¿Se hará Justicia?

“Donde hay poca justicia es un peligro tener la razón”

Francisco de Quevedo y Villegas.

La frase que se pronuncia al dictar justicia, por parte del primero entre las partes, cada vez se ha trocado en Venezuela una vacuidad propia de los juristas del horror, un adefesio, el engendro de Pasifae, el vicio hecho placer, eso es la justicia en Venezuela, una vaca oscura de madera en donde se satisface la irascibilidad con mayor carga de irracionalidad; y todo ello a los fines de complacer la ausencia absoluta de virtud, bondad y equidad. No solo es la deformidad de la justicia, sino su empleo para fines aviesos lo que debe alertarnos, así pues Venezuela no es un Estado de Derecho, es una suerte de espacio para las tropelías y la malignidad, la ausencia absoluta del bien, el séptimo circulo de la espiral del infierno de Dante.

Con paroxismo una mínima parte de la sociedad, aquella que aún puede pensar, porque no ha caído en los charcos del inconsciente o porque sus acciones no se ven compelidas por un interés crematístico, nos escandalizamos con los actos cometidos por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), otrora Corte Suprema de Justicia, devenida bufete del horror, buró de artimañas judiciales emprendidas por fablistanes inmorales, que se venden al mejor postor, y de hablar de Justiniano, Santo Tomás de Aquino o San Agustín de Hipona, en gargarismos que son un ademán de filosofía barata, se convierten en licántropos y son capaces de repetir las consignas bufas de super bigote y Drácula; esos, los juristas quienes instrumentalizan el poder para satisfacer los inconfesables deseos de quien usurpa el poder.

Así la justicia, como ciencia equilibradora de la sociedad, “como acuerdos entre individuos racionales para la búsqueda de la razón y la verdad común que permita la comparabilidad y universalidad” (Rawls, 2012), se encuentra absolutamente fracturada, tomada por bárbaros que hacen y deshacen a discrecionalidad, para apartarse del bien común y de la voluntad popular, estos juristas del horror han aprendido y aprehendido, a desmontar instituciones sagradas de la sociedad como la participación ciudadana, así dejaron sin efecto los actos de las primarias opositoras, evento este que sacudió las bases del estamento opositor ausente de patrones éticos y de la gansterilidad instalada en la cómoda poltrona de los vicios y el horror.

Como el derecho es absolutamente positivo y allí yace el pensamiento muerto, es muy fácil opacar la verdad a punta de leguleyerías o trampas, ejercidas por un leguleyo, un sujeto que tuerce la verdad por las vías ilícitas, en este orden de ideas, les provocó desconocer unas elecciones gremiales celebradas en febrero en el Estado Carabobo por el gremio de abogados, acudieron a las mismas pamemas y argumentos manidos, nombrando una Junta directiva Ad Hoc, procediendo a tomar las instalaciones del Colegio de Abogados, apoyados por las sombras y la nocturnidad que le son tan cercanos y deponiendo de facto a la junta directiva electa hace nueve meses. Este acto no es una artimaña más, es palmariamente un pase de factura, por la actitud cívica, valiente e histórica asumida por su junta directiva, quienes prestaron las instalaciones del Colegio de Abogados de Carabobo para la realización de visitas de la candidata María Corina Machado, quien literalmente tuvo que ingresar al Estado Carabobo a pie, no conforme con ello, el mencionado Colegio sirvió como sede para la Junta regional de primarias. La tiranía entonces debía actuar, y la manera de hacerlo es mediante la manipulación del frágil Estado de derecho y la argumentación falsa de los Mujiquitas, que obedecen ordenes, de esos que se paran firmes, que de hablar de la filosofía jurídica, pasan al charco del vicio chavista, esos, los sin morales, los lambiscones del poder.

Para todo  Carabobo, la junta directiva Ad Hoc, no existe es una patraña de las tantas, una bofetada más, la única junta directiva del Colegio de Abogados del Estado Carabobo esta representada por sus miembros electos en febrero, hacia quienes va toda la carga de solidaridad de esta columna, no se puede enseñar Derecho y simular que estos adefesios son cosa nimia, habría que entregar la cátedra como acto elemental de dignidad, en mi caso no soy abogado, ni pretendo serlo, pero si soy profesor universitario y entiendo la gravedad de este hecho, si no lo denunciamos estaríamos  permitiendo que la educación “no logre desbarbarizar al individuo” (Adorno, 1998), en el entendido que es menester explicarle a las futuras generaciones que las elecciones y sus resultados no pueden ser revertidos por sentencias vacuas, manipuladas, manidas y devenidas pamemas, es menester explicar que la voluntad electoral no se puede cambiar a placer de un tirano, pues entonces haciendo un ejercicio de lógica elemental ¿Se podrían desconocer los efectos del acta firmada un 5 de julio de 1810? sí la respuesta es positiva, pues ala ¡Viva el Rey!, dependemos de la Moncloa y de la Zarzuela y que se preparé el sueño de Calígula, la fiesta de los locos.

Finalmente haremos justicia, cuando salgamos de este oscurantismo apestoso, haremos justicia cuando eduquemos para no volver al horror chavista, haremos justicia cuando se abran las ergástulas y paguen los victimarios, haremos justicia formando ciudadanos libres, indistintamente de su profesión, por lo pronto y ante el silencio oficial, de los canales académicos a quienes les corresponde dar respuesta, pues se suponen enseñan derecho y no ciega obediencia, levanto mi voz, como ciudadano, como académico y como hombre de bien, para denunciar esta tropelía e indicar que la Junta directiva del Colegio de Abogados de Carabobo es la que resultó de las elecciones del mes de febrero, en donde su presidente es el abogado Carlos Pimentel, el resto es herrumbre, lodo, vergüenza, pulsión animal y barbarie.

¡Viva la libertad y la justicia!

Adorno, T. (1998). Educación para la emancipación. México: Morata.

Rawls, J. (2012). Teoria de la justicia. México: Fondo de la Cultura Económica.

IG @nanezc

X @carlosnanezr

 

 

 

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Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente la posición de El Carabobeño sobre el tema en cuestión.

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