Los miembros de la organización Ocean Rebellion. Foto: EFE/EPA/TIAGO PETINGA

Mientras en el Altice Arena de Lisboa delegaciones de cerca de 150 países debaten alternativas para frenar el deterioro de los mares en la II Conferencia de los Océanos, en sus puertas, activistas medioambientales advierten: «Mientras el mar muere, morimos nosotros».

La sociedad civil no es ajena a la conferencia de Naciones Unidas. Cientos de activistas participan en debates y movilizaciones en distintas actividades previstas durante esta semana y en actos para llamar la atención de políticos y empresas sobre el estado de los mares.

Los miembros de la organización Ocean Rebellion madrugaron hoy y poco después del amanecer presentaron a orillas del río Tajo una performance con sirenas con colas y coronas hechas de basura capturada en redes de pesca industrial.

«El arrastre de fondo nos está matando» y «Mientras el mar muere, morimos nosotros», denunciaban los activistas en sus pancartas.

Horas más tarde, frente a las puertas de la sede de la conferencia, el colectivo cargó contra el impacto de la sobrepesca con tres de sus miembros trajeados de negro, tapados con cabezas de pescado y con restos de peces en las manos.

«Queremos que Naciones Unidas pare la sobrepesca. Están quitando demasiado de los mares. Desde que nací, el 15 % de la biodiversidad marina ha desaparecido, así que la sobrepesca necesita parar ahora (…) y estas personas tienen el poder para hacerlo», explicó a Efe Sophie Miller, portavoz del grupo.

En la calle, un día más

Unas 7.000 personas participan en esta conferencia de Naciones Unidas, que se celebra en el pabellón Altice Arena, sede de la Expo de 1998, foro habitual de macroconciertos y grandes eventos en Lisboa y que desde hoy está protegido con un dispositivo de seguridad en el que participan 1.650 agentes.

Más allá del trastorno habitual de tráfico, en el Parque de las Naciones, donde se encuentra el Altice Arena, los vecinos apenas se percatan de la conferencia.

Curiosa se mostraba hoy Mafalda Cabral, originaria de Cabo Verde y residente en las afueras de la ciudad, que quiso saber qué ocurría en el Altice.

«Sin agua no hay vida», resumía tras saber cuál era el tema de la reunión. «Las especies del mar van a desaparecer poco a poco. Claro que se están haciendo muchas cosas, pero faltan más».

«Tengo hijos, tengo nietas, tengo conocidos, y no quiero que sufran», resumía Mafalda.

«Creo que hay un congreso oceanográfico sobre el clima», comentaba Tatiana recién llegada de Roma con maleta en mano y dispuesta a pedir a los políticos «menos palabras y más hechos».

Muchos se han enterado gracias a la televisión. Como una vecina del barrio reacia a dar su nombre y que advierte que «si no cuidamos esto, morimos de sed nosotros y lo que nos alimenta, porque si no hay agua, no hay para nadie».

Mientras, en el interior, los delegados de menor nivel y los periodistas aprovechan los descansos del plenario para comer en alguno de los puestos del comida rápida instalados dentro del recinto de la conferencia.

No hay muchas opciones, hamburguesas, perritos calientes y una propuesta vegetariana. Para los más golosos, puestos de gofres y hasta churros en la churrería Carlitos.

La Conferencia se desarrollara hasta el 1 de julio y analizará cómo preservar los océanos y su relación con el clima.




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