y buena para darle a mis hijos, y nos hemos caído hasta a puñaladas por este punto», dijo la mujer en una esquina llena de la basura de un restaurante.

Brayan es madre de dos niños de 8 y 9 años y declaró que tiene que buscar comida para ellos en la calle ya que, aunque estudió para ser auxiliar de enfermería, aseguró que no ha conseguido empleo debido a la crisis.

Y aunque tuviera un empleo, se queja de que pagan poco dinero y que este no alcanza para subsistir.

«Te pagan unos reales, pero ¿qué haces tú con 20.000 bolívares? (alrededor de 30 dólares) Dos harinas y un kilo de sardina y tú no vas a calarte una cola desde las 2 de la mañana hasta las 3 de la tarde para que te digan que se acabó la harina», expresó.

El salario mínimo en Venezuela se ubica en 27.092 bolívares, equivalentes a 40 dólares, en una nación con una inflación galopante que en 2015 cerró en 180,9 %, con una severa escasez de productos básicos de todo tipo, especialmente de alimentos.

En el basurero en el que está Brayan, las personas encuentran jamón, queso, huesos y «cueros» de pollo y, muchas veces, la comida aún conserva el calor de su cocción, por lo que muchos critican que estos locales prefieren botar la comida que regalársela a ellos.

Jesús de 15 años, vive en una localidad en las afueras de la capital venezolana. Se traslada a una avenida en el este de la ciudad en busca de comida para llevarle a su mamá y a su hermano de pocos meses.

Este chico estudia segundo año de bachillerato y en las tardes va a esta avenida con sus primos de 8, 9 y 17 años que están en la misma situación que él.

Mientras hurgan entre los desechos, separan cartones para venderlos al «cartonero», un camión que pasa todos los días a la misma hora por esa vía recolectando este material y que paga por él 22 bolívares el kilo (unos 3 centavos de dólar).

Sin embargo, los jovencitos no han tenido este ingreso las últimas semanas debido a la escasez de dinero físico que afecta al país caribeño desde mediados de noviembre.

Las batallas de estos muchachos no han sido, hasta ahora, por comida, sino con la policía.

El adolescente contó a Efe que los funcionarios de la policía militar venezolana los han detenido para requisarlos y que, si no tienen dinero los dejan seguir hurgando en la basura, pero que en muchas ocasiones, afirmó, los han despojado de lo que han logrado con las ventas al «cartonero».

Lo mismo dijo Carlos González, un hombre de 27 años que se dedica a la colecta y venta de papel, cartón y plástico de la basura como forma de vida.

González le dijo a Efe que la «nacional» (policía estatal) muchas veces le «decomisa» el material o el dinero.

Él vive a las afueras de Caracas y afirma que entre semana prefiere dormir debajo de un puente, ya que ahí puede «cuidar» el «material de trabajo» que recolecta con algunos compañeros todos los días, que es lo que le permite llevar de comer a su hija de 6 años y a su esposa.




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