Con frecuencia, entre los decires, comentarios, populismos, señas y tantas formas del hablar cotidiano de los pueblos, nos encontramos con expresiones tan utilizadas, rebuscadas, afinadas o “enredadas”, que necesitamos tomarnos el tiempo necesario para aclarar lo que nos dicen, decimos, o creemos haber escuchado. Así es como opera, en parte, el decir comunicacional de la calle. Los especuladores, y los pseudo “refinados”, dicen de esto que es como sentir la sabiduría del habla del pueblo, quizás para que quedemos callados, tranquilizados o más o menos informados, aunque no lo necesariamente educados.

Un domingo de un pasado, de esos con moderado sol y agradable temperatura, reunidos cuatro amigos en una agradable cafetería de Georgia (USA), recibimos a un quinto dominguero, alegre en lo casi bullicioso, que al saludar en su llegada tardía, sin pérdida de tiempo nos dijo: ¡”Aquí me ven, amigos, recién despertado, y con mi consciencia despejada”!

Lo primero que se me ocurrió pensar fue que ese personaje nos declaraba cuál era su estado emocional, de ese domingo cercano al mediodía. Pero luego descubrimos que después de su entrada «triunfal, la confusión llenó nuestro tiempo en buena parte del resto de la reunión. Validos del mini librito de ‘refranes’ que uno de los amigos cargaba siempre de compañía, buscamos una definición del termino “consciencia” y lo enmarcamos dentro de un contexto mayor. Resultó, entonces, que según el refrán popular: “La conciencia es esa vocecita interior que interviene como acusador y testigo, como salvador y auxilio, muchas ocasiones como fiscal y juez, inquisidor o recuperador.” Refrán popular

En realidad -decimos ahora acá-, a diario, una mayoría de la población mundial se despierta muy temprano para reencontrarse con su consciencia, esa intensa actividad mental a la que sólo puede tener acceso cada persona. Porque es en contacto con nuestra consciencia como, en verdad, podemos pensar, sentir y tener el control de nuestra vida. Cuando hay un sano despertar consciente sentimos al máximo la maravillosa experiencia de vivir. Desde los primeros segundos despiertos, tomamos consciencia de dónde estamos (nos ubicarnos en el tiempo y el espacio). Es un instante relevante para lo que venga después: ¿Qué haremos? ¿cómo iniciamos? ¿Cuáles serán nuestros primeros proyectos del día? Todo esto es labor de nuestra consciencia. ¡Cuán grande es nuestra consciencia!

¡Si es usted una persona que opera bajo la administración proactiva, en una consciencia estable, emprendedora, confiada, optimista, sus ideas “saltarán” casi en ebullición, como el aceite brinca y resbala sobre la plancha caliente! Tomará decisiones bien pensadas, asumirá sus conductas con riesgos mucho mejor calculados… ¡Cuando hay consciencia madura, realmente, ‘somos’!

“¡Eso está bien, ya usted ha tomado el control desde los primeros segundos del nuevo día! En corto tiempo, y con mentalidad despejada, ya usted habrá hecho las primeras precisas valoraciones sobre el empleo racional de su tiempo, en el resto del día que comienza: Mientras se ducha prepara su café, y prueba algún “snack” que calme su hambre temprana. Usted rebosa en vigor, ha sido un feliz amanecer, y tiene una clara visión del día que inicia. Pero, para otras personas, la vivencia del despertar variará en sus magnitudes, y puede ser muy diferente.

No en todas las personas, ni todos los días, ocurren a plenitud estos instantes del pleno reencuentro con nuestra consciencia. Son diversos los grados de la vigilia o somnolencia al despertarnos. Al salir del sueño liviano o pesado dejado atrás, y estar plenamente conscientes, actualizamos otro capítulo de pacto con la vida: Exclamamos, nuevamente, que ¡vale la pena vivir! … Al regresar al mundo de las cosas, de las casas, de calles y plazas, de la armonía o de la violencia, veremos la gente que ahora saluda, o la que muestra miedo. Pero, miraremos miradas, y sonreiremos sonrisas, desde el corazón; así declararemos inaugurado un brillante nuevo momento del día, despierta nuestra consciencia.

¡Los comentarios que acabamos de transcribirles son una total realidad, cuando decidimos el buen inicio de cualquier día! “Depende de dónde usted viva, a menos que sea un mal chiste”, nos respondieron personas con quienes sosteníamos una amistosa conversación, en el diciembre de 2018. “No es un chiste amigos. Es una suma de realidades, manejadas por nuestra consciencia: Vale para cualquier día, en cualquier lugar donde nos encontremos” –fue nuestra respuesta en esa ocasión–.

Por supuesto, aclaramos ahora, la consciencia no es un ente psicológico “vacío”, aislado del mundo y las historias de las personas. La consciencia recibe aportes variados de las experiencias que acumulamos en nuestro cerebro: Emociones, recuerdos, sentimientos, conocimientos y muchos elementos más, permanecen “acumulados” en el cerebro, para aparecerse ante nuestra consciencia, en cada ocasión en que ésta se encuentre activa (“despierta”). La consciencia no es algo sólido, ni rígido e inalterable. Es un ente psíquico vivo y en permanente cambio. Resulta válido afirmar que somos muy parecidos a como es nuestra consciencia, ya que hemos ido reconstruyéndola desde temprana edad, y se ha convertido en una voz interior nuestra, que se mete en todo. Si sabemos que la consciencia es así, podremos manejarla más razonablemente.

Sabemos que nuestra consciencia la moldean muchos eventos y cosas. Se sabe que la elaboramos con las culturas y lugares donde vivimos, con las influencias educativas que asimilamos o confrontamos. Hasta las más pequeñas acciones de cada hora, día y segundo, hacen y rehacen la consciencia…

“Fácilmente estará contento y sosegado aquel que, de verdad, tenga su consciencia limpia”. Thomas De Kempis (1380-1471), teólogo alemán.




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