«… El gran instrumento de cambio y de progreso del hombre es el saber, no es el puño, no es el grito, no es el golpe, no es el arma, es la cabeza, es el saber, es el conocimiento el que ha hecho que el mundo se transforme y es esto y no lo otro lo que ha estado detrás de todas las grandes revoluciones…» Arturo Uslar Pietri

El 12 de octubre de 1936, con motivo de la conmemoración del Día de la Raza, se llevaba a cabo un acto académico en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca.

Ante los eufóricos gritos falangistas, toma la palabra su rector, don Miguel de Unamuno…: «A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia… Pero acabo de oír el necrófilo e insensato grito: ¡Viva la muerte! El general Millán-Astray es un inválido… Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente en España, hay actualmente demasiados mutilados… Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor…».

En ese momento, Millán-Astray grita iracundo: «Muera la inteligencia. Viva la muerte». A lo que respondió Unamuno: … «Éste es el templo de la inteligencia, y yo su sumo sacerdote… Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha…».

El resto, ya es de todos conocido: un millón de muertos luego de una fratricida guerra que duró tres sangrientos años.

Pero… ¿a qué viene esta reseña? A que las universidades son intrínsecamente cívicas, abiertas, tolerantes y dadas a la pluralidad del pensamiento, razón por la cual los regímenes autoritarios tratan de ejercer un férreo control sobre ellas.

Y así se ha presentado en la historia. En sus inicios, en aquellos tiempos medievales, la Universitas tenía por objeto proteger a los profesores contra el Canciller, el Obispo, el Rey, ante el posible exceso de dominio. De modo análogo, los estudiantes se reunían en ligas, para protegerse contra profesores o las autoridades comunales. Será la Universitas el espacio en el cual se institucionalizará la vida académica universitaria, siendo reconocida como «orden autónomo y legítimo del conocimiento universal». De tal manera, y a partir de aquel entonces la Universitas, actuará para la aplicación de su monopolio en el otorgamiento de grado, la enseñanza y la formación de profesionales.

En 1827, Karl W. Von Humboldt (hermano de nuestro geógrafo Alexander) fundador y rector de la Universidad de Berlín, proponía que el poder de los representantes electos debía ser moderado por el poder intelectual. Sin embargo, ciento veinte años después Goebbels sacaba su pistola cuando escuchaba la palabra cultura, llegando a invadir cualquier intento de autonomía universitaria, controlando, de manera totalitaria, todo el sistema.

Por su parte, Franco hizo lo suyo en España, hecho que favoreció en gran medida el desarrollo de nuestras universidades, pues muchos de sus catedráticos contribuyeron enormemente – al venirse a nuestro país – con el avance de las letras y de las ciencias.

En todo momento el poder autoritario le ha temido al carácter dialogal de la Universidad, a la importancia de su autonomía, al respeto a la diversidad como base de la democracia; a la Universidad como conciencia crítica de la sociedad, que busca más allá de su misión originaria de formar profesionales y realizar labores de investigación especializadas, abordando interdisciplinariamente los mayores problemas que afectan al país, lo que constituye, en fin de cuentas, su propio destino.

La Universidad, como ente, así como quienes hacen vida común con ella, a saber, la sociedad en su conjunto, deberían de pasar del “sálvense quien pueda” a ubicar la astucia necesaria para combatir la incultura de los asediantes habituales; esos que actúan como los verdugos de aquellos “madriles”, en tanto que nosotros debemos encontrar nuevas y más inteligentes formas para enfrentar a los que gritan muera la inteligencia, encontrar las sentencias demoledoras de Unamuno, razón y pasión para perseverar en la lucha contra ese perverso mecanismo de control social e inducción de una ideología absurdamente atrasada, ineficiente y corrupta.

Manuel Barreto Hernaiz




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