El olor a azufre persiste. En algunas zonas se siente con más intensidad que en otras pero es evidente que se ha incrementado durante las últimas semanas y, de acuerdo a expertos, podría ser una consecuencia directa de los diferentes eventos sísmicos registrados en Carabobo desde 2018 y que no han cesado.

Geográficamente, la entidad está sobre una gran falla geológica que se mantiene  activa con el reacomodo de las placas, esto se puede manifestar con sismos de mediana y baja consideración y de los que sumaron más de un centenar en 2020, que causaron alguna alteración en la corteza terrestre, según explicó el especialista en atención de emergencias, Ítalo Sabatino.

Se trata de lo que podría ser grietas, fisuras o fumarolas abiertas en una zona que aún no ha sido detectada y de las que se emanan gases que circulan depende del movimiento de las masas de aire para que circule el olor.

Antecedentes de este olor

No es la primera vez que esto ocurre. Sabatino recordó que en 2006 se presentó una situación similar, así como en 2011, “en cada oportunidad ha sido tras un enjambre sísmico”. En las dos oportunidades anteriores se realizó la búsqueda del origen de ese fuerte olor que muchos referían similar a gas, pero no se encontró.

“La primera emanación agarró a todos desprevenidos y se comenzó a buscar en áreas industriales, fugas en sistemas de gas residenciales, en el gasoducto de la autopista Valencia – Caracas, participó hasta Pdvsa Gas y no se consiguió nada”.

El tiempo pasó, el olor mermó y el evento quedó en el olvido hasta 2011, cuando se reportaron nuevamente los olores y se comenzó a asociar con elementos geológicos como una conexión de las aguas termales de Las Trincheras con las que existían en la parroquia Aguas Calientes del municipio Diego Ibarra.

A través de esa vena, por cualquier fisura podían salir gases como parte de un fenómeno natural. Pero eso tampoco ha sido comprobado.

“En 2011 se fue en helicóptero a montañas y se detectó que la mayor cantidad de gases provenía de la parte norte de San Diego, lo que es la vertiente sur del Parque Nacional San Esteban”. Son las corrientes de viento las que hacen que el olor se propague hacia diferentes zonas de la entidad.

No hay predicciones válidas

Es imposible determinar por cuánto tiempo se percibirá este olor. “Es incalculable, pudo haber llegado para quedarse como pasó en otras latitudes, o que se cierren con el paso del tiempo al cumplir su ciclo natural y se sella la emanación de gas. Es algo que también puede ocurrir por efectos ambientales”.

En otros países estos eventos han ocurrido. En Francia y México se registraron durante el 2020 y no representó ninguna alarma.

El problema es que no se pueden adelantar respuestas sin saber desde dónde está saliendo esta emanación sulfurosa con ese olor a azufre. “En lo particular considero que está en un sitio donde no hay personas cerca que lo puedan ver y lo reporten”.

También se desconoce el tamaño de la grieta por donde salen los gases. “Puede ser una o varias, del tamaño de una cueva de bachacos, una pequeña fisura, una roca, estar en la montaña o en el agua. No lo sabemos”.

Urge estudio geológico

Aunque en las oportunidades anteriores que se ha presentado este fenómeno no se han reportado afectaciones a la salud de los seres vivos y que es probable que en la actualidad sea igual, con riesgo de molestias oculares u respiratorias solo al estar en el lugar de la emanación de gases, el comisionado del alcalde de San Diego para el análisis de riesgos y eventos adversos, Jacobo Vidarte, considera pertinente que se realice un estudio geológico.

Se trata de una medición de las partículas por millón de los gases emanados en las zonas donde se perciba con más intensidad el olor. “Eso se hace con un aparato de medición de atmósferas peligrosas que es de uso común en muchas empresas, para medir en ambientes cerrados cualquier fuga de gas o concentración de materiales que sean de peligro o riesgo en personas o animales”.

Estos análisis se deben hacer en diferentes puntos de la entidad por dos o tres días cada dos horas, empezando en la mañana, para saber si tiene que ver con cuando sale el sol y cambian temperaturas y el viento desplaza las masas de aire que están cerca de las montañas.

Vidarte coincide con Sabatino en que la causa de esa emisión de olores sea por la cantidad de eventos sísmicos que pudieron originar fisuras.

De Norte a Sur

Carmen Luisa Florez vive en Valles de Guataparo, al norte de Valencia. Ella y su familia tienen más de 50 años como residentes de la zona y es primera vez que percibe ese olor tan fuerte que se asemeja al del azufre.

Desde comienzos de enero es más intenso. “Sobre todo en las mañanas, desde las 7:00 am, aproximadamente hasta el mediodía”. Sus vecinos del resto de los cuatro sectores de la urbanización también lo sienten y se alarman.

Alrededor de mil familias viven en el lugar y su primera preocupación era que estuvieran fallando los sistemas de pozos sépticos porque ellos no cuentan con instalación de tuberías. Pero no era eso. Los pocos que cuentan con gas revisaron sus conexiones y no consiguieron fugas. Por lo que la incertidumbre es la norma.

En otras zonas como en La Viña, El Trigal y La Trigaleña, y varios puntos de Naguanagua, también se ha registrado la percepción del olor. Así como al sur de Valencia, por la zona de Plaza de Toros.

Es normal que este fenómeno sea frecuente en los meses fríos, como los actuales, y los otros sectores con más posibilidades de sentirlos son los municipios San Diego, Guacara, Los Guayos, Diego Ibarra y la Variante Bárbula – Yagua. Además, no se descarta que llegue al extremo noreste de Aragua.




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